Más Allá de la Heliopausa – Atrapar al Monstruo

Las fuerzas de la Corporación Tadeus intentan descubrir el origen de sus misteriosos enemigos, pero ¿lo conseguirán?

Los ataques continuaron nunca hubo ninguna duda de ello. Mes a mes nuevas criaturas comenzaban a aparecer y a atacarnos. Salían de la nada, y volvían a la nada.

La corporación Tadeus comenzó a ganar algo de fama al ser una de las pocas fuerzas capaz de presentar batalla. Así que nuestros soldados fueron utilizadas en la seguridad de muchos “puntos calientes”, a requerimiento de gobiernos, e incluso otras corporaciones.

Por supuesto aquello le dio acceso a mejor equipamiento, y mayores fondos. Si Enrico había hecho dinero hasta entonces, a partir de allí sus recursos se elevaron a la enésima potencia.

Lamentablemente se hacía claro que mientras no pudiéramos contratacar a nuestros enemigos, estábamos en una terrible desventaja.

—Tengo buenas noticias y malas noticias. —Me dijo Enrico.
—En las presentes circunstancias, creo que prefiero las malas noticias primero.
—Estos monstruos son terrestres, o al menos descendientes de animales terrestres.
Yo no entendía porque aquello eran malas noticias.
—¿Pensaste que eran extraterrestres? Para mi era casi evidente que su origen era terrestre.
—Lo sé, lo sé. Pero tenía la esperanza, ¿por qué una fuerza de nuestro propio mundo haría algo tan horrible? ¿Por qué utilizar una ciencia y tecnología tan avanzadas para causar tanto daño? ¿Qué es lo que quieren de nosotros? ¿Por qué no se comunican?
—Pero si tienen un origen terrestre, al menos tenemos la esperanza de descubrir ¿en qué parte del planeta se originan? ¿No?
—Espero que sí, al menos algún día. Pero con esa habilidad de aparecer y desaparecer a voluntad lo veo bastante difícil.
—¿Y cuáles son las buenas noticias?
—Pudimos descubrir el origen de estas criaturas gracias a tus botas llenas de sangre. —Me pasó los nuevos datos a mi tablet—. Así que enviaré un contingente de tropas a tu cargo con la exclusiva misión de atrapar una de estas criaturas vivas, o al menos entera.
—¿Cómo supones que puedo hacer eso? Estas criaturas se desvanecen en la nada.
—No tengo ni idea, pero pongo todos los recursos de la corporación en tus manos.
Poco a poco Enrico había ido confiando cada vez más en mi. En un principio porque salvé la vida de su hija, pero con el pasar del tiempo porque mis ideas en su mayoría habían dado buenos resultados.

Durante aquellos días no dormí muy bien. Hablé con multitud de expertos y con gente común de todo tipo para escuchar posibles ideas. Aunque habían pasado meses y multitud de ataques, todavía no teníamos mucha experiencia, y la mayoría de la gente no tenía mucha qué aportar, y sin embargo…

Todavía estábamos haciendo los planes cuando sonaron las alarmas. No estábamos tan preparados como me habría gustado, pero tendríamos que trabajar con lo que teníamos.

Los nuevos helicópteros eran silenciosos, y nos transportaban a través del cielo nocturno a enorme velocidad.

Las ciudades principales del país se habían quedado prácticamente vacías. Desde hace tiempo se hacía evidente que los monstruos preferían las zonas con mayor población. No es que los pueblos y ciudades pequeñas no hubiesen sufrido, sino que el énfasis sobre las poblaciones pequeñas, era claramente menos.

Barquisimeto por otro lado, al ser la sede principal de la Corporación Tadeus tenía una mejor defensa, y la gente no la había abandonado completamente. Incluso habían llegado personas de otras ciudades para refugiarse aquí.

Por otro lado el centro de la ciudad y las zonas que antes veían más tráfico habían quedado rápidamente despoblados, nadie quería estar allí. Pero no importaba, los monstruos aparecían allí donde estaba la gente.

En esta ocasión era el este de la ciudad, en la zona de Nueva Segovia, una zona de restaurants y tiendas de todo tipo, además de aún conservar algunas áreas residenciales.

En cuanto se detectaba a los primeros monstruos la Corporación intentaba hacer lo posible por evacuar a la gente, proveían vehículos y por supuesto establecían perímetros para evitar que nuevos inocentes entraran en aquel desastre.

Desde los furtivos helicópteros saturamos el área con bombas de humo.

—Si nuestras sospechas son ciertas, esto bloqueará a los “ojos” —le hice señas a mis hombres para que se alistaran a saltar—. No podemos estar completamente seguros pero es nuestra mejor sospecha.

No deseaba darles falsas esperanzas, los necesitaba completamente alerta a todas las posibilidades.

Saltamos a las calles llenas de humo. Llevábamos con nosotros unos nuevos cascos y trajes para entorpecer nuestros sentidos. Creíamos que las criaturas nos infundían aquel miedo antinatural a través de algún olor, sonido, o imagen. Yo he tenido un olfato terrible toda mi vida, así que le daba la razón a aquella hipótesis. Pero no cabía dudas que la visión amorfa y abyecta de aquellas criaturas creaba una sensación de desasosiego tremenda. Así que quizá era más de un sentido el afectado por aquellos seres.

Los cascos nos cubrían el rostro completamente, y nos filtraban el sonido dentro de ciertos rangos. El olfato estaba completamente bloqueado, respirábamos un aire totalmente filtrado.

Veíamos no con nuestros ojos directamente, sino a través de cámaras y lentes de realidad virtual. Veíamos una versión simplificada del mundo a nuestro alrededor con suficiente detalle. Pero se suponía que al ver a alguna de aquellas monstruosidades, el sistema nos presentaría una versión menos horrenda.

Me sorprendió el temblor de la acera bajo mis pies. Cuando me voltee la máquina me presentó la imagen de una sombra que se aparecía entre el humo. Una forma de unos tres metros de altura, ocho patas, y una multitud de trompas y colmillos.

—Es alguna suerte de elefante monstruoso, ¡no se dejen intimidar! ¡Fuego!

A mi alrededor mis hombres abrieron fuego. El clásico sonido de las armas fue reemplazado por sordas explosiones. Las armas que llevábamos en esta ocasión no disparaban balas, sino un denso pegamento con el que esperábamos poder dominar a nuestros enemigos.

Mientras mis hombres intentaban controlar a la criatura, yo me ocupaba de algo distinto, sabía que los “ojos” estaban en algún lugar cerca intentando controlar la situación. Si conseguía ponerlos fuera de combate, podríamos capturar al menos a una de las criaturas.

Evidentemente con aquella densidad de humo, “los ojos” no podían ocultarse como lo hacían habitualmente, y en efecto, gracias a la visión mejorada de los cascos, no tardé mucho en ubicarlos correteando de un lado a otro, claramente intentando hacerse una idea de la escena.

No perdí tiempo y los llené con el pegamento. Las balas del líquido pegajoso no eran para nada precisas, pero teníamos muchas, y las armas disparaban con rapidez. Así que no tardé en tenerlos atrapados.

Pronto descubrí cómo era que aquellas criaturas aparecían y desaparecían, junto a los ojos surgió una suerte de diminuto portal. Pero con la criatura cegada, e inmovilizada, se hacía claro que no tenían ni idea de cómo o donde posicionar los portales.

Mis hombres también me reportaron la aparición de otro portal en las cercanías del mamut monstruoso.

Intenté mirar a través del portal más grande, con la esperanza de descubrir ¿Cuál era el origen de nuestros enemigos? Lo que vieron mis ojos sin embargo, solo fue alguna suerte de laboratorio en donde habitaban otras criaturas humanoides, pero similares a los enemigos que solían atacarnos. Mi intuición me dijo que aquellas criaturas no eran humanas, al menos no enteramente, y que aquel lugar tampoco se encontraba en la Tierra…

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Lobo7922

Creador de La Cueva del Lobo.

Desde muy joven me sentí fascinado por la Ciencia Ficción y la Fantasía en todas sus vertientes, bien sea en literatura, videojuegos, cómics, cine, etc. Por eso es que he dedicado este blog a la creación y promoción de esos dos géneros en todas sus formas.

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