Los Cielos de Júpiter: Mirando a Dios en el Ojo

Waldemar y su tripulación han conseguido dar un golpe considerable a la Flota de la Inquisición, pero ¿serán capaces de escapar a la retaliación?

Violeta bajó de la nave y se sintió cansada, había pasado una semana en la órbita, el último puerto que había conocido fue Julia, la Ciudad de los Asesinos, y aquello había sido apenas un hangar que los misteriosos habitantes del lugar les cedieron amablemente. La vista de los verdes interiores de Ciudad Tsiolkovski era mas que bienvenida, pero también le recordaba todo el cansancio que tenía acumulado.

Respiró profundamente llenándose los pulmones del aire fresco, definitivamente tenía un aroma distinto al de los regeneradores de la nave.

Su tripulación se despidió de ella con respeto, todavía no se acostumbraba al título de Capitana, pero definitivamente le gustaba, «Capitana Violeta,» ¡que bien sonaba aquello! Se miraba en el espejo y se lo repetía «Capitana Violeta,» le encantaba escucharlo.

En aquel hangar había naves de todo tipo, pero los ojos de Violeta reconocían las siluetas de los navíos de sus compañeros, aquella era la «Justicia» mas allá se veía la «Discreta» de la Almirante D’Aramitz y en efecto junto a ella flotaba una mujer de piel oscura con una absurda peluca de cabellos blancos y un sombrero de tres puntas, Sheila no podría verse mas ridícula, pero no cabía duda, bajo aquella guisa no la reconocería ni su madre.

«Ocultos a plena vista» —le transmitió a través del subconsciente a la Almirante y a Allan quien también portaba unos blancos rulos que flotaban ridículamente alrededor de su cabeza.— «No cabe duda que Rackham es un genio.«

«Un genio y un demente, no es bueno olvidar lo segundo.» —Apuntó la D’Aramitz.

«¿Estamos todos aquí?«

El trío flotó en silencio hacia los ascensores, sin intercambiar media palabra como si no se conocieran.

«Diana me informa que han regresado treinta y cinco de las treinta y seis naves.«

«¿Quienes son los que están faltando?» —Violeta tuvo un mal presentimiento…

«El Capitán Waldemar y su tripulación.«

Violeta no pudo disimular, en su rostro se reflejó un mar de tribulaciones.

«¿Entonces es cierto? ¿El viejo Capitán y tú tienen algo?«

Violeta intentó disimular, pero ya era tarde, así que asintió en silencio y un tanto avergonzada.

«Podría ser tu Bisabuelo Violeta…«

«Pero no lo es Allan» —Violeta no miró al artillero pero si lo hubiese hecho lo hubiese dejado muerto— «Es mi hombre. Y después de todo tu no estás precisamente en posición de juzgar las relaciones de los demás» —Violeta dejaba así en evidencia que sabía lo del Artillero y la Almirante.

«No te preocupes Violeta» —transmitió conciliadora Sheila— «Voy a pedirle a Diana que intentemos ponernos en contacto con Waldemar en cuanto pueda.«

«Te lo agradecería» —respondió Violeta apenada.


En realidad una pequeña fragata como aquella no era un verdadero problema, si la corbeta estuviese llena de misiles sería un combate casi parejo en realidad, pero ya no les quedaba ni un solo misil.

¿Cuantos torpedos nos quedan? —La voz de Waldemar era sombría.

Los que usted quiera Capitán, por torpedos no vamos a sufrir. —Silverio intentaba disimular una alegría que no sentía.— Pero ¿cree usted que los torpedos tengan un papel aquí? Esa fragata no es tonta, ellos no se van a dejar golpear.

No necesitamos golpearlos Silverio, —el viejo Capitán realizaba los cálculos en su mente— solo necesitamos que nos de suficiente espacio para entrar en la atmósfera Joviana, solo eso, no necesitamos ganar esta pelea ¿lo entiendes? Solo necesitamos que nos dejen huir y nada mas, ¿crees poder hacerlo? No intentes golpearlos, solo hagan que se aparten de nuestro camino.

Vamos a intentarlo Capitán.

Denme su mejor esfuerzo, con eso me basta muchachos.

Les dimos —interrumpió Percy— el astillero está en pedazos, la mala noticia es que ahora los destructores vienen por nosotros.

Tenían que huir y tenía que ser ahora, la fragata por debajo, seis destructores por encima, su única oportunidad de escape era la atmósfera de Júpiter, tenían que seguir bajando sin importar nada, pero había que evadir a la fragata.

Waldemar accionó los controles, la velocidad era su ventaja, así que aceleró al máximo que permitía el reactor.

Los instrumentos indicaban que mas abajo la fragata ya había comenzado a disparar a pesar de que a aquella tremenda distancia las posibilidades de golpearlos eran muy bajas. Waldemar evadió los proyectiles sin dejar de continuar descendiendo.

Los artilleros no esperaron la orden del capitán para devolver el fuego, pero tal y como el viejo Waldemar les había dicho no intentaban golpear directamente a la nave si no que distribuían los disparos en un patrón alrededor del frente de la fragata para conseguir que retrocediera o al menos conseguir que avanzara con mas lentitud.

Por encima los destructores continuaban aproximándose y comenzaron a lanzar sus misiles aún y cuando se encontraban muy lejos. A aquella distancia Silverio y los otros artilleros del  Riqueza Prospera podían predecir la trayectoria de los misiles con facilidad y destrozarlos mucho antes de que hicieran algún daño, pero se hacía claro que los destructores de la Flota de la Inquisición no estaban planeando en ahorrar…

No hay manera de que consigamos deshacernos de todos esos misiles mi Capitán, lo siento.

No se preocupe Silverio, no es su culpa —Waldemar veía los proyectiles que se aproximaban a toda velocidad, la decisión era entre los misiles que llovían desde arriba o los cañones de la fragata mas abajo. Aceleró el descenso.— Prepárense para los impactos.

La fragata también continuaba bajando y al mismo tiempo acercándose a la pequeña corbeta de Waldemar.

Mi Señor Capitán —el tono de Perceval era solemne— aunque mi servicio bajo su mando a ha sido breve, quiero que sepa que ha sido un honor.

En todos los años que llevo cruzando las órbitas de Júpiter nunca había tenido a alguien tan eficiente como tú muchacho. —Por un corto momento los hombres se estrecharon la manos reconociendo a un compañero valioso el uno en el otro— Pero no te rindas todavía Percy, puede que todavía tengamos una oportunidad.

Hagamos lo mejor que podamos Señor.

La fragata de la Inquisición todavía se encontraba a una distancia considerable, quizá fue suerte, quizá uno de los artilleros tenía una habilidad muy grande, lo cierto es que dos proyectiles sacudieron con fuerza a la Riqueza Prospera.

La armadura aguantó Señor.

Waldemar no respondió, estaba demasiado ocupado intentando recuperar el control de su navío.

Pasaron el horizonte de la fragata enemiga, ya nada les impedía alcanzar la atmósfera del gigante gaseoso. El Capitán Waldemar Sanchez enfiló su nave hacia abajo para alcanzar las nubes tan pronto como fuera posible, desde arriba continuaban lloviendo los disparos y los misiles.

Nunca pensé que diría que anhelo alcanzar la seguridad de la atmósfera de Júpiter, pero carajo…

Que gusto ver que ya se siente de humor para realizar bromas Capitán —Percy no levantaba los ojos de los instrumentos.

La fragata enemiga intentó continuar descendiendo, pero aquel vehículo nunca fue diseñado para volar entre los vientos jovianos, la Riqueza Prospera sin embargo comenzó a desaparecer entre las nubes y a extender sus alas. La intensa radiación de Júpiter pronto cubrió a los instrumentos y rápidamente se hizo imposible detectar a los enemigos, así como ellos también esperaban que los enemigos no pudieran verlos a ellos.

¿Lo hicimos Perceval? ¿Conseguimos escaparnos?

Lo hicimos señor —respondió el Segundo de abordo mientras cerraba los inútiles aparatos de detección y se relajaba en el asiento.

Entonces fueron alcanzados por un misil.

Los controles saltaron y casi golpearon las manos del viejo Capitán, pero este se aferró a ellos e intentó por todos los medios detener la barrena en la que había entrado la corbeta. A medida que giraban sin control Perceval observó que la gran mancha roja de Júpiter se asomaba por el horizonte, no pudo evitar pensar que el planeta se burlaba de ellos por creer que podía haber alguna seguridad en el interior de su atmósfera.

Fueron unos minutos frenéticos pero eventualmente el Capitán recuperó el control de su nave y consiguió estabilizarlos en una corriente estable de viento.

¿Donde nos golpearon?

Lamentablemente fue el reactor Señor, el cristal sigue en su posición, pero estamos perdiendo el Torio, si estuviésemos en órbita podríamos repararlo, pero dentro de la atmósfera Joviana, no hay manera.

Y no podemos salir porque el enemigo nos detectaría de nuevo, ¿cuanta energía nos queda?

El cristal por si solo puede proveernos de mucha energía, pero no la suficiente para mantenernos con vida dentro de la atmósfera.

¿Cuanto tiempo tenemos entonces?

Podemos permanecer aquí abajo unos diez minutos Señor, mas allá de eso, la radiación del planeta nos freirá.

Hagamos que esos diez minutos valgan entonces. —Waldemar aceleró al máximo.

 

Los Cielos de Júpiter continúa el Lunes 10 de Marzo de 2014

En esta nueva reedición espero publicar el nuevo capítulo el 26 de Diciembre de 2018.

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Lobo7922

Creador de La Cueva del Lobo.

Desde muy joven me sentí fascinado por la Ciencia Ficción y la Fantasía en todas sus vertientes, bien sea en literatura, videojuegos, cómics, cine, etc. Por eso es que he dedicado este blog a la creación y promoción de esos dos géneros en todas sus formas.

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5 comentarios

  1. La historia se esta volviendo interesante y movida. Por cierto, tengo una duda que me esta comiendo el cerebro y es ¿Qué diferencia hay, en el espacio, entre un cohete y un torpedo? lo preguntó porque a veces siento que los usas como si fueran dos cosas diferentes y otras veces como si fueran la misma.

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