La Muerte del Cosmonauta

Dos hombres bajan a la superficie de un satélite para su exploración. Su prioridad, un punto palpitante en el mapa, algo que no debería estar allí y que desencadenará una serie de acontecimientos nefastos. ​

Desde España nos llega una historia de la autora Eunice Espejo Cerezo, para participar en el Desafío del Nexus de Diciembre:

La Muerte del Cosmonauta

La luz artificial entró por las falsas ventanas anunciando la hora de levantarse. A pesar de estar a años luz de su casa habían dormido bien.

Uri Dolman fue el primero en levantarse e ir al módulo cocina a preparar el desayuno. Poco después Aleksander entró por la puerta.

—¿Qué tenemos para hoy? —preguntó entre bostezos.

—Lo mismo de siempre, papilla de vitaminas con sabor a plátano.

—No, me refiero al trabajo. ¿Cuál es nuestra prioridad ahora que estamos en la superficie?

—Aquel punto en el mapa —Mientras se llevaba la comida a la boca señaló a su izquierda.

El mapa del satélite brillaba en azul sobre un fondo negro en una pantalla colgada del techo. En el se apreciaban los escasos accidentes geográficos y un punto palpitante en la esquina noreste.

—¿De qué se trata?

—No lo sé —contestó Dolman masticando su puré—. Por eso tenemos que ir a verlo.

—Pero, ¿se trata de algo grande?

Aleksander no estaba muy convencido de querer salir de la Cápsula de Superficie aunque sabía que era algo inevitable. Estaba allí precisamente para explorar aquel satélite al que nunca antes había llegado nadie. Por un lado era emocionante, ser el primero en pisar un lugar tan apartado de la Tierra, pero por otro no podía quitarse la sensación de claustrofobia. Al fin y al cabo, él sólo estaba allí por sus conocimientos sobre medicina, biología, antropología y arqueología, algo asombroso por sí sólo pero que carecía de utilidad para explorar un satélite en medio de la nada. Aún así le habían elegido a él para acompañar a Dolman y no había podido negarse.

—No lo parece. Antes de aterrizar programé la Nave Nodriza para que hiciera un análisis detallado de la superficie en busca de movimiento y formas diferentes a los accidentes geográficos cada quince minutos. Ese punto es lo único que aparece. No ocupa más de dos metros cuadrados y lleva ahí toda la noche. Tendremos que ir a comprobar de qué se trata.

La superficie del satélite era arenosa y carente de colorido. Las rocas salpicaban el paisaje de forma heterogénea provocando una sensación de caos y soledad. La penumbra continua lo acentuaba. La arena se esparcía por el aire enseñándoles que fuera se movía el aire aunque dentro de sus trajes no pudieran notarlo.

—Aquí es —anunció Dolman a través del comunicador con voz metálica.

—¿Ya? Por el mapa hubiera jurado que estábamos más lejos.

—Las apariencias engañan. Este satélite es muy pequeño —Torpemente sacó un aparato del traje y lo miró. Tras unos segundos frunció el ceño y observó alternativamente aparato y entorno esperando encontrar algo—. No veo nada raro. Aquí sólo hay rocas.

Aleksander observó también, conocedor de que cuatro ojos ven más que dos.

—¿Cómo de exacto es ese aparato?

—Digamos que tiene cierto margen de error.

—A lo mejor lo que buscamos se esconde tras una de estas rocas.

Dolman pareció considerar esa opción unos momentos hasta que finalmente accedió.

La búsqueda era tediosa. Aquellos aparatosos trajes lo hacían todo el doble de complicado. A esas alturas habían perdido toda esperanza de encontrar algo fuera de lo normal cuando Dolman masculló un «¡Oh Dios mio!» que hizo que a Aleksander se le helara la sangre.

—¡Qué pasa! ¡Qué has visto!

—Miralo tu mismo —contestó sin apartar la vista de lo que había detrás de una enorme roca.

Allí, semienterrado, estaba el cuerpo sin vida de un cosmonauta. A través del cristal de su casco podía verse el hueso amarillento del cráneo, sin un átomo de carne por el paso del tiempo. Los dos se miraron sin saber que decir. Aquello era demasiado para el primer día.

—¿Cómo…? —fue lo único que consiguió articular Aleksander sin poder comentar en voz alta la pregunta que los dos tenían en la cabeza: ¿Cómo narices había llegado ese allí?

Aleksander se dio un susto de muerte cuando escuchó la voz del sistema de seguridad del traje. «Oxigeno al 10%. Quedan 60 minutos de autonomía». Sin darse cuenta habían pasado horas observando la espeluznante escena sin articular palabra.

—¿Qué hacemos? —dijo Aleksander.

—Llevemoslo a la nave. Es lo único que se me ocurre. Allí podemos asimilar todo esto e intentar averiguar qué ha pasado.

Entre los dos sujetaron el cuerpo con cuidado y lo llevaron hasta la nave, algo nada difícil teniendo en cuenta que sólo era un saco de huesos, y lo colocaron sobre la camilla del módulo médico. Ahora, ya sin aquel incómodo traje de por medio, observaron al sujeto detenidamente.

—¿Te has dado cuenta de que su traje es demasiado ligero para ir sobre una superficie extraterrestre?

—Si, es lo primero en lo que me he fijado, creo que no se trata de un traje espacial —contestó Aleksander meditabundo—. Diría que se trata de un traje biológico de nivel 4, el de mayor protección.

—No lo entiendo —En la cara de Dolman se plasmaba la frustración. Nada tenía sentido.

—¿No se suponía que éramos los primeros en pisar suelo extraterrestre más allá de Marte y la Luna?

Dolman no contestó. La respuesta a esa pregunta era clara y sin embargo allí estaba ese esqueleto para ponerla en duda.

Un examen de los restos determinó que se trataba de un hombre caucásico que, en algún momento de su vida, se había fracturado un brazo que había cicatrizado perfectamente. Nada en el traje daba algún dato adicional. Al menos los conocimientos de Aleksander había servido para algo.

Por más que Dolman miraba el instrumental de la cápsula nada indicaba que en la superficie del satélite hubiera alguna nave. Pero entonces, ¿Cómo había llegado aquel hombre allí? Y, si alguien lo había llevado y luego se había marchado ¿Por qué lo habían abandonado?

—Debemos volver a donde lo encontramos —sugirió Dolman al cabo de unos días—. Está claro que ni su cuerpo ni su ropa pueden decirnos nada más. A lo mejor allí queda algo que no vimos la primera vez.

Aunque reacio, Aleksander accedió a volver. No tenían alternativa.

Era como si allí nunca hubiera ocurrido nada. La arena que el viento arrastraba había borrado sus huellas y había tapado el lugar donde antes estaba el cuerpo.

—Tendremos que buscar bajo la arena —mencionó Dolman con un gesto de resignación.

El oxígeno descendía lentamente. 90%, 80%, 85%… Las horas pasaban y la búsqueda se hacía cada vez más tediosa con la arena como enemiga.

—Creo que tengo algo —dijo al fin Dolman y sacó algo del suelo.

—¿Qué es?

—No se… ¿Una caja? ¿Un maletín? Tú deberías saber mas de esto que yo.

La caminata de vuelta se hizo más larga que de costumbre mientras pensaban en el botín. Al abrirlo comprobaron que, efectivamente, se trataba de un maletín.

—Es una maleta de muestras. Se utiliza para ir guardando los residuos microbióticos que se encuentran al explorar una zona infectada. Es muy común cuando surge una epidemia de una enfermedad desconocida. Lo que no alcanzo a comprender es qué pinta esto aquí. No se utilizan este tipo de equipos en el espacio. Para eso se utilizan materiales especializados.

—Bueno, al menos es una confirmación de que el traje que lleva nuestro cosmonauta misterioso es un traje biológico y no uno espacial.

—No se de que puede servirnos ese dato, estamos igual que al principio.

—Todavía nos queda la caja —señaló hacia ella como un mago al mostrar el conejo de la chistera.

Aleksander lo miró amonestador y se acercó a examinar el contenido.

—Muestras varias… —dijo apartando pequeñas bolsas de plástico transparente con tejidos minúsculos en su interior— y esto.

Sobre la mesa un objeto cuadrado, negro y hermético adquiría toda la atención. A primera vista era difícil saber de qué se trataba pero conforme lo observaban descubrieron que era un receptor que debía recibir grabaciones de algún micrófono inalámbrico. Un análisis más exhaustivo del traje biológico les reveló que el micrófono se encontraba incrustado al casco.

—¿Crees que grabó algo antes de morir? —dijo Aleksander.

—Creo que si lo hizo, podremos escucharlo.

—¿Cómo?

—Tengo por aquí algo que puede servir —dijo mientras rebuscaba por algunos cajones—. Aquí está. Si abro la carcasa y saco la tarjeta de memoria puedo conectarlo con este adaptador al ordenador. Las tarjetas de estos chismes suelen ser universales así que no debería haber problema.

Junto al receptor desguazado Dolman conectó la tarjeta al adaptador. En el ordenador apareció un archivo de audio confirmando el éxito. La duración era de cinco horas.

«14 de Octubre de 2023. Entrada 1. Antecedentes.

A día 13 de Octubre de 2013 un grupo de espeleólogos han hallado restos de una estructura incierta en las profundidades de la Cueva de Voronia o Cueva de Kruber en el distrito de Gagra, Georgia. Según las declaraciones de los cinco espeleólogos la estructura está avanzada tecnológicamente, muestra signos de envejecimiento y permanece rodeada de follaje no identificado.

Fin de la entrada 1.

15 de Octubre de 2013. Entrada 2. Primera Exploración

Me dispongo a entrar en la zona R5-2350 de la Cueva de Kruber, lugar del avistamiento de una estructura avanzada tecnológicamente de procedencia desconocida y rodeada de follaje no identificado. La zona muestra los signos de desgaste propios del paso de aguas subterráneas pero no de acción humana.

(Ruido de pasos)

Confirmación visual con la estructura en cuestión.

(Ruidos diversos entre ellos movimientos y un clic)

Tomada fotografía general de la escena y catalogada como Evidencia 1.

(Ruido de pasos)

La estructura está rodeada por un extraño follaje. No consigo identificar ninguna de las plantas. Procedo a tomar muestras de algunas de ellas al azar para examinarlas con posterioridad. Catalogadas como Muestras 1 a 10.

(Ruido de traje en movimiento)

La estructura está formada por lo que parece ser algún tipo de aleación de metales y muestra evidentes signos de envejecimiento por desuso. Queda descartado el hierro por no haber indicios de óxido.

Me dispongo a adentrarme en la estructura.

(Ruido de pasos)

El interior presenta unas ….

(Ruido de estática)

(Ruido ambiental y unos extraños gemidos de fondo que van desapareciendo)

(Ruido ambiental)»

Pasados unos minutos apagaron la cinta y se miraron con evidente preocupación.

—Creo que no me ha quedado claro —dijo Dolman— ¿Ha dicho que estaba en Georgia?

—Eso parece.

—¿Y cómo narices ha llegado aquí desde Georgia?

—No se… ¿Crees que tiene algo que ver con la estructura que estaba investigando?

—Supongo que nunca lo sabremos con certeza.

—¿Y ahora qué?

Los dos estaban demasiado confundidos para saber qué hacer. Aunque la información que tenían parecía indicar que aquella estructura era la causante de todo, la grabación era demasiado confusa como para afirmarlo. Incluso en caso de ser cierto todavía quedaba la cuestión de cómo una estructura en la Tierra podía enviar un hombre a un satélite situado a años luz.

—Deberíamos deshacernos del cadáver. Ya sabemos todo lo que podíamos saber y no pretendo llevarlo de souvenir a casa.

—Coincido contigo. ¿Qué hacemos con él? —preguntó Aleksander.

—Podemos llevarlo de vuelta a donde lo encontramos y darle un entierro digno. Lo enterraremos junto a la roca en un hoyo profundo.

—¿Y qué hacemos con la grabación y las muestras?

—Eso nos lo quedamos. Lo metemos en una de esas bolsas herméticas del módulo médico y hacemos un informe detallado de todo lo ocurrido. Cuando lleguemos lo entregamos y nos olvidamos de todo.

A pesar de notar el peso de sus huesos durante la caminata todo parecía un mal sueño. Incluso mientras cavaban bajo la roca a más profundidad de la necesaria todo parecía irreal.

—¿Qué es eso que hay al fondo?

Más irreal se convirtió cuando Dolman encontró aquella placa metálica al fondo de la improvisada tumba.

—No lo toques, sólo puede traernos más problemas. Enterremos al hombre y vayámonos de aquí.

Pero todo se volvió realmente ilusorio cuando Dolman tocó la placa en contra de las advertencias de su amigo. El mundo se hundió en una profunda oscuridad y al despertar ninguno de los dos podía creer donde se encontraban. La extraña estructura de la Cueva de Kruben ahora se había convertido en su tumba.

Fin

Muchas gracias a Eunice por su participación y les recordamos que esta historia está participando en el Desafío del Nexus de Diciembre y que pueden votar por ella con el botón «Compartir» de facebook.

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Lobo7922

Creador de La Cueva del Lobo.

Desde muy joven me sentí fascinado por la Ciencia Ficción y la Fantasía en todas sus vertientes, bien sea en literatura, videojuegos, cómics, cine, etc. Por eso es que he dedicado este blog a la creación y promoción de esos dos géneros en todas sus formas.

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