RUSLA @FPW

¿Existe el amor a primera vista? ¿O más bien, al primer olfato? Al buscar pareja, ¿tendremos alguna idea de qué pretendemos encontrar? Cuando nada se sabía del ADN, ¿Qué pensaban los intelectuales respecto al parentesco entre las llamadas razas? ¿Por qué de repente nos parece que hay gente “repetida” y sentimos la misma atracción o rechazo contra la copia que tenemos enfrente? ¿Y los fenómenos paranormales? ¿Por qué han sido tan perseguidos como “asunto de gente inferior”, a pesar de su gran atracción sobre tantos? ¿Y los brujos y brujas? ¿Por qué la humanidad parece conservar una relación amor odio con ellos?

 

Vuelve a nuestras páginas Joseín Moros con una nueva historia de Sociedades Secretas para nuestro Desafío del Nexus de Abril:

Rusla @FPW

Una prostituta está parada en la esquina, su delgado cuerpo y la cabellera dorada brillan bajo la escasa iluminación, cientos de lentejuelas cubren la poca tela del traje corto y ceñido.

—Camina, Rusla. ¡Los hombres no vendrán en carros de lujo!

La misma voz del viejo que se había detenido a su lado bajó de volumen y murmuró cerca de su oído.

—Eso era antes cuando mi abuela caminaba estas calles… jajaja.

La guerra fría tiene más de dos décadas de haber estallado y en el 2045 no hay perspectiva de su final.

Caracas es un hervidero de intrigas políticas, su ubicación geográfica al norte de la Unión de Repúblicas Rebeldes Suramericanas permite un gran movimiento de personas de todas partes del globo. La ciudad un siglo antes fue la gran promesa arquitectónica del planeta, ahora parece una metrópoli extraída de los más pesimistas escritos de ficción.

La mayoría de los rascacielos perdieron los vitrales, ellos reflejaban sus imágenes y producían un caleidoscopio de ensueño. El cinturón de ranchos en los cerros ahora tiene millones de metástasis en aquellas enormes estructuras. Madera, cartón, y toda clase de desechos, son el sustituto de los vitrales y por las noches la falta de luz eléctrica hace desaparecer muchos de los edificios en la oscuridad.

Hay un beneficio: el aire es limpio y claro por la escasez de automóviles; el relincho de burros y caballos sustituyó bocinas y ronquido de motores.

La gran noticia de hoy, repetida una y otra vez en las emisoras de radio del continente, es: “Cayó la estación espacial Euroamérica Unida, murieron treinta y dos mil soldados” No hay imágenes para el público, ya casi nadie tiene televisores o computadoras, fueron racionados desde el Mar Caribe hasta la Patagonia.

En la esquina donde se encuentra Rusla, —y al menos treinta mujeres más deambulando por la acera—, llega otra iluminación procedente de una cadena de bombillos rojos en el pasillo de El Zamvil. Este edificio fue uno de los mayores centros comerciales de la ciudad, ahora convertido en el prostíbulo más famoso y concurrido que se haya conocido en la historia de Caracas.

En mitad de la cuadra se inicia una fila de personas, tal vez un millar de ellas, sentadas en el suelo o en bancos de madera individuales, algunos alquilados y otros de su propiedad. La razón de la fila es para obtener alimentos y al amanecer comienza la repartición, muchas veces interrumpida por las peleas entre la gente.

Nadie sigue el ritmo de una estridente música. Un vehículo oficial la emite para celebrar el accidente espacial sufrido por el abominable enemigo; un locutor narra una y otra vez la tragedia, sin hacer mención que tan solo año y medio atrás otra estación espacial similar —la Avance Glorioso y Total— cayó en el interior del continente asiático, llevando el triple de tripulantes. La carrera para construir fortalezas militares en órbita aún está en sus comienzos y cada potencia intenta erigir la propia, con resultados negativos hasta el momento.

—Rusla, camina o te castigarán. Pasó por aquí el Coronel en su carro de vidrios ahumados, te vio sin hacer nada. Camina, camina niña, por eso nos dicen caminadoras…jajaja.

Fue entonces cuando apareció aquel extraño, la miró y se detuvo. El individuo que la azuzaba se alejó meneando las caderas.

El extraño tenía ojos muy negros, cabello gris con rastros de haber sido castaño claro, iba vestido como la mayoría: pantalón y camisa arrugada, zapatos y chaqueta fabricados con tela parecida a la de un costal. Podía considerársele viejo, porque la expectativa de vida en la Unión de Repúblicas Rebeldes había caído a cincuenta y cuatro años, por efecto de mala nutrición y resurgimiento de enfermedades que ya se habían erradicado el siglo pasado.

<< ¿Esa cara la he visto antes? >>

—Hola lindo. Sígueme y lo pasarás bien —cantó la muchacha.

<< Se ve sano para ser viejo. ¿Por qué me parece conocido?, casi nunca olvido una cara. Cuando le quite los pantalones será más fácil recordar >>

—Voy a la fila de comida —gruñó el individuo, pero no se movió.

<< ¿Entonces por qué me miras así?, estas tomando una decisión, no me engañas viejito, no piensas en esa clase de comida >>

Rusla dio una graciosa vuelta para que el hombre la pudiera evaluar. Desde la fila de gente nadie miraba hacia ellos, la prostitución formaba parte del paisaje diurno y nocturno y mucha gente en aquella fila vivían de ella.

— ¿Cuántos años tienes?

<< El viejito está interesado en serio >>

—Dieciocho.

Y sonrió para ocultar aún más la verdad.

—Abre la boca.

<< ¿Será medico? >>

Con los mismos movimientos graciosos volvió a girar y mostró su garganta. Cuando observó que la olfateaba como si fuera un animal, a su mente llegó el trozo de una pesadilla, nunca podía atraparla al despertar y en este instante una imagen borrosa flotó frente a su cara. Sintió miedo del recuerdo, no del hombre.

—No me gusta El Zamvil, llévame a otro lugar. ¿Cómo te llamas?

—Rusla. No está permitido, a menos que pagues la multa.

Rusla hizo una seña con cuatro dedos, muy cerca de su pecho, para que no pudiera ser vista desde lejos.

—La pago —y para sorpresa de Rusla, extendió el brazo izquierdo en gesto galante.

La muchacha lo tomó, caminaron un trecho y en la entrada del pasillo había dos mujeres corpulentas en una taquilla, miraron con atención la cara del hombre y recibieron el dinero, bromeando sobre lo bien que lo iba a pasar. Rusla y su cliente regresaron al exterior y continuaron caminando por la acera.

—Ya deben ser las tres de la madrugada, lo sé por el lugar donde alcanza la fila de gente —canturreó Rusla.

<< ¿Por qué me cae simpático, es viejo? Bueno, debe tener plata, pero no es por eso, de verdad me gusta >>

 ▲

 Iniciaron el ascenso por unas escaleras para llegar al piso once, muy pocos ascensores funcionaban en la ciudad. La electricidad estaba racionada a pocas horas en la noche y nunca podían contar con el suministro todos los días. Había una lámpara de querosén cada cuatro pisos, pálida y temblorosa.

​<< Debe ser agente del gobierno o trabaja con algún cacique. Mi primer hombre importante. Tal vez hoy mi suerte cambiará. Debo dejarlo contento, no parece muy exigente, espero >>

​Habían hablado muy poco, Rusla le describió la calle mientras venían y el individuo sólo dijo “muy bien”, de vez en cuando.

​De repente en el cuarto piso el hombre miró una lámpara y la llama se apagó; puso a Rusla detrás de él contra la pared y sacó una pistola. El sonido de pasos sigilosos alertó a la muchacha.

​<< ¿Me protege? Nadie protege una prostituta >>

​—Soy gente de paz —dijo el hombre con voz quebrada y tos jadeante, en la densa oscuridad.

​<< Habló como un anciano >>

​Cuatro hombres y cinco mujeres surgieron en el recodo y encendieron una débil linterna, todos tenían cuchillos en la mano. El cliente de Rusla tosió más y aplastó contra la pared a la muchacha. A Rusla el movimiento de su acompañante le indicó que otro instrumento mortal había aparecido, un ancho cuchillo rebotó la luz contra los merodeadores.

​<< No está enfermo, finge debilidad >>

​—Tranquilo, hombre. Ya nos vamos, guarda esas cosas. —dijo una de las mujeres, acelerando el paso.

​<< No me vieron en la oscuridad >>

​Cuando llegaron al apartamento resultó ser un cuartucho con baño. La única ventana daba a la cordillera norte. Después de cerrar con tres llaves, Rusla encendió una vela.

​—No hay agua, pero tengo un barril lleno.

​Sin preguntar el hombre tomó asiento en un sillón destartalado.

​—Tengo ron. ¿Quieres?

​—No has preguntado mi nombre. Medio vaso, gracias.

​—Pensé que no querías decirlo.

—Mi nombre es Urso. ¿Quién te puso ese nombre, Rusla?

—Mi abuela. De sus nietos fui la única con ojos azules y pelo amarillo, como ella. Me dijo que Rusla fue el nombre de una pariente de hace muchos siglos. Averigüé que fue una guerrera del norte europeo, mató muchos enemigos.

— ¿Por qué no te lo contó ella misma?

—No sé. Me dijo que si encontraba el hombre adecuado conocería mejor a la abuela Rusla. Creo que no estaba bien de la cabeza y en el pueblo decían que era bruja porque movía piedrecitas para entretener a los niños.

— ¿Como las movía?

—Colocaba la mano encima y las piedras flotaban. Nunca me dijo el secreto del truco.

—Tienes pesadillas, Rusla?

—Todo el mundo tiene pesadillas.

—Las tuyas son diferentes, yo también tengo.

— ¿Vamos a hablar de pesadillas? —y se sentó en sus piernas, bebió del vaso de ron y luego lo puso en la boca del hombre. La llama de la vela aumentó con un chisporroteo.

—Urso dijo cuatro palabras, parecían sólo una, tenía sonidos similares a la letra Ñ y suaves K intercaladas.

Ella lo miró con cara de agradable sorpresa.

—No, no tengo hielo. Nadie tiene refrigeradores en este edificio. Así me hablaba mi abuela, ella decía que era de un lugar cercano al polo norte, pero las vecinas venidas de Rusia decían que ese lenguaje lo había inventado mi abuela porque era medio loca y medio bruja.

— ¿Cómo llegó ella a Suramérica?

<< ¿Por qué le cuento esto? Esos ojos negros me hacen feliz >>

—Escapó de la Guerra del Gasoducto, sabía mucho de armas. Aquí se unió con un venezolano de padre portugués y madre indígena de la costa; era muy bella esa india, tenía ojos grises y también conocía el truco de mover piedritas. Vi una foto y en la familia hablaban mucho de ella.

La conversación siguió ese derrotero, Rusla hablaba sin parar hasta que llegó a ella misma. Entonces terminó el vaso de un trago y continuó con lentitud.

—A mi pueblo llegaron las revueltas por comida y mis padres murieron en un combate callejero, mi abuela huyó conmigo a Caracas. Ella traducía documentos en una oficina del gobierno, sabia idiomas, de repente enfermó y aquí estoy desde que cumplí doce años, en verdad tengo quince y un poquito más.

—Ambos bebieron otro trago de ron, y Urso la besó en la boca.

 ▲

 Al amanecer Rusla abrió los ojos.

Estaba sorprendida, las pesadillas no la agobiaron en el rato que había dormido. A su lado Urso roncaba. Ella miró el cuerpo desnudo, en el pecho estaba el tatuaje que tanto le gustó. Una espiral de giro a la derecha y su opuesta, estaban a los lados de una mano como si alguien hubiese soplado pintura azul sobre su propia mano abierta, para dejar impresa la silueta, pero le faltaba el meñique

<< Es igual a la figura grabada en piedra de mis pesadillas, no me asustó cuando la vi en el cuerpo de Urso >>

—Entonces recordó las palabras pronunciadas por Urso al quitarse la ropa.

—Rusla, tú y yo pertenecemos a la hermandad secreta más antigua que puede existir en la Tierra.

La había mirado a los ojos, resplandecientes por el efecto luminoso de la vela.

—Ahora sigue mis instrucciones.

Aquello fue un ritual lleno de extrañas palabras. Hubo dulzura, cuando llegó la explosión también Rusla fue elevada a las nubes y oyó la rotura de un dique en su cerebro. Un géiser de recuerdos brotó en el lago congelado de su conciencia y entonces comprendió la razón de las palabras de Urso:

“Tú y yo pertenecemos a la hermandad secreta más antigua que puede existir en la Tierra”

<< Por esto siempre me sentí lejos de mi gente >>

 ▲

 El ruido de la regadera despertó a Urso, recordó que durante un rato habría agua corriente. En el baño encontró a Rusla.

Después, casi desnudos prepararon un gran desayuno, pretendían utilizar la mayor cantidad de alimentos que pudieran comer. Con harina de maíz hicieron arepas, en una cocinilla de kerosén sobre una plancha metálica; colaron café en una bolsa de tela, cortaron mucho queso duro y salado y un gran trozo de panal de abeja. Después se limpiaron los dientes con el mismo cepillo, sin crema dental.

—No lleves mucho, sólo un pequeño paquete. Usa ropa oscura, zapatos sin tacón y el cabello recogido, las calles estarán casi solas hasta el mediodía.

— ¿Siempre será así, cada vez que estemos juntos tendré más recuerdos?

—No lo sé, los míos siguen llegando cuando estoy en peligro, anoche en el pasillo recordé las palabras que recité en la cama. Es el ritual de la boda, imagino que todos las conocían y por eso afloraron cuando decidí luchar por tu vida.

— ¿Boda? ¿Ahora soy tu esposa? Bueno, si ya no tienes una,

—Nunca tuve esposa, hijos sí, ninguno tiene recuerdos. Sólo si me aceptas seremos esposos.

Rusla se abalanzo y lo arrastró a la cama.

 ▲

 Habían caminado varias cuadras y un carromato arrastrado por dos burros los alcanzó. Subieron sobre costales de verduras y ropa usada, sin mirarlos el conductor continuó el trote, Rusla comprendió que ya sabía dónde llevarlos.

El sol comenzó a calentar, a su alrededor no existían locales comerciales grandes, sólo pequeñas tiendas para reparación de zapatos, venta de ropa usada, mantenimiento de bicicletas y carromatos, herrerías para burros y caballos, bastantes cafeterías donde las personas comían empanadas chorreantes de grasa, de pie frente a las barras y tomaban bebidas alcohólicas caseras. El café tenía precios superiores a las demás infusiones.

Llegaron a un área de mejores condiciones económicas, también sin locales comerciales, era una zona de viviendas para empleados gubernamentales de bajo nivel. Atravesaron los bloques de residencias, al otro lado entraron a un terreno donde maquinaria de construcción oxidada y vehículos desvencijados estaban alineados. Había diez o quince perros en jaulas, esperando la noche para rondar por el terreno y cuatro hombres armados con escopetas, distribuidos en el área. Los mal encarados individuos saludaron con respeto a la pareja, sin mirar demasiado a Rusla. Urso y la muchacha caminaron hasta una puerta metálica en un galpón de sólida estructura y el hombre con el carromato se fue.

Un rato después la pareja estaba en la cama, hablando en la penumbra de una habitación amplia llena de estantes cerrados.

—Vivo aquí desde hace veinticinco años, he viajado mucho pero este es mi centro de operaciones. En el pueblo donde nací estuve en una pelea a muerte, fue cuando los recuerdos más claros y completos aparecieron en mi memoria. Comprendí por qué siempre me sentí fuera de lugar y mi desconfianza con la gente. Miré a mí alrededor y vi los más peligrosos depredadores que han exterminado razas y especies a lo largo de su existencia.

Rusla apoyó su cabeza en el pecho del hombre, y mientras acariciaba el tatuaje en su pecho habló con voz llorosa.

—Mi abuela decía que toda la gente de su pueblo fue exterminada después de años de persecución en fiordos y estepas Cuando los encontraban olían sus bocas para reconocer si eran de «los otros» Se llevaban las niñas y mataban el resto. Yo creí que ella hablaba de acontecimientos recientes, nunca imaginé que los recuerdos de sus pesadillas fueran tan reales y tan distantes. ¿Pero si podían comunicarse a distancia, mover piedras, hacer fuego con la mirada, por qué no pudieron rechazar los ataques?

—Éramos diferentes, como las ovejas; estuvimos aislados durante mucho tiempo, sin enemigos importantes, tal vez durante millones de años, no sé. Los invasores fueron como lobos y muy numerosos.

Al llegar la noche todavía el hombre y la mujer hablaban en la oscuridad.

—Deben haber existido muchos como nosotros, ignorantes de pertenecer a otra humanidad. Muy pocos al despertar lograron encontrarse. Ahora será diferente, en Europa descubrieron un Factor Primordial del ADN, todavía no lo saben pero creo que es nuestra marca. Nos servirá como identificación previa de nuestros futuros aliados, después exploraremos sus mentes.

— ¿Es como un tatuaje?

Urso no sonrió.

—Buena comparación. Sirve para explicarte más.

Desnudo en la cama se puso frente a ella.

—Cuando los primeros, en la forma estricta de la palabra, “los primeros” recorrían la Tierra, un grupo desarrolló la capacidad de hablar. Se quedaron en una zona limitada, un “paraíso terrenal”, como lo mencionan algunas religiones. Ellos tenían la inteligencia para comunicarse con palabras y podían mover objetos a distancia. Como te dije, en mis recuerdos los veo haciendo esas cosas que ahora llaman “paranormales”. Encendían fuego sólo mirando la yesca, doblaban ramas para tener frutos a su alcance, hacían tropezar las piezas de caza, perder el equilibrio a los pájaros en vuelo, arrancar peces del agua, se llamaban unos otros a distancias enormes, sin articular sonido y otras maravillas para la gente actual.

—Mi abuela encendía velas con la mirada, todos pensaban que era un truco y algunos la consideraban una bruja. Una vez lo hice pero nunca más pude lograrlo. En sueños vi gente desnuda encendiendo fuego en una cueva, me dio miedo y traté de no soñarlo más.

—Esas pesadillas son recuerdos ancestrales colectivos, creo que casi no tenemos recuerdos de «individuos». Como decía tu abuela, llegaron manadas de invasores y nos fueron exterminando. Siempre raptaron mujeres y niñas, cuando tenían retoños olfateaban sus bocas para descubrir los “diferentes”, con el tiempo y a medida que la mezcla con ellos fue diluyendo nuestra sangre ya les fue imposible distinguir la diferencia. La capacidad de hablar nos la robaron con el tiempo, pero no lo demás, por ello los fenómenos paranormales son tan escasos y tan perseguidos sus practicantes. Podemos ver nuestra desaparición como si un tatuaje identificador se hubiera convertido en millones de trozos y se repartió entre los asesinos. Así nos eclipsamos; diluidos, fraccionados en los invasores.

Rusla se acuclilló en la cama.

—Y algunos de nosotros intentamos reconstruir el tatuaje, buscándonos a ciegas, sin saber qué buscamos ni el porqué de las pesadillas. Ahora comprendo a mi abuela y por qué me preparaba para una búsqueda, ella decía: es una gran insatisfacción, nadie llena tu espíritu aunque hagas el mayor esfuerzo y debes seguir buscando, tal vez aparezca.

Guardaron silencio durante un largo rato.

Urso respiró profundo.

—No debemos permitir que conquisten el espacio, nunca deben lograrlo o los perderemos, ya hay demasiados. Nos robaron el planeta y aquí se quedaran mientras reaparecemos. Yo te buscaba desde que llegaste a la ciudad, todas las noches recorría las calles, era como sí oyera tu voz pidiendo ayuda. Así se comunicaban ellos, con emociones.

— ¿Cómo encontraremos aliados?

—El primer paso es encontrarlos, el siguiente ganar su confianza y hacerlos creer en sus pesadillas. Recuerda, nuestra sangre está muy diluida en la de ellos y no es fácil reconocer la verdad. Pero ahora será diferente, como te dije, el año pasado en Europa descubrieron un nuevo Factor Primordial del ADN, cambió la totalidad de lo conocido y aceptado en genética. No imaginas cuánto he leído, preguntado, curioseado en los sitios más extraños; tengo una computadora con libertad de conexión al extranjero, porque soy agente secreto de este gobierno. Mis jefes nunca lo imaginarán, pertenezco a una hermandad secreta que nació cuando nuestra sangre quedó prisionera dentro de los primeros habitantes racionales del planeta.

— ¿Cómo se llama esa marca? La sigo imaginando como un tatuaje.

Urso esta vez sí sonrió por la comparación y la abrazó con fuerza.

—Le llaman @FOX2P2W, sólo porque hace mucho tiempo al FOX2P2 le atribuían el dominio del lenguaje en la especie humana. A este @FPW, como yo lo llamo, nos da la llave para la revancha. Los científicos están desconcertados, no logran ver en este Factor Primordial cómo opera, aparte de intervenir en la capacidad lingüística también parece intervenir en conductas intelectuales sobresalientes y desarrollo de individuos con alta capacidad de liderazgo. Se niegan a pensar que existió una ramificación importante de la especie humana en un lejano momento, luego al reencontrarse la hibridación forzada produjo todas las demás ramas de la llamada “evolución”. Será demasiado tarde cuando lo descubran y si entre ellos hay uno de nosotros nunca lo revelará; la fuerza de nuestra conciencia colectiva es ingobernable, como si se pretendiera que una hormiga o una abeja se rebelen contra su propia comunidad.

Un suave sonido de campanillas salió de algún lado.

Urso se levantó en la penumbra y miró por una ranura en la ventana blindada de metal. Después sacó de un estante un cilindro negro y lo desenrolló, resultó ser una pantalla de imágenes con sonido.

— ¿Un televisor? Una vez vi uno, pero era una caja grande.

—Es mi computadora, recuerda que soy un agente del sistema. Esta máquina detecta mi voz y al tocarla identifica mi ADN. Llegó una noticia importante.

Urso leyó con rapidez. Desnudo y de pie frente a la muchacha, habló en voz baja, al mismo tiempo acercó su cara para bajar aún más la voz.

—Hace año y medio, la estación espacial Avance Glorioso y Total de nuestros aliados cayó en Asia, las investigaciones tomaron otro rumbo. La destrucción de la Euroamérica Unida también ocurrió en extrañas condiciones. Nuestros agentes descubrieron algo importante, bajo interrogatorio con drogas los europeos tienen una mujer que habla de pesadillas, ella está involucrada en sabotaje. Me están diciendo en este correo: nosotros también teníamos una sospechosa que dijo sufrir alucinaciones nocturnas, murió lanzándose de un transporte militar de prisioneros. Me ordenan investigar personas con molestias similares, no dicen más.

— ¿Ambas fueron destrucciones provocadas por nosotros?

—Así parece. Yo había imaginado un sabotaje y me alegré, fue cuando se me ocurrió que ellos no deben conquistar el espacio.

— ¿Será una idea en nuestra mente colectiva?

Urso la miró, complacido por su percepción.

—Estoy seguro, sí. Hace cuatro años tuve una pesadilla. Los vi dominando el sistema solar, reinando en la luna y Marte, y pensé: «no deben salir del planeta, no hasta que estemos organizados para recuperarlo» Somos una mente colectiva, las alarmas importantes para nuestra seguridad nos avisan, aunque muy pocos están en capacidad de comprenderlas como algo más que una sensación de angustia inexplicable.

—Urso, ¿no será ahora más fácil detectarnos con ese factor de ADN?, es más preciso que olfatearnos en la boca como lo hacían al principio.

—No estoy seguro, primero deben establecer una relación entre el factor @FPW y los saboteadores, muchos lo tienen en la sangre aunque no manifiestan los síntomas que ellos enumeran. Por alguna razón que no imagino la mayoría de las veces no se revela. Sólo está allí esperando a cuando el individuo consiga una pareja que también lo tenga y entonces, tal vez, alguno de sus hijos lo manifieste como nosotros. Toda limpieza étnica, lo dice la historia, nunca, nunca, logra su cometido a nivel genético.

La campanilla volvió a sonar y Urso leyó en silencio.

Rusla miró la pantalla.

—No son letras. ¿Cómo puedes comprender eso?

—Es lenguaje codificado. Tengo veinticinco años en esto y ocupo un alto nivel. Estoy seguro que muchos de nosotros, en la historia de esta humanidad, ocuparon posiciones que les permitieron sembrar caos y atraso. De acuerdo a los trabajos científicos sobre el factor @FPW, los más inteligentes tiranos y creadores de sismas y revoluciones catastróficas lo tenían. Tal vez muchos de ellos no pudieron comprender su profunda motivación: estaban creando caos y destrucción por venganza.

La muchacha apretó los hombros de Urso con sus pequeñas manos.

— ¿Yo qué puedo hacer? ¿Juntos qué podemos hacer?

—Lo que toda especie en peligro hace: multiplicarnos a la mayor velocidad posible. Alguno de nuestros hijos despertará, tal vez todos, tengo esa esperanza. Continuaremos buscando a los nuestros, los pondremos en contacto y debemos ascender en la organización del gobierno, te incluiré como recluta, tengo una estupenda relación de disidentes en las alturas del ejército, te mencionaré como importante para el éxito de esa misión.

—Rusla sonrió y ambos se abrazaron en la cama.

—Dijiste que éramos pacíficos, yo no me siento así, siempre respondí cualquier ataque con mucha violencia.

—Ellos nos contaminaron, la característica que les sirvió para casi destruirnos al final nos fortaleció. Aquí dicen: el que a hierro mata no puede morir a sombrerazos.

Rusla rio en voz baja.

— ¿Qué ocurrirá con ellos, será necesario exterminarlos?

—Ya lo están haciendo unos con otros y se lo permitiremos. Por eso debemos apresurar nuestra separación genética, sin ponernos en evidencia. Lo demás viene por añadidura. Recuperaremos El Paraíso de donde ellos nos expulsaron y los sacaremos a patadas. Sera cuestión de poco tiempo, volverán a las cavernas y si tenemos suerte hasta olvidarán cómo hablar.

 FIN

Muchas gracias a Joseín por este excelente relato, recuerda que está participando en el Desafío del Nexus, así que compártelo con tus amigos con el botón de facebook.

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Joseín Moros
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