Chunga Maya, Terror de las Antillas

Desde La Habana Cuba nos llega un relato del escritor Salvador Horla, para participar en nuestro Desafío del Nexus, que estoy seguro todos disfrutarán enormemente:
Man-Vs-Giant-Fish

Chunga Maya, Terror de las Antillas

Autor: Salvador Orla.
¿Cuánto hace falta que crezca un pez para que se vuelva el terror de un país? Ana, una fugitiva por los graves  cargos de Sacrificio de Pescado Mayor; se une a la aventura  junto al implacable Capitán Mayito, quien protegido con la bendición de los poderosos Orishas, y armado con motomachetes y marabú radiactivo, se lanza, a la desquiciada persecución del  nuevo leviatán y sus adoradores. Este  en forma de irracional  mutación genética,  azota sin piedad  los  mares que rodean una Cuba en un futuro distópico y dieselpunk.

Acabó la tragedia, hundida como tantas
en los abismos del océano
que las guarda
todas celosamente.
Moby Dick
Herman Melville
“Una cosa es estar jodido
y otra es saberlo.”
Yoss
1

Llámenla sólo Ana, si no les importa, y no Anita la Carnada, como le insinuaban sus compañeros de tripulación. Trata de mirar al cielo, pero el sol le castiga la vista. La cabeza le late por el calor, pero su guardia no termina hasta el anochecer. Se acomoda la enmarañada cabellera quemada por la sal y sus gafas de marca falsa. Se humedece el gaznate con un sorbo de orina reciclada de una semana atrás y suspira.
El Capitán Mayito asumirá la guardia nocturna. Está medio ciego, pero sus oídos mantienen la agudeza del radar. Membrillo, el cocinero, se retuerce de miedo en el interior del bote. Su alergia al agua salada se ha acentuado. Sólo quedan ellos tres. El resto fue devorado por el mar durante el primer encuentro con Chunga Maya.
La imagen de Panchito, el joven asistente de maquinaria, le golpea la mente por sorpresa. Se perturba y se aprieta los párpados para contener el llanto. Pobre muchacho, tan alegre e impetuoso.
El hermano que nunca tuvo. Pero qué clase de hermana fue ella. Dejó que esa puta aberración se lo tragara.
Vuelve a suspirar. Tiene que controlarse, ya ha dedicado noches en secreto a llorar por él y ahora en su guardia no es el momento.
Intenta pensar de manera positiva, pero no lo consigue. ¿Quién lo haría? Clava la mirada en el apacible mar que le recuerda lo estúpida que fue. ¿Cómo pudo terminar embarcada en el yate Cherna Tuerta? Se vuelve a preguntar, una y otra vez para entretenerse. Otro error suyo, como muchos otros, pensar que en su país o en el exterior sólo podía tener futuro alquilando su cuerpo para sobrevivir. Y el miedo, de que si trabajaba como otros podría verse infectada por el SFLH; a pesar de que las autoridades no dejaran de anunciar la eliminación de raíz del brote psicótico. Además su condición de fugitiva por los cargos de sacrificio de pescado mayor retumba en su cabeza. Sólo puede obtener fama por hacer una locura en el océano. La misma que bombea a golpes el corazón de su capitán. Desangrar al Terror de las Antillas, que nada de manera tranquila alrededor del archipiélago.
El Capitán sale de su camarote, y se asoma por la cubierta. El hombre es alto e imponente, como un mascarón maltratado por el salitre. El sol centellea en su calva de bronce pero se apaga en su sucio gabán de piel muerta. La falta de sueño y la congoja de las cicatrices que cubren su rostro lo insensibilizan a las caricias del viento.
Cojea, pero cada paso suyo advierte su presencia en toda la embarcación. Se dirige hacia ella, aferrando en su brazo derecho un largo y estrecho bulto cubierto de cuero sintético. Sus garras biónicas le palpan el hombro y la cabeza con cariño. Le tiende una botella de ron.
Ana, conociendo la ya escasa provisión que queda en la bodega, la sabe un estímulo por cuidar su pellejo del mar y la acepta. Decide esta noche noquear su cerebro con ella. Mayito asiente con una sonrisa estúpida de excitación; desafía al océano con la mirada y lo escupe.
Al principio, desconfiaba de sus intenciones cuando la dejó embarcar en el Cherna Tuerta. Nadie en aquel mundo, era tan bondadoso sin un interés corroyéndole las entrañas; y mucho menos en un lugar donde una mujer representaba un peligro para sí misma. Pero el capitán al momento le despejó sus dudas:
―No me interesa tener una putica escuálida como tú a bordo. Te dejo embarcar por la candela que muestran tus ojos, muchacha. La misma que arde dentro de mí; que nos impulsa con rabia a arrebatar lo que queramos de este asqueroso mundo o nos consumimos en ella. Eso vale más para mí que la partida de rémoras humanas que sólo le dan peso a mi bote.
Luego hizo una pausa y añadió: ―¡Por mucho que ande por el río la mierda siempre va a morir al mar! ¡Hoy es el día que con la bendición de Olokum, destriparemos a esa maldita rata escamosa de agua salada! ― sentenció con una sonora carcajada.
La joven asintió, y por costumbre, al tocar un punto de su oreja, activó su wikimemoria pirateada y en su mente comenzó reaparecer, palabra por palabra, la emocionante historia que el viejo Perro de Río le contara.

2

Mario Pérez Guzmán, nació cuando la crisis de SFLH (Stress de Frustración Laboral Homicida) le calcinó el cerebro a su padre René. Ladilda, su madre, se lo llevó a los campos para que creciera lejos de la enfermedad y los otros males de la ciudad. Pero, aparte de crecer fuerte y sano, el cuerpo del muchacho generaba de manera constante; una anormal cantidad de adrenalina que imposibilitaba su adaptación a la apacible vida del campo. Eso sí: desde pequeño le fascinaba cualquier tipo de desafío, la emoción que provocaba la caza y el manejo de cualquier arma blanca. Lo que lo llevó en la adolescencia a su entusiasta participación en la Brigada de Chapeo de marabú radiactivo “Guillermón Moncada” tras el escape accidental de la segunda Electronuclear de Cienfuegos.
Por aquellos tiempos, en la estación de alevinaje de Paso Malo, Granma, se realizó un cruzamiento genético entre las especies de pez gato o clarias batrachus de Tailandia y Malasia. La nueva especie híbrida de bagre, conocida como Clarius Omega, se crió en un rio en lugar de una presa y esta se diseminó como plaga abarcando desde la desembocadura de los ríos Cuyaguateje en Pinar del Río y Quibú en La Habana hasta el Itabo de Ciego de Ávila.
El escándalo fue peor que la introducción de la versión genéticamente modificada de Huron Galgo; con el objetivo de erradicar la plaga de ratas, que afectaban los cultivos de caña de azúcar. Pero el roedor transgénico, se apareo con una especie determinada de rata y de esta unión nació un engendro mucho más agresivo y grande, que superó en creces los estragos, causados por su supuesta presa.
A pesar de todo , el pez hibrido presentaba una increíble capacidad de adaptación; la habilidad de devorar cualquier cosa y convertirla en masa muscular .Además de poder reptar fuera del agua varios metros sobre tierra con sus aletas pectorales y el movimiento ondulante de su cuerpo. Pero fueron más bien, el excelente sabor de su carne con su alta tasa de crecimiento, llegando a haber ejemplares de 350 kg; los causantes de la sustitución del ya casi del todo extinto ganado vacuno y su confirmación como un eslabón fundamental de la industria alimenticia del país. Incluso, se descubrió que especímenes criados en cautiverio, con el debido entrenamiento, podían asumir el transporte de pesadas cargas.
La ley las protegía… bajo ciertas circunstancias. Si matabas a una en tierra eras sentenciado por el delito de sacrificio de pescado mayor a veinte años de trabajos forzados en los cultivos de Moringa Transgénica. Pero si lo hacías en el medio acuático era considerada una pesca común. Y es que las clarias que permanecían más tiempo en los ríos se volvían muy agresivas y provocaban grandes estragos, además de alcanzar tamaños realmente descomunales.
Mayito fue uno de los primeros que se dedicaron a la captura de aquellos leviatanes de río por cuenta propia. Pero no en balde la profesión de Pescador de Claria de Río era una de las mejor cotizadas en el país; también resultaba la ideal para los aspirantes a suicidas. El crecimiento anormal del animal hacía que sus escamas engrosaran y se endurecieran hasta el punto de poder resistir el impacto de balas de poco calibre. Ni soñar con envenenar a organismos que comían cualquier cosa… y si los forzaban a salir del agua, sólo empeoraba la situación.
Así que pronto surgió un método “perfecto” para su captura: el pescador se dejaba tragar por el cachalote de agua dulce y lo desgarraba por dentro partiendo del estómago, matándolo por la masiva hemorragia, y sin grandes daños a su carne. Además de nervios de acero, dicho procedimiento requería un motomachete bien afilado y, por supuesto, una escafandra especial: de fibra de carbono y además reforzada con las escamas blindadas típicas de la misma especie que ayudaba a matar.
Claro, siempre había quienes preferían no arriesgarse tanto y usaban explosivos, pero entonces la presa, semidestrozada por el estallido, perdía mucho de su valor.
Un día el joven Mayito recibió su Bono de Estímulo (Moral y Monetario), con medio año de atraso, en reconocimiento a su ejemplar participación en la Brigada de Chapeo ”Guillermón Moncada”. Y decidió celebrar la ocasión con sus amistades por todo lo alto. Así que a las tres de la mañana, ya con el contenido de cinco botellas de ron dando vueltas por su organismo, aceptó la apuesta de pescar a uno de esos bichos acuáticos para cocinarlo en el festín de Fin de Año.
Nadie se imaginaba que lo fuera a hacer realmente, claro… pero a Mayito le apasionaban los desafíos. Se fue a su cabaña y después de preparar todo lo necesario para su pesca nocturna, se dirigió al río más cercano: el Quibú.
Allí se sentó, sobre el grueso tronco de un árbol que crecía en la orilla, después de derribarlo con su motomachete. Preparó con mucho cuidado a su Güije o cebo electrónico: una pequeña esfera oscura, que con su emisión de ultrasonidos simulaba una llamada de apareamiento. Aquel sonido era muy efectivo para atraer cualquier criatura acuática, pero afectaba al sistema nervioso humano de manera tan violenta que provocaba orgasmos o la defecación instantánea de los infelices que lo escuchaban activado fuera del agua sin algún tipo de protección auditiva. Él no tenía ninguna, y además le habían advertido que el mecanismo de activación de este no andaba demasiado bien… pero el precio por el que se lo vendieron suavizaba algo el inconveniente.
Soltó al Güije, que empezó a cantar momentos antes de caer al agua. Una descarga azotó con fuerza cada nervio del cuerpo de Mayito y sólo gracias a la fuerte voluntad de sus brazos pudo mantenerse encima del tronco. No obstante, no pudo evitar sufrir otras consecuencias.
Trató de serenarse y esperó por unos minutos en silencio, ignorando su propio hedor. Ya se cambiaría luego de ropa interior; primero tenía que pescar a una de aquellas…
Fue entonces cuando la luna le permitió distinguir una sombra que avanzaba lentamente bajo la superficie. Era enorme y tan larga como la legendaria Madre de Agua, pero mucho más gruesa de lo que ninguna serpiente tenía derecho a ser.
Se lamió los labios al ver el tamaño y grosor de las protuberantes escamas y puntiagudas aletas, a las que el brillo lunar arrancaba destellos multicolores. Era una de las grandes.
Frunció el ceño, durante unos instantes de duda, al notar varias hojas torcidas de machetes clavadas en su lomo. Pero se despabiló al notar, desde las profundidades, dos intensas luces rojas que parecían escudriñarlo.
― ¡Sí, eres toda una belleza! ¡Y serás mía y solo mía! ―exclamó Mayito, ya con el fervor de caza quemándolo por dentro, antes de activar el respirador y lanzarse al agua.
Su pasión y el ron circulando en su cuerpo le impidieron darse cuenta que las baterías de su motomachete, ya casi descargadas, se habían terminado del todo cortando el árbol. Tampoco advirtió que se zambullía sólo con el respirador, dejando el resto de la escafandra-armadura en su cabaña.
Durante varios días, no se supo nada de Mayito. Se organizaron partidas en su búsqueda, pero todos lo supusieron ahogado en el río en su borrachera.
Sin embargo, al décimo día lo encontraron en la orilla: inconsciente, desnudo y sin un solo pelo en el cuerpo (Nunca le volvió a crecer, ni siquiera el de las cejas). Recuperó la conciencia una semana después, aullando como loco, y con un apetito sexual desmesurado al que intentó dar satisfacción inmediata e indiscriminadamente con las enfermeras, los doctores y/o los pacientes cercanos a él, así que hubo que atarlo y sedarlo.
Entonces comenzó a narrar, de manera eufórica y confusa cómo, dentro del río, y tomando impulso con un tentáculo de la mandíbula del leviatán, se había introducido dentro de sus fauces torcidas, casi hipnotizado por el destello de las enormes perlas gemelas de azabache que encerraban esferoides de sangre. Se supo atrapado cuando descubrió que no le funcionaba el motomachete; no se explicaba cómo pudo sobrevivir dentro del vientre del pez a pesar de agotarse el oxígeno del respirador. Y ahí comenzó a delirar diciendo que perdió el control de su cuerpo y alma y que lo que sintió sólo se podía clasificar como estar cerca de Dios.
En ese instante colapsó y recuperó el conocimiento tres semanas después. Al despertar se tranquilizó y no habló más del asunto hasta que le dieron alta del hospital. Al salir, los chismes se cernieron sobre él, cómo tiñosas. Mayito, el Pescador de Claria de Río, borracho que fue tragado y evacuado por su misma presa.
No le molestaban demasiado aquellas habladurías; nadie se atrevía a decírselas en su cara. Pero el fuego de su ansia desconocida era cada vez más devorador y ni siquiera la pesca, las broncas, el ron, las drogas, ni el furor de las mujeres podían satisfacerla.
Hasta que un día le llegaron los reportes de Chunga Maya, y sintió una descarga de adrenalina en todo su cuerpo al ver una imagen holográfica tomada por un aficionado, de una enorme aleta asomando a la superficie en la desembocadura del río Almendares.
―Sí, mi princesa, no te preocupes, espérame tranquilita, que ya voy p´arriba de ti ― se dijo a sí mismo, torciendo los labios y lamiendo sus dientes de tiburón.

3

El golpe en la cabeza la dejó atontada por unos instantes y por instinto, su brazo blandió como un látigo la navaja… cuya hoja fue fácilmente atrapada y partida entre los dedos biónicos del capitán.
―Tranquila, Carnada, y vuelve al mar. Deja de estar enchufada en tu maldito tiempo de guardia y mucho menos cuando te habla alguien, especialmente yo. ¡Coño, yo que pensaba que la conexión no llegaba aquí! ― le reprendió Mayito.
―Sólo estaba revisando mi información digital acumulada sobre usted, mi Capitán.
―De verdad que la juventud, sufren de la pérdida prematura de la memoria; que se tienen que meter un disco duro en la cabeza. ¡Qué forma más romántica de la niña para decir que está pensando en mí! ¡Anita, si lo que quieres es quitarte tu picazón hormonal conmigo, te veo mal! Y ni pienses en Membrillo con su miedo y sus alergias… hasta es posible que te hayas vuelto parte de ellas.
Ana respiró profundo, se guardó sus otras palabras para sí y asintió de manera obediente.
―Bueno, está bien, que la cosa tampoco es para hacer velorio―siguió el Capitán, conmovido por su aparente sumisión. ― ¿Fuiste a la Sala de Máquinas y revisaste los motores?
La muchacha volvió a asentir, sin palabra.
― ¿Y bien?
―La maquinaria marcha ahora a toda velocidad y sin desperfectos. Los problemas son por culpa de algunas piezas defectuosas y sobre todo, falta de aceite. Usé los condimentos de Membrillo, mi ingenio y un poco de suerte. Dudo que su fobia le haya permitido darse cuenta de lo que cogí. Vamos a una velocidad de 17 nudos; pero si no racionalizamos el biodiesel estaremos varados a la voluntad del viento en menos de 15 días. Por si quiere saber, el radar ya muestra a nuestro objetivo. Se encuentra a una distancia y velocidad constante, tranquila… aunque supongo que formará su alboroto cuando vuelva a estar a nuestro alcance. Ya hemos bordeado la Isla de la Juventud y pronto llegaremos al Cabo de San Antonio.
―Buen trabajo, Carnada. ― sonrió el Capitán, acariciando el bulto que sostenía en su antebrazo. ― ¿Tenemos suficiente Diesel de Moringa, para un salto y despegue?
La muchacha, con duda y cautela, miró el fuego de excitación de sus ojos y suspiró resignada: -Tenemos como para un salto y mantenernos en el aire durante aproximadamente 26 horas. Pero no lo suficiente para descender sin daños.
―Justo lo que necesitamos. ―sentenció el Capitán― Es hora de usar mi pequeña sorpresita. Creo que me he dado cuenta donde se escondió esa alimaña cuando nos emboscó en nuestro primer encuentro. Y el porqué de la niebla roja.
Ella prefirió fingir que no había oído aquello.
―Ven y ayúdame con esto, que pesa, con cojone, y ponte los guantes, niña. ― Le indicó el Capitán a la muchacha, y comenzó a cortar con sus dedos los cordeles que ataban el bulto.
Con cuidado, desplegaron el contenido del saco sobre la cubierta. Los ojos de Ana se ensancharon, atónitos: su Capitán no dejaba de darle sorpresa tras sorpresa.
Observó con más ironía que asombro siete arpones estrechos, de tres metros de largo cada uno, con unas ramificaciones espinosas y finas bordeando las puntas. Las espinas eran gruesas y punzantes de 1 a 2.5 cm de largo. Llevaba además, atadas a éstas, varias tiras de colores blanco, rojo y negro.
―Déjame explicarte primero, mi pequeña Carnada, para que me quites esa mirada que tan bien conozco de encima. Esta es mi última ficha de dominó. Estos arpones son los dientes sedientos de la venganza. Este acero está acostumbrado a morder carne y sembrar muerte, porque en él fundí las hojas de varios machetes de los legendarios mambises. Su furia guerrera todavía vibra en estos metales.
―Pero ¿cómo…?―empezó a preguntar ella, aún estupefacta.
―Ya sé lo que vas a preguntarme―sonrió el Capitán ―Tuve la suerte de hacerme de ellos en los saqueos que vinieron después que el huracán “Thomas” pasó por La Habana y borró casi la mitad del Casco Histórico. Creo que sus dueños originales podrán sentirse orgullosos de mí cuando los use como tengo previsto.
―Supongo―admitió Anita, renuente.
―Después de forjarlos, fundí cada punta con escamas de clarias y las afilé bastante. Me aseguré de que tuvieran la bendición de Oggún, el orisha guerrero y de la fragua. Después cargué con ellos hasta la Sierra Maestra y subí al Pico Turquino en plena temporada de tormentas. Tuve que entregar ofrendas día a día y esperar durante siete semanas sosteniéndolos en alto antes de que el otro orisha, Changó, accediera a bendecir y templar todos y cada uno de mis arpones con el poder de sus rayos. Y en el proceso se me quemaron un poco las manos… así que decidí remplazármelas por estas bellezas biónicas. Tócalos, Anita: si reposas tus dedos unos instantes en ellos, sentirás el calor del azote de los cielos. Y para concluir, los “mejoré” con un recuerdo de mis mejores tiempos en la brigada de Chapeo “Guillermón Moncada”; el peor veneno de nuestro país: espinas de marabú radiactivo. Estos hierros penetrarán su arrugada coraza y le pudrirán su maldita carne. ¿Entendiste mi niña?
Ana no dijo nada, al no encontrar palabras para comentar el sacrificado esfuerzo de su querido capitán.
―Bien, mi niña, ahora necesito que con tus delicadas manos pongas cada arpón en los Cañones Solares Foyn que hay en cubierta y los sintonices con el control remoto. Tómate tu tiempo .Yo te remplazaré en la guardia, además de mi turno nocturno. Hace días que no duermo y creo que tampoco lo haré esta noche. Si Membrillo logra cocinar algo comestible para la cena te avisaré. Si no, puedes entretener tus muelas con esto.
Le lanzó un paquetico que la muchacha agarró al instante.
― ¡Ah! se me olvidaba― exclamó Mayito abriendo su sobretodo y mostrando fugazmente una verdadera colección de objetos punzantes. Agarró uno y lo lanzó, clavándolo en el suelo entre las piernas de Ana. ―Espero que no haya rencores. Ahí tienes una buena cuchilla… no el ridículo corta uñas con el que me amenazaste. Ahora ponte a trabajar, chiquilla vaga; si todavía quieres dejar de ser una rémora en mi bote. ―emitió Mayito dándose media vuelta, y sus pasos resonaron en la cubierta, cuando regresó oscilante y lento a su camarote.
La muchacha desclavó el puñal y se asombró al descubrir que se trataba de una navaja suiza Victorinox‎. No era una falsificación y tenía varias decenas de aplicaciones, incluido acceso satelital; toda una joya de acero. Miró el sobre de pastillas nutritivas con proteínas sintéticas a base de moringa que tenía en la otra mano. Cada una de ellas podía embobecer su estómago por 8 horas y con varios sabores simulados (incluido el bacalao). En ese momento, la Botella de Ron se volvió para ella un anhelo desesperado.

4

Aquella noche, Ana durmió tranquila, como nunca en años, a pesar de que al amanecer la resaca la despertara, obligándola a ir corriendo a vomitar fuera de cubierta. Se deslizó hasta sentarse en el suelo, dejando que el aire salado penetrara en sus pulmones. Aparte de haber terminado el trabajo, no recordaba nada más. Pero tenía la sensación de que no se había portado tranquila aquella noche. Su cerebro aun agobiado por el malestar, le seguía cuestionando su papel en aquel lugar de locura. El frenesí por la caza de Chunga Maya acababa de desvanecerse, después de ser testigo del trabajo de brujería de Mayito. La muchacha activó su wikimemoria y se conectó.
Los primeros rumores del monstruo marino, le llegaron al cumplir apenas los 10 años. Después, éstos se volvieron reportes oficiales, dada la severidad del asunto. Según los mismos, un espécimen de la Clarius Omega había llegado al mar y había sufrido una enorme mutación en su metabolismo.
Los únicos Droid Submarinos que lograron acercársele, hace un par de años, registraron una longitud de 52 metros con un peso de unas 64 toneladas… y aun creciendo a un ritmo vertiginoso.
Los científicos no se ponían de acuerdo sobre la causa de este fenómeno, aunque algunos, por decir algo, responsabilizaban al agua salada como posible desencadenante de aquel increíble aumento de talla.
Pero lo más extraño, era el comportamiento de la criatura. No continuó su trayecto hacia el mar Caribe sino que comenzó a bordear el archipiélago cubano como si lo estuviera celando. La Isla se vio inmersa en otra crisis ocasionada por un nuevo bloqueo; esta vez surgido no por caprichos, doctrinas, políticas o negocios de los hombres sino por la mano irracional y despiadada de la naturaleza. El comercio marítimo y aéreo se vio interrumpido por las continuas desapariciones de embarcaciones y aviones. Según los supuestos expertos, estas eran causadas por la cercanía a las grandes descargas eléctricas generadas por Chunga Maya. El campo de bioelectromagnetismo del monstruoso pez sobrecargaba todos los aparatos electrónicos enviándolos al fondo del océano o al vientre del Leviatán.
La respuesta internacional no se hizo esperar, pero la acción militar duró hasta que la colosal fiera esfumara: dos Bombarderos Furtivos B-4 Spirit, el submarino nuclear USS Maine, un Akula II y el Prototipo Sumergible CUB Mambí.
Según la referencia de algunos datos pirateados, de estos terribles encuentros se encontró un solo sobreviviente, con el mismo caso de alopecia areata universal de Mayito; pero sus testimonios fueron mucho más delirantes. En su mente trastornada, juró ante todo, haber presenciado al enorme monstruo, desplazarse por los cielos con la misma agilidad que por los océanos. Y no solo eso, sino que él sobrevivió porque Chunga Maya lo escogió, y le predicó un importante mensaje de salvación. No se supo más sobre el contenido de las alucinantes revelaciones ni tampoco la identidad o el destino del náufrago. Aunque según, rumores no confirmados, este se escapó de la instalación médica en la que yacía internado, improvisó una embarcación y se lanzó para dejarse tragar por el mar.
Las teorías científicas se volvieron cada vez más insólitas y descabelladas, en el desespero de explicar el insólito fenómeno. Los paranoicos, consideraron que los ataques no fueron causados por una sola claria mutante , sino que por dos o por una manada de mutaciones marinas. Los Ufólogos concluyeron, que Chunga Maya se trataba de una poderosa arma biológica de origen alienígena.
Algunos físicos, incluso, llegaron a dos excéntricas conclusiones. La primera, que las enormes burbujas de gas metano, proveniente de los desechos del gigante animal, eliminaba la sustentación a barcos y aviones. La otra que el motivo de las desapariciones se debía a la succión de los portales dimensionales y agujeros de gusano abiertos por la anomalía del monstruo que los empleaba para cruzar y regresar a su antojo.
Después, llegó el momento de la fiebre religiosa y el culto de los Sumergidos. Ante el comportamiento de la bestia marina, muchos habitantes desesperados de la isla creyeron que se trataba de la encarnación de Tanze; (el pez sagrado intermediario entre Dios y los hombres, cuya aparición haría feliz al pueblo que lo cuidara). Otros pensaron que se trataba del avatar de la misma Yemayá o una de las criaturas del poderoso Olokum enviado desde las profundidades para proteger y bendecir. Este frenesí llevó a muchas personas a lanzarse al mar para buscar al animal sobrenatural y rendirle culto.
De esta peregrinación, algunos regresaron a su patria y otros aprovecharon la ocasión y llegaron a otras costas. Los que se quedaron en el océano formaron un grupo, dando origen a una nueva religión: La Orden de Clarius de la Escama, que no eran sino bandoleros del mar, que vivían en una especie de isla flotante construida con barriles, desechos y restos de embarcaciones. Se cuenta que los verdaderos creyentes sí lograron ponerse en contacto con el nuevo Dios del mar y más nunca se les vio. Existe la curiosa creencia de que Chunga Maya, al notar el amor sincero de estos desamparados, se los tragó y al evacuarlos, nacieron de nuevo, surgiendo así la leyenda de los Sumergidos.
En el transcurso de su viaje Ana nunca había visto a un Sumergido; ni siquiera en el primer y desastroso encuentro con la claria energúmena. Sí había tenido que vérselas con los piratas de la Orden que surcaban el océano saqueando combustible para sus lanchas y Jet Sky WILL INPUT.
Mayito, ante el ataque, les sonrió en señal de agradecimiento por poner fin a su aburrimiento, y los intimidó con el contenido de su sobretodo. Acto seguido, el Capitán pidió a los atacantes información sobre el avistamiento de Chunga Maya. Al no recibir respuesta, vomitó un par de insultos, entró en un trance de encabronamiento homicida y, acompañado de su tripulación, le cayó encima a los piratas a fuego y machetazo limpio.
Ese día, Ana noqueó y encerró al impulsivo Panchito, en un barril de biodiesel vacío, y después descubrió en el combate otra forma primitiva y sucia de desahogarse.
La muchacha se desconectó. Ya estaba cansada de recuerdos y lecciones de historia que no cambiaban su situación actual. Se frotó los ojos y miró a su alrededor con lentitud. Se sintió completamente sola en el “Cherna Tuerta”, a pesar de tener a su optimista Capitán y aquellas siete barras de metal bendecidas por los orishas para afrontar la terrible faena que les esperaba.

5

La alarma aulló de repente… por suerte algo después que Membrillo se atreviera a preparar un improvisado desayuno. Su sonido era agudo e insoportable; así que Ana corrió hacia la cabina del puente de mando para apagarla antes de que Mayito llegara y le disparara al dispositivo.
―Dime, mi niña ¿es ella? ¿Está cerca? ― Le inquirió el capitán rascándose todo el cuerpo de la emoción.
―Sí, es ella. Está a unos 500 metros y viene hacia nosotros a una velocidad aproximada de 20 nudos― confirmó Ana.
―Así que la muy puta ha decidido darme la cara. Muy bien. Esta vez la pescaremos mansita, mansita. Dime si se detecta niebla escarlata.
―Se puede decir que se encuentra dentro de ella. Hay una cosa extraña, mi capitán ―indicó Ana abriendo los ojos perpleja.
― ¿Qué ocurre?
―Creo que la tengo ubicada por el campo electromagnético que genera, pero no puedo determinar a qué profundidad se encuentra. No la encuentro en el agua.
―Ya veo, así que usará el mismo truco. Bien, quiero que vayas ajustando los motores para un salto dentro de diez minutos, siguiendo este mismo rumbo y velocidad. Yo tomaré posición con los cañones. ¡No me mires más con esa cara de zombi y espabílate! ―le replicó y al instante puso en sus manos un casco con un visor escarlata. ―Esto es para después que termines. Te he preparado un mando para el disparo de dos arpones. No me voy a coger todo el fiestón para mí solo. Así que no me hagas quedar mal, mi niña. ¿Me entiendes?
La muchacha sólo asintió con la cabeza.
―Bien, no te preocupes, que hoy es el día. ―concluyó el Capitán, lanzando una carcajada y saliendo del puente de mando.
Mayito se digirió a la proa husmeando el aire como un sabueso. Al momento notó la cortina de bruma escarlata que se acercaba cubriendo todo el horizonte. Sus nervios se estremecieron brevemente al reconocer un hedor que le trajo el viento. Se colocó un arnés que lo sujetaba al mástil principal de proa, de pie. Se acomodó el casco de mando y ajustó el visor. Esperó que su cerebro se adaptara a las conexiones que convertían las mirillas de los cañones en una extensión de sus ojos. Estos comenzaron a moverse como serpientes tanteando el cielo en busca de presa.
― ¡Ahora hija mía, vamos a sotavento! ¡Saltemos hacia la niebla por la fiera! ―gritó el capitán.
La muchacha, con mucho cuidado, acercó sus manos a la consola de control. Presionó la palanca para aumentar la velocidad hasta unos 26 nudos y activó los interruptores necesarios para la conversión. Después se puso a rezar a los dioses en que creía y en los que no.
Además de multiplicar las brillantes burbujas que se producían a su alrededor, el Cherna Tuerta comenzó a temblar tanto que la muchacha temió que toda la embarcación se fuera a desarmar. Las velas y los mástiles, entre chirridos metálicos, se desplazaron hasta reunirse formando una extensa ala delta.
La muchacha se aferró al timón, mordió sus labios y maldijo su existencia cuando, fuera de borda, surgieron dos toberas que vomitaron sendos chorros de plasma. Con el rugido atronador de los motores, la vibración aumentó aún, superadas sólo por las carcajadas y aullidos de júbilo de Mayito. Con el empujón de la combustión interna, el navío logró despegar su quilla de las aguas levantando vuelo hasta una altura de unos 150 metros. Después de equilibrar la nave utilizando las hélices de babor, Ana fijó el rumbo. El barco volador se dejó tragar por la niebla.
El capitán activó su radar de efecto Doppler y se lamió los labios al detectar el objetivo que se acercaba a 20 nudos a menos de 200 metros.
― ¡Ya te pillé, preciosa! ¿No sabes que el océano es demasiado pequeño para nosotros dos? ¿Vienes a jamar, mi reina? ¿No estás satisfecha después de haberte engullido a la mayoría de mis marineros? No te preocupes, mi sardina mutante. ¡Te he sazonado unos hierros especiales que te empacharán las tripas! ¡Acaba de salir de tu infierno para poderte arrastrar al mío! ―gritó Mayito preparándose para apuntar.
En respuesta, un agudo y atronador gemido cubrió el vacío del aire y el destello de dos luces escarlatas atravesaron el espesor de la bruma.
Ana no podía creer los datos que le mostraba la pantalla. La golpeó un par de veces pero los resultados eran invariables y el artefacto hizo corto circuito y se fundió. Suspiró para serenarse, fijó el curso y salió de la cabina. Escuchó el disparo y la maldición de su capitán. Fue entonces cuando la vio. La mera imagen la hizo caer de culo.
La gigantesca sombra del Leviatán flotaba con la insustancial ligereza de un espectro por encima de su cabeza, en medio de la neblina. Aquella visión acabó con la poca cordura que le quedaba a la joven.
La mutación de Chunga Maya había ido más allá de cualquier lógica genética. Además de alcanzar un tamaño impresionante, sus aletas pectorales y dorsales se habían extendido hasta el nivel de alas. Oscuras escamas la acorazaban con manchas verdes y blancas. Y continuos chorros de gas carmesí que brotaban del arco branquial detrás de los tentáculos de la mandíbula inferior le permitían moverse con agilidad por los aires. Al instante, la muchacha, comprendió una parte de aquella ilógica información de la pantalla. Al analizar la niebla, se comprobó que se trataba de un biogás con grandes concentraciones de helio y oxígeno. Su extraño metabolismo ahora generaba un gas biológico que le posibilitaba la ágil levitación de toda su entidad.
De repente, el animal se retorció por unos instantes y lanzó un chillido de dolor. Uno de los proyectiles de Mayito le había arrancado un trozo de la aleta dorsal superior.
Chunga Maya se precipitó hacia el barco impulsándose con la cola. Los nervios no dejaron que el cuerpo de Ana reaccionara. El pez pasó a babor por debajo de la embarcación. Se escuchó el crujido del metal ante el violento roce de las rígidas aletas con el casco y la quilla.
La nave se tambaleó por el impacto pero logró mantener su equilibrio en el aire. Ana corrió hacia el Puente de Mando para determinar los daños. A pesar de que los motores estaban trabajando intactos, el agujero horizontal del casco hundiría el bote en instantes cuando tocara el mar. Activó los nano-reparadores para que resolvieran el problema, pero sabía que no terminarían antes que se les acabara el Biodiesel.
La joven suspiró para sí y se encogió de hombros, cogió el casco y salió del cuarto.
― ¡Coñññooó te dije que funcionaría, Carnada! ¡Ahora solo hace falta metérsela por el estómago! Sabía que tenía razón. Esa sabandija trató de esconderse de mí en esa niebla producida por su propia flatulencia. ―gritaba Mayito, liberado de su arnés de seguridad, brincando de júbilo por la cubierta, hasta que una sombra le opacó la alegría.
Su presa se encontraba justo encima de su cabeza, planeando con cautela alrededor del bote.
En ese momento, una figura gruesa salió disparada del casillaje arrastrándose y temblando. Membrillo había recuperado de golpe su sobriedad y había regresado a la realidad.
― ¡Qué coño pasa aquí! ¿Estamos volando? Esa cosa negra se ha llevado toda mi cocina y la mitad de la bodega de un zarpazo. ¡Cortó la pared de titanio como mantequilla! ¡Por poco me lleva el culo! ¡Ay, mi Dios, por favor ayúdame!
― ¡Oh! mi querido Membrillo ha salido de su cueva para compartir esta gloriosa pesca con nosotros. Mira bien, mi socio, el banquete que pescaré para que guises para el festín de esta noche.
― ¡Mayito, maldito loco todo esto es culpaaa…!
La muchacha observó cómo poco a poco a Membrillo se le atragantaban las palabras, al descubrir a la aterradora criatura flotando encima de ellos. El miedo comenzó a convulsionar tanto su cuerpo que Ana no pudo discernir si se trataba de una embolia o de un infarto. Al final, vomitó alcohol y se desmayó. El sonido del golpe de su caída rebotó por toda la cubierta.
―Otro peso muerto en mi bote―masculló el capitán antes de volver sus ojos al objetivo principal de su tormento ― ¡Y tú! ¿Cuánto tiempo me vas a vigilar revoloteando como una tiñosa? No seas tímida, ven, que tengo más para ti. ¡No me faltes más al respeto, que aquí hay un hombre! ¡Cojoneeeé, no me hagas perder más el tiempo, maldita claria!
El animal giró en redondo de manera sorpresiva y comenzó a alejarse. Pero antes de que Ana pudiera suspirar y Mayito aullar, la fiera giró de nuevo y cogiendo impulso con la cola y las aletas se lanzó en línea recta contra la embarcación voladora.
En ese momento, Ana activó el casco y le apuntó, pero su acongojado corazón supo que la suerte de todos estaba echada. Se acercaba el momento final. Comprendió las intenciones del monstruo al contemplar su colosal tamaño ya sin nieblas rojizas que la velaran.
Sólo estaba jugando. Si hubiera querido hace rato habría engullido al “Cherna Tuerta” de un solo bocado. Debía medir más de cien metros de largo; era la pesadilla de los cielos y el mar hecha carne y escamas que se cernía sobre un puñado de desdichados que no habían cometido otro pecado que el de obedecer las órdenes de un pobre machetero loco.
La gigantesca fiera se iba acercando y su impresionante masa los cubría cada vez más.
El capitán aseguró su blanco y disparó. El hierro se clavó en el costado izquierdo del lomo. El Leviatán lanzó un gemido de dolor, pero no aminoró su velocidad, sino que aceleró, impulsándose con crecientes emisiones de biogas que producían un continuo rugido resoplante, como la válvula de una potente máquina de vapor.
Mayito no pudo evitar la erección y volvió apuntar
― ¡Muy bien, mi princesa, abre la boquita y déjame entrar! ¡Esta vez no te me escaparás! ¡Te acosaré eternamente, aunque sea arrastrado en tu deformada cola! Ven, Godzilla de mierda ¡déjame clavarte mis hierros!
En ese momento las miradas del pescador y la claria gigante se encontraron. Una presión sobrecogedora convulsionó el espíritu del viejo Perro de Rio. Intentó realizar el disparo, pero su cerebro se negó a trasmitir la orden. El tiempo y el espacio parecieron por unos instantes, dejarlos a los dos, solos .El capitán intentó sostener la mirada del leviatán, solo para sentirse arrastrado al interior de una de estrellas oscuras rodeadas por el enorme círculo de sangre. Entonces fue testigo, de lo que yacía dentro el alma del pez monstruo.
El descubrimiento arrasó, al momento, con todas sus convicciones. Semejantes emociones eran absurdas en el interior de semejante pez .La ausencia por completo del odio y deseo de muerte contradecía por completo el sentido de la existencia de Mayito.
¿Quién era el cazador y quien la presa?
Fue entonces cuando Mayito comprendió el significado de lo que entre otros síntomas le provocaba ardor en la boca de su estómago, al grado de ocasionarle en ocasiones serios cólicos. No era una ulcera, sino de una cosa mucho más irracional para él .Al principio se obligó a ignorarlo para lograr salir del Hospital y después le cambio el sentido, para darle un rumbo lógico a su perturbada vida. Pero al final fue lo que siempre necesitó y lo que nunca encontró en aquel asco de mundo. Una súbita de sentimientos pasión provenientes de la criatura terminó por desplomar las bases de su férrea voluntad.
― “Sí, ven Papi, entra, que soy toda tuya”.―La misteriosa voz asaltó la mente del capitán sacándolo del trance y su cuerpo tembló, aturdido por la experiencia sufrida.
―Ven, que te estoy esperando.-Las palabras volvieron a azotar su mutilado espíritu.
― ¡Sí de acuerdo, aquí voy! respondió Mayito, adolorido, quitándose el casco y abriendo los brazos. El rostro lleno de cicatrices sonrió aliviado y satisfecho por primera vez en muchos años.
Chunga Maya abarcó con sus mandíbulas toda la popa del “Cherna Tuerta” antes de cerrarlas. La muchacha en un intento desesperado, se arrojó hacia estribor en busca de las cápsulas salvavidas. Pero los temblores de la madera astillada, las explosiones y el metal torcido la hicieron perder el equilibrio y la lanzaron como una muñeca de trapo por la borda, hacia la boca del abismo.

6

A la joven le dolían todas sus articulaciones y tardó un buen rato en recuperar el conocimiento. No se acordaba del momento exacto en que perdió la conciencia. Pero a pesar del dolor, se sentía relajada como si estuviera recostada sobre algo suave y reconfortante. Sus ojos se abrieron de golpe cuando unos dedos fríos y húmedos comenzaron a acariciar con delicadeza su rostro. Un grito de sorpresa y terror se escapó de su garganta y, aterrada, intentó arrastrarse para alejarse de quien le había acomodado la cabeza sobre sus piernas cruzadas. Vomitó y trató de respirar con cuidado para que el aire entrara mejor en sus pulmones. Tenía miedo de voltear la cabeza. Miró a su alrededor frenéticamente tratando de ubicarse. El mar y la muralla de niebla cubrían el horizonte. Su temor inicial fue sustituido por otro mucho más perturbador al percatarse que el rugoso suelo bajo ella se movía al ritmo de un latido o respiración. En ese momento se desplomó, no podía más.
― ¡Estoy muerta y de cabeza en el infierno!―sollozó con la angustia y el miedo devorándole las entrañas.
La figura se levantó y se le acercó con cautela.
―No estás muerta, ni en el infierno. Ni chiflada, a pesar de los duros eventos. Yo tampoco. –le aclaró.
Ana tragó en seco y le devolvió la mirada al muchacho.
Panchito ladeó la cabeza, y la joven notó en sus ojos claros, ahora más grandes y vidriosos, una expresión de pena por ella. Su aspecto era más robusto y viril que antes. Sus ropas estaban casi deshechas por la humedad y por las aletas y protuberancias de su piel escamosa.
―Tranquila ―sentenció él ―No seas tan grosera y burra. ¡Ah, toma! Además, ten un poco de cuidado con tus cosas. ―le tendió la cuchilla que Ana por impulso de su instinto le clavara en el pecho al instante de abrir los ojos.
La joven recuperó la navaja suiza y miró con un estremecimiento recorriendo todos sus nervios, la torcida hoja de acero.-Bueno, lo siento… fue por la piel, ya sabes –se excusó él, encogiéndose de hombros -Creo que el trasmisor todavía funciona. Pruébalo, lo necesitarás para después. Sé que debes sentirte bastante perturbada, pero no te preocupes. Ahora nos encontramos encima de su lomo. Ella nos protegerá. Siempre lo ha hecho.
Aquellas palabras y la visión seguida del arpón clavado a poca distancia de ella era otro puñetazo que su maltratada cordura se negaba a asimilar.
― ¿Qué coño pasa aquí?-¿Qué carajo te pasó a ti? ¿Y al resto, claro? Si no estás muerto. Y no estoy mal de la cabeza. ¿Por qué tienes esa horrible pinta?
―Bueno, en realidad, en nuestro primer encuentro con Madre, todos saltamos con nuestros motomachetes y escafandras. Tu barril no pudo detenerme y logré conseguir un traje de reserva, un cuchillo y saltar. Fue muy estúpido, lo sé, y perdóname por eso. Pero no tenía otro remedio si quería dejar de ser el monaguillo del cuarto de máquina y lucirme con el capitán. Aunque es posible que él luego me despellejara vivo, para disciplinarme. Nunca sentí el miedo royéndome. No sé si soy muy temerario, o muy comemierda, o ambas cosas. Lo cierto es que, junto a los demás, logré llegar al interior de las mandíbulas de Madre. Después, lo que ocurrió es difícil explicarlo. Ninguno de los otros se acuerda .Todo fue oscuridad, y nos dormimos hasta que vino la gloria. Ella no nos consumió. Nos parió de nuevo. Al evacuar a cada uno de nosotros no solo nos despojó de impurezas, sino que nos entregó nuevos dones para enfrentar la nueva vida. Nos entregó el mar, como nuevo mundo, dándonos así una segunda oportunidad.
―Tumba ese monólogo conmigo. ― le interrumpió la muchacha―. Sólo un bobo como tú se deja fanatizar por Mayito. ¿Por qué me cuentas todo esto, mutante, si seguro me quieres zumbar a las entrañas de tu nueva “Mamá”?
―No pienses así. Madre tiene un gran propósito para nosotros. Un plan, para nuestra felicidad en el mundo de las profundidades. Pero no puede llevarlo a cabo, porque había decidido esperarlo primero. No sabes cómo ha sufrido esa espera. Dando constantes vueltas durante años a esa isla con una insoportable expectativa. Más angustiados nos sentíamos nosotros, incapaces de hacer nada por ella. Nunca nos dijo el motivo de su vigilia. Entonces decidimos hacerle una ofrenda. Una morada digna de ella, para que descansara el día en que la espera terminara. Gracias a que somos muchos sus hijos, nadamos hasta el fondo de la Fosa de Bartle. Ahí la construimos con mucho sacrificio y esfuerzo, mezclando restos de embarcaciones, piedras y otros tesoros del océano. De toda esa mescolanza erguimos “Claryantis”, la tocada por la maravilla, la construida en tiempo récord, la siempre húmeda, la de los colosales muros y atalayas de desecho sólido y oro marino y la de la mampostería y diseños improvisados.
Panchito se arrodilló y puso con delicadeza su zarpa en el hombro de Ana. Sus ojos acuosos parpadearon, se agrandaron más y se clavaron en ella.
―Aquí es donde entras tú, preciosa. La vigilia ha terminado y podemos ir a nuestro refugio. Pero primero debemos despistar a la civilización enferma y a sus pescadores. Sé que a pesar de las enormes pérdidas cuando se sientan mejor preparados volverán tras de Madre. Hemos rescatado y preparado un Jet Sky WILL INPUT para tu viaje de regreso. Llevarás contigo el pedazo de aleta de nuestra Madre que el Capitán le arrancó con su arpón, como trofeo. Eso y tu testimonio será suficiente evidencia de que la has exterminado. ¡Ana, la pescadora del Terror de las Antillas! Alcanzarás fama mundial y fortuna en instantes, como siempre has deseado. Nos quitarás la cacería de encima. Nosotros desapareceremos de la curiosidad de la civilización. Será fácil, el mar tiene todo lo que necesitamos y nos sobra. Pero si quieres, puedes regresar. Te diré como hacerlo. Siempre serás mi invitada en “Claryantis”.
―Sobra decir qué ocurrirá si nos fallas―sentenció el muchacho torciendo su boca de batracio en una sonrisa, asomando los agudos dientes.-¿Bien, Ana, qué decides?
La cabeza de la muchacha dudó por unos instantes, pero después asintió en respuesta.
― ¿Pero primero dime donde está Membrillo, el cocinero?-le inquirió.
―Su débil corazón no pudo soportar la gloria y la emoción de contemplar a Madre.
― ¿Y el Capitán?
―Donde él siempre quiso a pesar de que con su obstinación se negaba a aceptar. ¿Imagínatelo?-
Panchito volvió a sonreír y a Ana se le acabaron todas las preguntas.
En ese momento, Panchito se le acercó y le tendió la mano.
―Come, para que recuperes tus fuerzas. Con este tesoro que hemos cultivado en el océano no sentirás hambre ni cansancio por lo menos durante 7 días.
Ana miró con desconfianza la semilla de color oscuro y olor extraño en la palma del muchacho.
―No temas, que con esto no es suficiente para que te vuelvas como yo.
La joven hizo un gesto de asco antes de tragarse el piñón. Al momento sintió una descarga azotando su ser y todas sus fuerzas regresaron de golpe. Pero sus efectos no terminaron ahí. Sus labios se humedecieron, y su cuerpo se sintió un poco más ligero. Un ardor brotó desde el fondo de su estómago y se propagó arrebatando cada célula de su ser. Ana perdió el control ante el súbito ataque de excitación convulsiva.
―Se me olvidó comentarte sobre los afrodisíacos efectos secundarios. Estos sólo duran algunos minutos, pero te ayudaré a superarlos.―le explicó Panchito, tragándose otra semilla antes de lanzarse sobre ella.
Pero la muchacha lo agarró por los hombros y lo subyugó, derribándolo contra el suelo latiente. Ante su mirada, el joven mutante no parecía tan menor y sus escamas y deformidades sólo lo hacían más atractivo. Lo besó en los labios con pasión y violencia mientras con las uñas le arrancó los jirones de ropa podrida. Al principio, las garras del chico se movieron con tacto de serpiente acariciando el ardiente cuerpo de la joven . Pero después se aferraron a la carne femenina con el desespero de un náufrago al no poder controlar la fogosidad de su compañera. La joven acabó de desnudarse, y con furia de amazona se revolcó con él por toda la espalda del monstruo marino. Tres horas y media duró el violento juego de jaleos, acompañados por la moderada y profunda respiración de Chunga Maya, hasta llegar al clímax final.
Ana descansó por unos segundos hasta que pudo ponerse de pie. Respiró profundamente y se sintió muy aliviada. Su fuego interno se había aplacado. Panchito yacía inconsciente cerca de ella, posiblemente en estado de coma.
―Maldito pervertido.―lo despreció con una sonrisa burlona pensando que sus nano― anticonceptivos tendrían un gran trabajo que hacer dentro de ella.
En ese momento una incertidumbre la turbó .Existía la posibilidad de que sus nanos hechos en Vietnam, se bloquearan ante la mutación de la semilla invasora .En ese caso el embarazo sería inevitable y entonces la situación se agravaba ante la duda si ¿pondría huevos? o daría a luz a un nuevo eslabón evolutivo. ¿El Homo Clarius?
Agitó la cabeza para despejarla de tan perturbadores pensamientos.
Se vistió y se encaminó hacia el lomo. Al pararse al lado del arpón divisó la moto acuática flotando cerca de la aleta superior izquierda. Una soga ataba el extremo de la lanza al timón de la embarcación.
Al momento supo qué hacer. Con ambas manos agarró la barra con firmeza, sintiendo bajo sus pies como el suelo se estremecía por el sufrimiento y de un halón la arrancó.
Los temblores de la isla flotante se acrecentaron por el dolor y un profundo bufido escapó de las revueltas aguas. Ana casi se resbaló cuando el tibio chorro de sangre negra la empapó por completo. Logró aferrarse a la cuerda y poco a poco fue recorriendo la distancia hasta llegar a la orilla del archipiélago viviente.
Sin pensarlo se lanzó a las agitadas olas y nadó sin cesar sintiendo que su pecho reventaba por el esfuerzo hasta que arribó a su medio de escape. Revisó la motocicleta acuática con recelo y asombro. Era cuatriplaza y tenía todo lo necesario para un largo trayecto… incluyendo el pedazo de aleta. Hizo una mueca sarcástica cuando encontró, entre las provisiones, una bolsa repleta de las exóticas semillas.
La muchacha, recogió la cuerda con el arpón y se preparó para arrancar. Pero antes, miró atrás y contempló por unos momentos como Chunga Maya hundía lentamente su colosal masa en el océano entre burbujas, resoplidos y gemidos.
Ana no lo pensó más y arrancó. El motor y las turbinas rugieron desperezándose y la Jet ski, alzando su morro, saltó atravesando la niebla. Poco a poco la bruma se fue disipando mientras la muchacha controlaba los impulsos y velocidad de la moto.
Muchos pensamientos revoloteaban en su mente atormentada. El más recurrente de todos era formar parte de la tribu de los hombres clarias, una opción digna de tener en cuenta. Por algo todos los que iban se quedaban en “Claryantis”. Agitó su cabeza y se rió de sí misma, al darse cuenta de que estaba más chiflada de lo que pensaba.
Activó el trasmisor de la navaja suiza en espera del alma que se dispusiera a cargar con una huérfana como ella.

7

Le dolía mucho la cabeza. No, no era curda. Aquello era peor. Además sentía su cuerpo liviano como si flotara. Los dolores de músculos que siempre lo acompañaron se habían esfumado. No recordaba nada. Igual que la otra vez. Abrió sus ojos con temor por primera vez en su vida. La mera imagen le provocó un ataque. Comenzó a convulsionar, a jadear desesperado en busca de aire. Gritó como una bestia, pero el sonido salía distorsionado por las burbujas que vomitaba. Solo había agua y se demoró unos minutos en descubrir sus branquias y sus otros cambios. Estaba en el purgatorio submarino ― pensó. El indicado para él. Sintió que algo se retorcía en su cabeza mientras sus atónitos ojos trataban de asimilar el panorama. Se encontraba acostado sobre el acolchonado capot de uno de los antiguos almendrones anfibios. Un grupo numeroso de personas, incluidos todos los miembros de su tripulación, con la agilidad de tritones, flotaban, danzaban, ¿comían? , y disfrutaban una orgía ante él. Todos se encontraban en la bodega de un buque de carga hundido hacía años, redecorado para el festín.
Entonces una duda apareció en su desgastada mente.― ¿Ana? No la veo. Mejor para ella si escapó de este infierno.
― ¡Al fin, ya estamos juntos, mi amor! ¡Te amooooooo! ― la alegre voz retumbó tanto en el interior del Capitán que éste no tuvo más remedio que levantar la vista.
Ahí estaba Chunga Maya en todo su esplendor, agitando sus aletas y su cola por la emoción y torciendo más sus torcidas fauces en sonrisa.
― Tranquilo, mi vida. Sí, le hablo a tu mente. ¡Así de unidos estamos! Cuando nos conocimos y estuviste dentro de mí se me despertó la conciencia sobre mi existencia y el mundo que me rodeaba. Me sentí muy especial contigo. El terror inicial a esta metamorfosis fue el motivo para deshacerme de ti, antes de tiempo. Fui estúpida. Por eso te busqué y seguí viviendo y comiendo por ti. Tuve que dejar de buscarte por los ríos porque temí quedar encallada por lo mucho que engordé. Por eso salí a los mares a continuar mi búsqueda bordeando la isla. Pero muy dentro de mí sabía que tú harías lo mismo para encontrarme. Muchos trataron de detenerme, pero a todos los vencí y me los tragué. No iba a dejar que destruyeran nuestro amor. Fue entonces cuando comencé a dar a luz cada vez que devoraba a mis enemigos que trataban de alejarme de ti. Les daba nueva vida. Entonces el día llegó y te encontré. Mientras, esperaba por ti, mis niños, nos construyeron esto en el fondo de la Fosa de Bartle. ¡Nuestro nidito de amor! Le llaman “Claryantis,” la tocada por la maravilla. Es preciosa, te encantará cuando te la muestre. Tu transformación ya está completa. No te preocupes, que nunca nos molestarán. Uno de mis hijos se ha encargado de eso en combinación con una navegante tuya. Es una muchacha muy fuerte. Se parece a mí. ¡Pero qué boba soy! Ya habrá tiempo para hablar. ¡Ahora vamos mi rey de “Claryantis”, a celebrar nuestro amor!
Mayito, no sabía cómo reaccionar. Estalló a reír como un niño hasta que la excitación y la pasión de su interior se adueñaron de él, a tal punto que se despojó de sus desechas ropas y se lanzó hacia su amante.
― ¡Esta bien mi reina, ahora sí voy p´arriba de ti!

FIN

Vaya que historia, los escritores cubanos siempre me sorprenden, pero creo que es la primera vez que me noquean como lo ha hecho Salvador con este cuento.
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Lobo7922

Creador de La Cueva del Lobo.

Desde muy joven me sentí fascinado por la Ciencia Ficción y la Fantasía en todas sus vertientes, bien sea en literatura, videojuegos, cómics, cine, etc. Por eso es que he dedicado este blog a la creación y promoción de esos dos géneros en todas sus formas.

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