Un Duende en el Espejo de Agua

Desde que los seres humanos tomaron conciencia de su individualidad les llamó la atención su propia imagen en la superficie del agua, después crearon los espejos. Mirar al mundo dentro del espejo les transportó la mente a lugares misteriosos que todavía existen en la cultura global. La enfermiza necesidad de una compañía subordinada a nuestros caprichos ha creado toda clase de fantasías. Tal vez no somos los únicos en mirar los reflejos y allí también están ocultas las fantasías de personajes no humanos. Con la evolución de la humanidad y convencidos que somos superiores a cualquier otro ser vivo, en cuanto a inteligencia, nos ha sido fácil encontrar innumerables explicaciones para nuestro entorno y defenderlas aunque sea necesario matar a nuestros hermanos. ¿Existe algún fenómeno natural para el cual la humanidad no haya inventado una explicación en el transcurso de la historia?

Vuelve a nuestras páginas Joseín Moros con una nueva narración para el Desafío del Nexus:

Un Duende en el Espejo de Agua

Un extraño muchacho camina por el filo de una fortaleza. Durante la caída libre podría recitar estrofas de algún poema antes de golpear contra las piedras a la orilla del foso lleno de caimanes azules, pero no perdió el equilibrio.

Descansó en el borde con las piernas colgando hacia el precipicio, no quería mirar hacia el poblado a sus espaldas con centenares de casas cilíndricas de piedra blanca y techos rojos. Se abrió la camisola y movió los dedos de sus pies descalzos.

—Tres, ellos tienen cinco. Sin cola, ninguno es tan amarillo como nosotros ni tienen el cabello rojo fresa. Ella tiene los ojos del mismo color de los míos, violeta, y el cabello marrón claro no está mal. No me gustan sus ciudades ni esas máquinas por todas partes, demasiado ruido para nada. Pero tienen bosques agradables aunque sus árboles son pequeños.

Alguien llegó corriendo por el mismo peligroso filo de la muralla, de un salto quedó a su lado también con las piernas y los pies descalzos fuera de la fortaleza, movió los seis dedos con rapidez. Era una muchacha, vestía ropa similar a la del jovencito.

— ¿Qué hablas, Ra? ¿Estás soñando o qué?

—Que.

—Bobo, dime de ella, te oí.

—Oye, Ta. Somos hermanos, nada más, mis pensamientos son míos.

—Oí tu voz, no tus pensamientos, susurras muy fuerte. ¿Quién es ella? ¿La conociste en la montaña o en el lago?

—En el bosque, es una de ellos.

Ta se irguió con un salto de ardilla. Su cola sedosa levantó la parte trasera de la bata.

—No debes hablar con ellos.

Ra también saltó y la mitad de uno de sus pies quedó fuera de la piedra. El muchacho tenía sólo dos tercios de la estatura de la joven.

— ¿Porqué?

—Su propia gente los quema o los encierra cuando hablan con los charcos de agua o la niebla. Despídete de ella, entonces creerá que fue un sueño, siempre están confundidos entre sueños y realidad.

Ta se volvió a sentar, esta vez de rodillas frente a Ra y él la imitó.

Casi juntaron las cabezas. Los ojos color violeta del jovencito y los esmeralda de la muchacha quedaron frente a frente. Ambas cabelleras rojas casi se enredaron por la fuerza del viento en aquella altura.

<< Yo también conocí un humano, cerca del manantial de las rosas. Era un muchacho, parecía de mi edad pero ellos tienen vidas muy cortas como los animales pequeños. Tenía un nombre feo, lo cambié, le diremos Patricio >>

<< También es un nombre feo y por aquí lo usamos con los asnos >>

<< Oye, si quieres aprender >>

Ra asintió con dos parpadeos. La comunicación telepática le era fácil pero sólo escuchar lo aburría.

<< Ocurrió hace mucho tiempo, yo había comenzado a ser fértil por primera vez y decidí estar un tiempo sin ver a nadie. Viajé por la copa de los árboles hasta donde ninguno de nosotros pasaría por allí. Una mañana, mientras recogía hongos para comer con pescado crudo me quedé mirando la niebla de una cascada y lo vi. Él caminaba frente a otra caída de agua en su mundo, tenía un caballete y una tela en blanco, buscaba inspiración. También hizo prácticas con un florete, otra guerra mantenía ocupado a su pueblo, después lanzó sus ropas a las piedras y se metió bajo la cascada, entonces me vio. Yo no tenía mi bata, en el bosque son un estorbo, tú lo sabes >>

El niño asintió con dos parpadeos y ella continuó.

<< Patricio, así lo seguiré llamando, miró mi desnudez y estiró una mano hacia la neblina, como estúpida yo también lo hice. Cuando sintió mis dedos me atrapó y quiso arrastrarme, nosotros somos mucho más fuertes, para escapar di un tirón y él se vino de cabeza. Cayó a mi lado, con terror miró el bosque y luego mi cuerpo desnudo, la cola y los tres dedos lo asustaron. Se levantó borracho de miedo y retrocedió. Me di cuenta que iba a enloquecer, ellos pierden la cordura con mucha facilidad. Entonces le hablé con el pensamiento y simulé estar usando la boca, ellos no se dan cuenta, siempre creen que hablamos su idioma. Aunque lo desean no tienen verdadera capacidad telepática >>

La mirada de Ra perdió brillo, estuvo a punto de interrumpir a su hermana mayor. Ella siguió contando su historia, el poco interés de su hermano la indujo a continuar con rapidez.

<< No te asustes, le dije y me senté en la hierba. Mi nombre es Ta, quiero ser tu amiga. ¿Cuál es tu nombre? Yo fingí dificultad de pronunciación y lo llamé Patricio, él sonrió con menos temor. Iniciamos una conversación larga y llena de sorpresas para los dos. Hasta ese momento nunca imaginé que los seres humanos fueran tan simples, aunque intenté explicarle quienes somos él ya tenía su propia versión y me llamó Duende de la Cascada. Dijo que sus abuelos ya me habían visto cuando eran niños pero le habían dicho que era verde y con el cabello azul. Y así continuó, todo el tiempo tenía las respuestas y si no las imaginaba. Entonces preguntó cómo hacía para regresar a su mundo. Comenzó a llorar cuando le dije que no sabía, porque fue él quien entró en el mío contra mi voluntad >>

Ta detuvo la narración y Ra se levantó.

<< ¿No quieres saber qué pasó? >>

<< Sí, pero con menos palabras. Me aburro >>

El muchacho sintió un sacudón y cayó sentado muy cerca del borde. Ra nunca había imaginado tal clase de historia, la acababa de recibir como una explosión en el cerebro.

Vio a su hermana construyendo una choza en compañía de Patricio, aunque era grande no tenía tanta fuerza y ella hizo los trabajos pesados; transportó las piedras para hacer la chimenea, no quiso hacerlas flotar en el aire para no intimidarlo más. Los vio en la cama cubierta de paja, Ta jugaba con él y reían casi todo el tiempo, hasta que Patricio lloraba cuando Ta tenía que irse. Cuando tiempo después ella volvía él saltaba de alegría alrededor de la choza, se había acostumbrado a permanecer desnudo cuando el clima lo permitía. Varias veces intentó escapar alejándose en busca de cascadas, tenía la certeza que alguna le serviría para retornar a su mundo. Se perdió una y otra vez, el sentido de orientación de los humanos a Ra le pareció deficiente y comprendió porqué dependían tanto de sus pequeños inventos.

<< No tienen tantas capacidades como imaginan >>

Sintió ganas de llorar cuando vio a su hermana efectuando amargas tareas. Estuvo quemando la choza, también a esculturas de madera y pinturas sobre tablas y cartón. Había un cerro de papel arrugado con poemas, Ta casi nunca los leyó pero sin cansancio había suministrado los materiales para que Patricio no enloqueciera de soledad. Patricio vivió su aislamiento hasta los setenta y cuatro años esperando la mayor parte del tiempo el regreso de Ta, mirando y mirando las cascadas cercanas, esperando y esperando que se abriera una puerta para regresar a su mundo, al cual no tuvo la oportunidad de conocer suficiente. Había llegado un momento en que las imágenes de amigos y familiares desaparecieron de su memoria, fue cuando comenzó a pintar recuerdos. Ta nunca se lo dijo, los dibujos no se parecían en nada al mundo de Patricio, ella lo sabía bien porque muchas veces miró en cascadas y lagunas ese mundo que cambiaba con tanta rapidez y sufrimiento innecesario.

Ta habló en voz alta, miraba a su pequeño hermano con ternura.

—Los humanos sólo son compañía temporal. Está prohibido que produzcan descendientes en nuestro mundo, por eso los alejamos unos de otros y los esterilizamos con la hierba apropiada. Son peligrosos cuando se hacen fuertes en manadas, siguen siendo salvajes como desde el tiempo cuando nuestros ancestros los vieron convertirse de monos a humanos. Todavía son monos aunque unos pocos de ellos hablen de la vida como seres inteligentes, resultan palabras vacías sí miras a fondo en la vida de esos sabios que nuestros maestros conocieron bien. Es difícil de creer en la enorme cantidad de promesas y compromisos que nunca cumplen, ni siquiera con ellos mismos.

La muchacha lo ayudó a levantarse.

—Estás a tiempo Ra, no la sigas mirando, en cualquier momento estirará su mano y te la traerás. Debes saber, sí la regresas la acusarán de loca o bruja, depende donde viva y entonces de verdad lo pasará mal. Y si la haces olvidar ella misma se creerá loca, porque en ellos el olvido nunca es total, tenlo presente: los seres humanos son frágiles y muy inestables. Su falla es creerse superiores a sus semejantes, elegidos por algún dios o conocedores que los dioses no existen, y además se creen con mentes más poderosas cada generación. En verdad sólo son eficientes para aumentar en número y destruirse unos a otros con sus pequeños inventos. No podemos comprender el asesinato de un semejante, por eso es imposible que nos entendamos con los humanos.

Ra estaba ahora frente una caída de agua en medio de un bosque similar a una jungla tropical con extraordinarias dimensiones, su bata empapada por el rocío brillaba al sol cuando alguna luz lograba pasar entre las copas de los árboles. De vez en cuando movía las manos para agitar remolinos de microscópicas gotas de agua, de esa manera buscaba en diferentes lugares del mundo humano.

<< Otra guerra. El parque está destruido, hay edificios derrumbados y cadáveres por todas partes. Los combatientes no dejan de disparar. Estúpidos humanos. Y todavía sus sabios dicen que no están utilizando todo su cerebro, todo lo contrario, lo usan por completo y aun así no salen del salvajismo. De nada sirvieron las veces que alguno de nosotros estuvo allí para orientarlos, en su creencia de superioridad solo nos vieron como tontos niños del bosque y distorsionaron con insulsas leyendas nuestras entrevistas >>

Espejos rotos, charcos de agua y superficies metálicas pulidas le servían a Ra para mover su búsqueda por la oscura ciudad. El tableteo de ametralladoras, explosión de granadas y rugido de las llamas llegaba muy atenuado a los oídos del muchacho. En su larga vida, desde el punto de vista de un humano, Ra vio muchas guerras a través de las cascadas pero nunca se arriesgó a pasar al otro lado en ambientes de batalla, se contentó con deambular por selvas y desiertos. Con sólo desearlo podía desaparecer en el aire y regresar a la seguridad de su bosque.

<< Sigue viva, recuerdo muy bien el sonido y el aroma de su mente. Le percibo cerca, allá es de noche. Ella tiene la música del miedo, la siento con claridad >>

Desde la superficie de un automóvil medio aplastado Ra obtuvo la visión de un callejón oscuro entre edificios. En ese momento un tanque de guerra comenzó a disparar contra la estrecha calle y guerrilleros encapuchados se protegían detrás del blindado. Desde lo alto cayeron botellas con gasolina, el vehículo chocó las paredes y la construcción se desmoronó.

Ra podía ver con mucha más velocidad que los humanos, entre la lentitud de ladrillos cayendo y el humo estático distinguió a la muchacha detrás del muro atropellado por el vehículo militar. En segundos el techo y los pisos superiores terminarían por aplastar a la joven. Su reacción fue instantánea, brincó hacia adelante, nadie lo vio emergiendo del metal. Con dos saltos superó una distancia asombrosa, algunas balas perdidas vinieron desde atrás, las presintió y arqueó el cuerpo; como lentos gusanos perforando gelatina los proyectiles siguieron adelante.

El techo venía cayendo cuando Ra tomó a la joven por la cintura y la arrastró hasta el otro extremo de la habitación, miró la pared y se abrió un agujero como sí un cañonazo silencioso lo hubiera creado. Siguió adelante con ella y se ocultó cerca de una puerta metálica derrumbada, a su alrededor habían vehículos que alguna vez estuvieron en reparación.

Ella estaba casi desmayada pero había percibido que alguien la arrastró a un lugar más seguro, la oscuridad apenas le permitió ver la cabellera roja bajo los fogonazos de los disparos y el lejano brillo de las llamas. En ese mismo instante Ra y la muchacha vieron otro vehículo blindado al fondo de la calle, estaba girando la torre del cañón para disparar contra el lugar donde ellos se encontraban. Fue entonces cuando ella creyó oír una voz.

<< ¿Quieres ir conmigo a un lugar seguro? >>

El cañón ya casi estaba señalando hacia ellos.

<< Decídete. ¿Quieres ir conmigo? >>

—Sí.

Ocurrió el fogonazo. Ra vio el proyectil, salió del cañón con lentitud, realizó una curva imposible y el blindado estalló. Entonces la pareja ya no estaba allí.

La experiencia de su hermana le fue útil. Ra ya tenía preparada una cabaña en un lejano lugar del bosque con clima agradable, vegetación hermosa, cascadas maravillosas, facilidades para cultivar y criar pequeños animales de granja. Además había almacenado tela, ropas de abrigo, leña, alimentos deshidratados dentro de enormes jarras de loza; en pocas palabras, tenía todo previsto para rodear de comodidades y felicidad a la joven que traería del otro mundo.

Después de un sacudón ella pudo ver al muchacho de cabellera roja, piel amarilla, ojos color violeta, tres dedos en cada extremidad y cola prensil, dio un alarido y cayó desmayada. Al despertar, para su comodidad, Ra se había quitado la bata oscura, esta vez el grito de la joven fue más prolongado y salió corriendo hacia la profundidad de la selva.

Ra se sintió obligado a presionar en la mente de la muchacha como hacían sus congéneres con los animales y así protegerse de agresiones sin dañarlos. La desorientó para que corriera en círculo y horas después llegó extenuada a las puertas de la casa de piedra y madera. Un sopor la mantuvo quieta mientras Ra le ordenaba sentarse en la hierba del jardín lleno de flores y establecía la primera conversación.

Le fue necesario emplear meses de atención casi continúa en la joven hasta que Ra soltó la mente de Chita. En un principio ella rechazó el nombre pero Ra no cedió, en todo momento se dirigía a ella con ese apelativo. La razón sólo él la conocía: una vez, mientras hacía furtivos recorridos en el otro mundo, estuvo oculto en el interior de una carpa de circo y vio actuando un chimpancé hembra, con ese nombre, y ataviada como mujer. Aquello hacía reír a las multitudes de seres humanos. Intentó comprender por qué y no logró una respuesta satisfactoria, entonces lo comentó con uno de los más viejos del pueblo. La explicación le fue fácil de comprender.

«Muchacho, los humanos tienen demasiada imaginación y poca inteligencia. En su desmedido orgullo y soberbia a ellos les causa risa ver un animal actuando como ellos. Les parece algo risible, les inspira falsa ternura ver aquellos seres que nunca podrán alcanzar la pretendida grandeza humana. Loros, monos, perros, gatos, son los preferidos para experimentar algo de superioridad, les atribuyen cualidades humanas y al mismo tiempo las niegan con su risa. No te engañes, son homicidas, exterminaron poblaciones enteras de semejantes quienes también evolucionaban desde la animalidad y todavía no dudan en efectuar los más horribles genocidios»

Chita resultó inteligente y buena compañía. Con los años pareció convencerse de una realidad: su madre y hermanos debían haber muerto la misma noche que Ra la rescató. Él se lo explicó en detalle: sin haberlos visto antes y sentido sus mentes le era imposible buscarlos como hizo con ella. También la muchacha pareció comprender la insensatez de regresar, aunque podía hacerlo porque había venido con Ra de mutuo acuerdo. Por supuesto nadie le creería donde había estado y los recuerdos de un mundo tan extraño al lado de un duende del bosque terminarían por enloquecerla. Chita olvidó su nombre, su familia, su raza, su naturaleza y se sintió otro duende del bosque, al menos como ella creía que eran tales duendes.

Las ausencias de Ra fueron terribles para ella, la sensación de abandono y soledad desgarraban su mente y enfermaban su cuerpo. Los regresos del muchacho la inundaban de tanta alegría que parecía haber enloquecido, pensaba Ra. Saltaba sobre él y lo abrazaba con tal fuerza que Ra debía actuar sobre su conciencia para tranquilizarla.

Una vez Ra le trajo un compañero debidamente esterilizado para evitar la procreación de humanos, el hombre pertenecía a una amiga del pueblo. Aunque al final lograron comunicarse, a pesar de provenir de diferentes países con otros idiomas y costumbres, ocurrieron peleas cuando sus opiniones sobre el lugar donde se encontraban no concordaron y Ra lo devolvió a su amiga. En otra oportunidad fue una mujer, en edad menor que Chita, esta vez las peleas fueron por celos con respecto a Ra y Chita suplicó que se la llevara. En definitiva ella prefería la soledad, le era más fácil que luchar por mantener una relación con otro ser humano.

Pasaron los años y Chita envejeció.

La mujer, ahora con sesenta años estaba avejentada de manera prematura. Aunque nunca intentó acercarse a una cascada para mirar hacia su mundo o enfocar la vista largo rato sobre el espejo que Ra le había instalado en la casa, su mirada interna continuaba en el ambiente donde nació, como un gato en un balcón que mira al jardín deseando ser un tigre en libertad.

Un día volvió la alegría a sus ojos, Ra apareció en la puerta esa mañana y trajo en sus brazos un ramillete de frutas parecidas a fresas con sabor de mango y manzana madura. Ella habló y habló durante horas del mismo tema: cómo sería su familia si no hubieran muerto. Al atardecer Chita descansó su cabeza en el pecho de Ra.

<< Tenía razón mi hermana Ta. Fue duro ver en sus ojos tan absoluta confianza mientras la envenené >>

El fuego consumió el cuerpo de Chita y también la casa. Después Ra, de un enorme saco de cuero, vertió tierra oscura y la vegetación creció con rapidez; en pocos días hasta un árbol salió en el lugar donde antes estuvo la chimenea.

Ra caminó hasta la catarata y miró el remolino de rocío.

<< Otra guerra religiosa. Esas son las peores, nunca terminan >>

Agitó las manos y las imágenes cambiaron.

<< Seguro encontraré otra Chita, me gusta el color marrón claro en el cabello >>

Frente a Ra apareció un campamento de refugiados, las imágenes de sufrimiento se fueron sucediendo a medida que el muchacho exploraba las caras de la gente.

<< Al menos otro de ellos tendrá una vida diferente, en un lugar cómodo y libertad para descansar cuanto quiera. No necesitará pertenecer a una familia o crear la propia, por su bien yo ocuparé la totalidad de sus necesidades de dar y recibir afecto. Y hasta es posible que la nueva Chita llegue a comprender la verdadera evolución, observando a la humanidad desde mi mundo >>

Fin

Muchas gracias a Joseín por esta historia y recordemos que está participando en el Desafío del Nexus con ella, si disfrutaste de este cuento, no te olvides de votar al compartir en facebook.

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Joseín Moros
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