Los Cielos de Júpiter: Evacuación

Durante el rescate del asesino Silvio Díaz, los rebeldes se encuentran con unas cuantas sorpresas.

El Gran Almirante Alberto Fernandez podía ver toda la situación a través de las cámaras, entre el escape de los internos y la carga de los rebeldes sus marinos no tenían ni idea en qué dirección a disparar, así que las balas volaban en todas direcciones.

—Ahora, inicien la aceleración del cilindro ahora. —El delgado rostro de Fernandez fue cubierto casi por completo por su amplia sonrisa.


Sheila y sus hombres habían conseguido posicionarse en el interior del bloque de celdas, a sus pies había un charco de sangre donde se apilaban los cadáveres de los enemigos y los suyos, según los cálculos de Sheila ya había perdido diez hombres para rescatar a aquel condenado asesino, esperaba que tal sacrificio valiera la pena.

A diferencia de los estrechos corredores en donde una fuerza inferior podía medirse contra un enemigo superior; el bloque de celdas era bastante amplio y los números de la Inquisición les daban una clara ventaja, pero el escape de los prisioneros los había sumido en una tremenda confusión, los rebeldes habían aprovechado el momento y prácticamente tenían el área controlada, pero atrincherada tras las defensas que sus enemigos controlaban apenas instantes antes, Sheila intentaba comprender el diseño del área entre una ráfaga de disparos y  la siguiente. Aquel lugar tenía al menos diez diferentes entradas, y ella tenía menos de setenta y cinco hombres de pie y en buen estado, es decir siete u ocho hombres para proteger cada entrada, y la Inquisición no tenía las limitaciones de ella.

El ruido de los disparos era ensordecedor y hacía difícil concentrarse, que diferente al silencioso combate en el vacío interestelar.

—¡Van a mandar refuerzos y no hay manera de que podamos contenerlos! —Gritó en la dirección general en que pensaba que los hermanos Rackham podían encontrarse— ¡Tenemos que salir de aquí ahora mismo!

Frente a ella vio caer de un solo tajo de una cuchilla invisible a los últimos tres marinos que aún se parapetaban tras un muro bajo. Con su peculiar traje bañado en sangre, apareció Alphonse, su rostro extrañamente calmado.

—No hay necesidad de gritar Sheila querida, ya nos vamos.

Un hombre delgado, viejo y con cabellos largos venía arrastrado por un brazo invisible,

—Capitana Sheila D’Aramitz, su fama la precede…

—Silvio Díaz, espero que de verdad seas tan valioso como mi amiga Genevieve piensa —Sheila apuntó al sujeto con un dedo— y ya no soy Capitana, ahora soy Almirante.

Díaz asintió con una sonrisa ladina que al parecer no abandonaba su rostro con demasiada frecuencia.

—Amigos escúchenme — Genevieve apareció frente a Sheila y los demás hombres— este es el hombre por quien hemos sacrificado tanta sangre, si conseguimos sacarlo de aquí con vida él podría representar el primer paso para la unión de los clanes de asesinos de Júpiter, ¿qué significa eso? Si los clanes se unen en una sola causa, un traje como este —señaló el dispositivo que le permitía volverse invisible— podría estar en manos de todos y cada uno de los soldados rebeldes ¿imaginan la ventaja que algo así haría?

—No creo que los usemos con la misma habilidad que ustedes, pero definitivamente sería una ventaja enorme. —Respondió Mancuso, uno de los soldados rebeldes.

Pero en ese momento se acercó uno de los prisioneros con uno de los rifles de la inquisición en la mano, Alphonse lo apuntó y el hombre dejó caer el arma.

—¿Qué hay de nosotros? ¿Van a ayudarnos a escapar a nosotros también? Tenemos un enemigo en común ¿no? ¿Cómo planean salir de aquí? ¿Van a llevarnos con ustedes?

—Pueden venir con nosotros si conservan sus vidas cuando salgamos de la nave. —Le dijo Genevieve.

—Suficiente charla, es hora de irnos —Sheila de pronto se sentía cansada, muy cansada, sentía que estaba teniendo dificultades hasta para mantenerse en pie.

—Un momento por favor, pensé que ustedes venían a rescatarme a mi. —Otro de los prisioneros se aproximó, pero Sheila sintió que conocía aquel rostro de alguna parte.— ¿Realmente nadie sabe quien soy?

—Lo siento amigo, no tenemos ni idea —Alphonse en definitiva no era el mas amable de Júpiter.— ¿Quien se supone que es usted?

—Soy Raul Carter antiguo Decano del departamento de ciencias de la Universidad de Ganímedes, ¿de verdad no vienen a rescatarme a mi?

El sujeto continuó hablando pero la atención de Sheila pasó a su comunicador en donde Diana, quien se había quedado en el corredor anterior para protegerse, gritaba desaforada.

—¡Sheila! ¡Necesito ver el rostro de ese hombre!

Sin mediar palabra la D’Aramitz le transmitió una imagen vía subconsciente, sabiendo que ya no había necesidad de ocultar sus transmisiones a la Inquisición.

A través del comunicador Sheila pudo escuchar el grito ahogado de Diana.

—¡Sheila! ¡Ese es mi padre! ¡Está vivo!

Sheila interrumpió a Carter y le pasó el comunicador, el hombre un tanto extrañado recibió el pequeño aparato y lo colocó en su oreja, casi de inmediato se llevó una mano a la boca y sus ojos se llenaron de lágrimas cuando escuchó la voz de su hija.

—Tenemos que salir de aquí cuanto antes, no podemos seguir perdiendo nuestro tiempo en amenidades —Sheila prácticamente resopló aquellas palabras y sintió que a medida que retrocedía hacia el corredor los pies le pesaban una barbaridad. Viendo los cadáveres y los charcos de sangre se sintió tambalear.— Creo que tengo nauseas…

—No se trata de eso Sheila Querida —Alphonse la tomó por el brazo para ayudarla a estabilizarse.— es la gravedad, los muy malditos están haciendo girar el cilindro habitacional mas rápidamente para aumentar la gravedad.

Tenemos que salir de aquí antes de que empeore, vamos a movernos a los niveles superiores donde el efecto es menor —Genevieve tomó la delantera del grupo moviéndose con un paso semi agachado para adaptarse mejor a la creciente gravedad.

Cuando Diana y su padre se encontraron apenas tuvieron oportunidad de darse un breve abrazo, y aunque ambos estaban inundados en llanto Genevieve no les dio tiempo para nada mas.

—¿Puedes controlar la rotación del cilindro desde aquí?

—No, lo siento. —Diana se limpió las lágrimas de su rostro.— Ya aislaron los controles del puente hace tiempo, sin embargo sí tengo control de los ascensores, al final del corredor hay uno esperándonos.

—Excelente —Genevieve redobló su gracioso paso y el resto del grupo la siguió.

Sheila que venía casi de última acompañada por Alphonse no dejaba de mirar atrás esperando que en cualquier momento aparecieran los refuerzos de la Inquisición, pero a medida que se alejaban mas y mas, una idea iba cobrando mas fuerza en su cabeza.

—Espera un poco Alphonse.

Se agachó junto a uno de los cadáveres enemigos y le quitó el visor de la cara y se encontró con un rostro que le era demasiado familiar.

—¿Un soldado clonado? —Alphonse no daba crédito a sus ojos— pero ¿por qué no se deshizo igual que los otros? ¿Y las armas? ¿Los uniformes?

Sin responder Sheila como pudo corrió hasta otro cadáver y le arrancó el casco y en efecto también se encontró con el mismo rostro.

—Soldados clonados, ¡soldados desechables! esto fue otra trampa de la Inquisición…

—Ya no importa Sheila —la voz de Genevieve demostraba que ella también estaba cansada.— Solo nos queda correr, ¡vamos todos corran al elevador!

Pero no había dicho aquello cuando las alarmas comenzaron a sonar en todos lados.

«Atención el proceso de descompresión ha iniciado, se recomienda a todo el personal abandonar las instalaciones»

Llegaron al ascensor y no entraba todo el grupo. Estaban agotados sin embargo uno de los reos decidió ponerse a discutir.

—Nosotros iremos primero, de lo contrario ustedes nos dejarán aquí tirados, y yo no quiero morir.

—Déjalos Miguel, —Raul, el padre de Diana intentó calmar al sujeto— ellos son guerreros, ¿qué harás tú si en el otro extremo del elevador hay marinos de la Inquisición esperando?

—No habrán, ellos ya evacuaron este cilindro…

—Los clones están programados para no preocuparse por su propia vida, deja que se vayan ellos primero y entonces nos enviarán el elevador de regreso ¿no es cierto amigos?

—Por supuesto, pero tú debes venir con nosotros Papá.

—¡No! —Miguel, el prisionero, tomó a Raul por el brazo— él será nuestra garantía de que enviarás ese elevador de regreso, no querrás ver a tu papi muerto ¿o si?

—Eso no es necesario, yo no quiero ver a nadie muerto —Diana y los otros rebeldes estaban ya a bordo del elevador.

—Tranquila cariño, todavía queda mucho tiempo antes de la descompresión, ve tranquila, nosotros esperaremos aquí.

—¡No Papá ven con nosotros!

—Diana no tenemos tiempo para esto —Sheila le puso una mano en el hombro.— Cada minuto que pasa la gravedad es peor.

—Diana escúchame, dile a Louis que la respuesta que busca es tu nombre completo junto con tu fecha de nacimiento, dile que use el nombre que yo quiero para ti.

—¡No Papá! Tú mismo se lo dirás.

—Ve cariño, vete ahora.

Las puertas del elevador se cerraron y Diana quedó con la boca abierta pensando que su Padre a quien solo había visto por unos minutos después de considerarlo muerto por mas de diez años, quizá ahora moriría realmente. Las lágrimas corrieron por su rostro.

A medida que el elevador los iba subiendo la gravedad se hacía mas soportable, cuando las puertas se abrieron no los estaban esperando un escuadrón de marinos de la Inquisición, sin embargo las alarmas continuaban sonando de forma ominosa. Diana casi de inmediato conectó los cables a la terminal y envió el elevador de regreso.

—Ya está listo, ahora debemos continuar amiga. —Sheila intentó arrastrar a Diana por un brazo.

—Denme un momento, creo que también puedo sellar el aire en estos corredores de modo que cuando ocurra una descompresión al menos estos corredores conserven algo de atmósfera durante un tiempo.

—Diana —la voz de Genevieve era imperativa— sabes bien que si no vienes con nosotros no podremos escapar y toda la misión se habrá ido al garete, junto a nuestras vidas…

—Está listo, continuemos.

Corrieron en dirección a las cápsulas de rescate, pero cuando estaban a punto de llegar todo el lugar comenzó a sacudirse de arriba a abajo con enorme fuerza.

 

Los Cielos de Júpiter continúa el Lunes 5 de Mayo 2014

 

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Lobo7922

Creador de La Cueva del Lobo.

Desde muy joven me sentí fascinado por la Ciencia Ficción y la Fantasía en todas sus vertientes, bien sea en literatura, videojuegos, cómics, cine, etc. Por eso es que he dedicado este blog a la creación y promoción de esos dos géneros en todas sus formas.

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