Los Dioses Muertos

Desde Argentina nos llega casi a última hora la historia del escritor Gustavo Scattareggia, un relato de Ciencia Ficción Militar con detalles de colonización planetaria:

Military Mech Imagen: Eliot Lilly

Los Dioses Muertos

Autor: Gustavo Scattareggia

El sistema solar es en el siglo XXIII el escenario del enfrentamiento comercial y bélico de las principales empresas comerciales que combaten el desafío descarado de las empresas menores. Mercenarios de todos los orígenes pelean esta guerra sin ideales. Pelean por dinero pero también porque es el único destino que saben escribir. De esas certezas, Los Diosesmuertos son los más temidos en cada planeta que hagan blandir sus armas. En una misión que trasciende las fronteras conocidas, uno de sus regimientos enfrenta a un enemigo nuevo que desconoce cualquier sensibilidad humana. Los Diosesmuertos no preguntan y solo se adentran en el combate.

Somos argentinos.

Somos argentinos. Una raza perdida que en algún momento entendió que lo mejor que hay que hacer es arrasar planetas. Yo era un joven cuando una de las crisis que parecía solo otra de las crisis, al final no era solo una crisis, sino que fue el fin.
El asunto terminó en una guerra civil a nivel regional. Nosotros peleamos contra los Uruguayos, contra los Chilenos; los Chilenos contra los Peruanos y los Peruanos contra los Ecuatorianos; Los Paraguayos contra los bolivianos y los Brasileros contra casi todos.

De esa confusión resultamos nosotros “Los Diosesmuertos”: Un regimiento infame de supervivientes convertidos en Infantería ligera espacial. A mediados del XXII; Argentina, a pesar de sí misma, tenía lo que se puede decir un programa espacial de vanguardia en la región. Lo cierto es que los viajes espaciales se habían generalizado; la tecnología que los promueve se hizo cosa de casi todos los días. Incluso ciertas multinacionales tenían programas espaciales más avanzados que la mayoría de los países. Casi se habían banalizado. Argentina, discretamente buscó en el espacio lo que ciertas personas buscan en el mar. Es más razonable pensar que buscaban un eco de la inmensidad de las pampas bajo los cascos de un caballo. Un escritor que era más universal que argentino se regodearía en esta idea.

A principios  del  XXIII  los viajes de abastecimiento a las colonias espaciales eran un gran negocio y en ese negocio los argentinos reunían las cualidades de buen precio y una eficiencia respetable. Esos mismos pilotos ( Mi padre era uno de ellos), se convirtieron en Pilotos de transporte de combate en la  gran guerra Intra asiática ( mi padre murió en la 2º de Port Moresby derribado por un simplísimo misil superficie aire lanzado desde el hombro).  De esa raza de naves y hombres se forjó un ejército de mercenarios, producto más del desconcierto y de la anarquía y porqué no, de cierta iniciativa creativa. Los Diosesmuertos somos una parte de ellos, acaso la mejor y la más renombrada.

Contratados por Pepsico, hoy vamos a atacar una colonia en Venus que creo, fue instalada por Red Bull. No está mal explicar un poco de política. Pesico y Cocacola fueron y siguen siendo los dos monstruos. Hay una docena de marcas que intentan mantenerse en el mercado y lo hacen de la única forma que pueden. Agresivamente. El de hoy es una retribución al ataque a una destilería de hidrógeno en Marte. Hoy nos pagan por instalación destruida, lo que implica muchos muertos, ya que por un tema de espacio en las naves (no de crueldad) no tomamos prisioneros. En la tierra son todo sonrisas y publicidad con modelos hermosas. Acá afuera es sangre y tripas volando en el vacío.

Mi función como capitán implica descender la  nave (soy el mejor piloto de los Dioses muertos) y  una vez descendido, poner la nave al mando de mi segundo, el Teniente primero Estévez y dirigir a la infantería en la incursión. Antes de descender es necesario lanzar dos parejas de bombas termonucleares. Algo sucias, tradicionales y efectivas; hacen que todo lo que pueda hacernos un daño en el aterrizaje se destruya o baje la cabeza y salga corriendo a lamerse las heridas. Porqué no simplemente destruir la colonia con las termonucleares? Bueno, un principio de la arquitectura  espacial se conoce como “Arquitectura de Iceberg”, Cuando uno ve una colonia solo ve  1/8 de la misma. Un par de pistas de planetizaje e instalaciones de defensa a lo sumo. Lo demás está enterrado. Puedo pasarme el día tirando bombas; solo voy a destruir lo que puede ser reconstruido en una semana. A menos que logre ingresar una bomba por los ductos de ventilación. Eso, que  pasa solo en las películas, sería como intentar violar un ratón. Para destruir la instalación (recibimos  el doble de paga si lo logramos)  tengo que introducir una sección de ingenieros para terminar  el trabajo desde el fondo.

Al descender por el portón trasero de la “Ejército de los Andes”, despliego morteros a la derecha,  apoyando y siempre retrasados, a la infantería. Despliego nuestra  caballería,  el reconocimiento ligero con mochilas jet para asegurarme que no hay sorpresas. Y después bajamos nosotros; la infantería ligera. Un hato de salvajes apenas disciplinados; motivados más por la desesperación de no tener un hogar al que volver. Diosesmuertos no es un nombre que promueva el nihilismo si no más bien la desesperanza. Hablé con cada uno de mis 1500 hombres. En ninguno pude encontrar un sentimiento de maldad. Estoy hablando de hombres que matan otros hombres para vivir. Ninguno hace eso por el dinero, que es mucho. Lo hacen porque el regimiento les dio una sensación de libertad; que por cierto no es irreal. Cada uno de mis soldados puede irse cuando quiera. No es mi caso. Tengo un contrato de 10 años. Si sobrevivo me espera una vida acomodada, y espero, feliz. Si lo incumplo, voy a parar a una colonia minera de régimen penal. Hay cosas peores que la muerte. Mis soldados no vuelven porque como dije, no hay mucho a qué volver; un país destruido y sin ilusiones. Los que volvieron pidieron el reenganche en menos de un año.

En las ruinas de la superficie, despliego las secciones Carjal, Trektor y Malvina. Encuentran una resistencia mínima de infantería improvisada. Un par de mis infantes salen con la armadura abollada por impactos de 8 mm. Los evacuo por prudencia. Este va a ser un trabajo fácil. La sección Trektor limpia un bunker a la bayoneta, solo para poder contarlo después en la cantina de la nave. No es crueldad; es solo habitualidad con la violencia. Los dejo ser dentro de ciertos códigos. Han sido buenos soldados. Y lo digo  porque hoy nos toca sólo una colonia civil, pero los Diosesmuertos han atacado por igual asentamientos militares realmente duros, como la avanzada de Monster en Neptuno. Un agujero horripilante habitado por serbobosnios y malayos que pelean como demonios. Por dios, que los vi hacerse grandes. Torazos en rodeo ajeno. De esa escaramuza que duró apenas una hora sacamos 500 de nuestros muertos. Quedaron 3000 de ellos. Recibimos una paga extra, por supuesto. Y tuvimos historias para contar durante un año seguido de borracheras. En esa jornada el sargento primero de ingenieros Domingo Faustino Etchenique se hizo famoso por derribar una nave de transporte de personal con un lanzacohetes antibunker. El aparatito es una poronga gorda y cortona capaz de atravesar paredes de concreto sólido pero siempre a distancias cortas.  Etchenique se encontró con una Boeing 2077 con capacidad ofensiva, en pleno despegue desde  un hangar subterráneo, seguramente con infantería en una misión de flanqueo y el hijo de puta le disparó como quien tira un hondazo. “Medio al boleo” dijo él, que es la única forma en que se puede disparar a una nave con un antibunker. Arrancó toda la sección del motor derecho, dejando sin la más mínima esperanza de recuperación a los pilotos. Antes de caer, el artillero disparó con el cañón de 30 mm de la nariz sobre la humanidad del sargento primero, sin suerte. Etchenique bebió al menos un par de meses gratis. Todos querían invitarle una cerveza y escuchar la historia del derribo. Etchenique ha mejorado y enriquecido ese relato con gestos, exageraciones y pasos de comedia. Lo he escuchado al menos media docena  de veces y ha sido siempre fascinante.

Una vez que la infantería consolidó las posiciones, el cuerpo de ingenieros entró a las instalaciones. Quedaron un grupo de prisioneros. Mujeres. No podemos con eso. No podemos matar mujeres. Hemos sufrido bajas por ese tema, como en Titán donde una operaria alemana entendió que prefería llevarse a varios de nosotros antes que quedar como un náufrago espacial en el satélite. Accionó un horno de fusión nuclear y vaporizó una sección completa de mis infantes, junto con las demás prisioneras, claro. No me pidan que las entienda. Son mujeres. Ustedes se preguntarán que pasa con nuestras bajas. Se reemplazan. A los Diosesmuertos nunca le faltan candidatos. Ahora a las mujeres las maniatamos como matambres, por las dudas. No subestimamos a nadie. Dejamos una baliza espacial y enviamos un mensaje para que las rescaten. No queremos  hacer más ni vamos a hacer más.

Los ingenieros bajaron por el núcleo de las instalaciones. Etchenique, claro, abrió la brecha que permitió acceder a la columna hueca y descendieron los 800 metros con cargas de demolición de un kilotón cada una. Primero una andanada de granadas, uno nunca sabe, y la sección completa rapeleó hasta lo que parecía una sala circular de 100 metros de diámetro, sin puertas ni ventanas. Se necesita cierto nervio para habitar ese espacio luego de una faena bélica. Los ingenieros coordinaron las cargas de demolición alrededor de la estructura en un diagrama repetido y perfecto. El resto de la sección  los sacó con malacates mecánicos, sin novedades.

Reuní a la tropa y ascendimos en orden a  la nave. Los ingenieros primero, Morteros, Infantería y la caballería al final. Mientras nos alejamos recibimos la sacudida en el fuselaje de la detonación final y vimos implotar la colonia.

Un buen día.

Fuera del sistema

A fines del `74 la vida había tomado cierto impasse. Salíamos en misiones que ya me parecían absurdas. Bueno, llevo 8 años recorriendo el sistema solar. Desde que el nuevo modelo de Mecha de los holandeses de Shell  nos sacudió en Neith no tuvimos sobresaltos importantes. Un trabajo todos los meses y ejercicios de rutina para no oxidarnos; Un día de noviembre el Coronel Estrionnes que me llama. El Coronel conoció a papá. Era uno de Esos, de los míticos; un tipo que siendo capitán se metía en entreveros innecesarios del  que lo sacaban sus hombres, que lo amaban,  lleno de heridas de sable y balazos. Papá me contó como lo extrajo de una realmente jodida cuando se quedó cubriendo la retirada de sus hombres con una ametralladora ligera en los estertores finales de la batalla de Atacama. Lo vio tirando como quien escribe a máquina. Controlado, mantuvo a una compañía completa de fusileros chilenos con la cabeza baja, tirando de vez en cuando una granada. Las incursiones para suprimirlo solo dejaron media docena de cadáveres y el fuego de morteros fue apenas preciso. Digo apenas porque el Coronel salió de esa con un fragmento en el parietal derecho que se solucionó con cirugía y  una placa de boro.

Como es el procedimiento en estos casos, Papá no aterrizó sino que le tiró un extractor, una especie de gancho enorme metálico al que el Coronel enganchó a su arnés. Mientras salía por el aire, Estrionnes siguió disparando la ametralladora a la que había sacado del trípode. Recibió 11 disparos de fusil de asalto. El blindaje lo salvó de lo peor, pero perdió su brazo derecho, el ojo izquierdo, el testículo del mismo lado y la capacidad de ordenar cosas en orden alfabético.

Lo cierto es que el Coronel me llamó y en  su oficina había tres tipos más. Civiles. Uno de ellos un gordo realmente desagradable. Los otros dos, típicos burócratas de traje negro y anteojos, detestables. Me miraban sin gestos y yo solo miraba al Coronel como si los demás no existieran.

-“Capitán usted está contento con su trabajo?!”

-“No me quejo mi Coronel”

-“Que me dice si le digo que tengo un desafío para usted”?

-“Solo diga cuando y donde…”

Los civiles se miraron, sin parecer impresionados.

-“Bueno, mire, estos señores quieren salir del sistema solar al sistema Gliese y lo quieren encarar como una misión militar”

-“Si usted me da la orden, se hace Coronel”

-“Le pido su opinión capitán Lavalle”

-“Parece más una misión para científicos y colonos”

-“Es curioso que lo note. Precisamente, usted va como el cordón de seguridad de una expedición científica.”

-“Seguridad contra qué? si me permite preguntar…»
Los civiles se miraron otra vez y miraron al Coronel.

-“Bueno, mire; hay dos amenazas pertinentes; la de siempre, otras empresas y otra que en términos estrictos no conocemos y es casi una fantasía; Alienígenas.

-“Si se pueden matar, no va a haber problemas mi Coronel”

-“Mire Lavalle, se la voy a poner claro. Usted sale al espacio no conocido y fuera de la posibilidad de todo apoyo por parte del regimiento. O sea, si se pone feo, no puedo enviar a nadie a tiempo para que lo apoye.”

-“Clarísimo mi Coronel.”

Los Civiles me miraban impasibles sin decir una palabra.

-“Cúchemé Lavalle, yo sé que usted la  juega de guapo y no digo que esté mal. Lo que le digo es que a usted le quedan menos de dos años de servicio y esto no es joda.  Los señores pidieron que usted esté a cargo de la misión, pero lo cierto que en este caso solo puedo pedirle que vaya como voluntario. Digo, no le puedo dar una orden directa ya que excede los parámetros de nuestro tipo de misio…»

-“Coronel, la compañía está lista.”

Los civiles esbozaron una sonrisa mínima.

-“Como quiera capitán; los vamos a reforzar con una sección de blindados y  caballería de Mechs. Va a tener una nave nueva. Puede ponerle el nombre que quiera. Por cierto; La “Ejército de los Andes” pasa a retiro.

-“Le pido algo mi Coronel: Que la traten bien, se merece que la traten bien.”

-“Me encargo personalmente del tema, Lavalle.”

El final de un largo viaje.

La “Batalla de Malvinas”, mi nueva nave, es un Lockheed 70-4000 de motores fotónicos con capacidad suficiente para surcar el sistema solar en semanas. Sin embargo la acoplaron a la “Kratos”, un adefesio enorme pero insuperable en prestaciones que nos llevaría fuera del sistema solar. La “Batalla de Malvinas” se desacoplaría en órbita a  Gliese G y  haría el primer descenso, para formular un perímetro en una zona ya designada.

Durante 6 meses instruí a mis hombres para trabajar con los Mechas y los vehículos acorazados. Al mando de los Mechas estaba el teniente Amilcar Suárez. Típico oficial de caballería, con una estirpe acorde (desciende del Coronel de Granaderos a Caballo, Manuel Isidoro Suárez que supo con una carga valiente forzar el destino de una guerra). Impulsivo y valiente hasta la insubordinación, tiene sin embargo por mí una admiración que lo obliga a obedecerme ciegamente. También es terriblemente extrovertido y amigo de expresar su cariño con apenas unas copas. Es además, un gran cantante de tangos.  Al mando de los acorazados está el teniente Marcos Baldovenito. Una máquina de cálculo hecha oficial, no me sorprende, viene de la artillería. Es en contraste a Suárez, pulcro y medido. Suárez se prometió a sí mismo emborrachar a Baldovenito y obligarlo a cantar alguna tonada vergonzante vestido de mujer en el casino de oficiales. Hasta el día de hoy Baldovenito,  o mas bien su organismo, viene soportando el embate de los alcoholes más devastadores en nuestro camino fuera del sistema solar.

Por cierto el teniente primero Estévez y yo tardamos apenas un mes en dominar la “Batalla de Malvinas”, lo digo con orgullo, claro. En un mes más podíamos hacer acrobacias  y maniobras cerradas.

La tripulación.

Al mando de la expedición está la Doctora  Penélope Han; una oriental bellísima certificada en neurociencias y astronomía. Tenía otros grados que no eran pertinentes como historia universal e historia del arte. Curioso, compartíamos esos dos últimos hábitos. La relación fue respetuosa. La Dra…. Han entendía lo delicado de mi posición y de alguna forma intuía la sensibilidad y la mentalidad del militar medio. Supe más tarde que su padre había peleado y muerto en las guerras  de Manchuria.

Su segundo oficial es un Biólogo alemán de apellido Müller que me resultó indescifrable.

Eran 2000 hombres de ciencia y operarios que debíamos cuidar de todo mal. Lo cierto es que más allá de que salíamos al espacio desconocido, no debería haber peligro alguno.

Si alguna otra empresa hubiese salido del sistema, nos hubiésemos enterado y organizar una expedición como esta requiere un mínimo de 2 años. Llevo a bordo material suficiente para organizar una defensa que me permita soportar el ataque más decidido.

Planetizaje en Gliese 581 G

Gliese 581 G, Zarmina par los amigos. Estamos  frente al planeta más amigable en el que haya pisado. Sin contar a Venus después de que convirtieran su atmósfera con bacterias comedoras de dióxido de carbono. Es un desierto de arenisca y rocas hastiado por el sol de un lado y en su lado oscuro una llanura de hielo intensa y tenebrosa. La zona de aterrizaje, es, en un inesperadamente brillante cálculo de los ingenieros de la Tierra, en una zona templada de -140º C. La “Batalla de Malvinas” se posó rompiendo una gruesa capa de hielo reconfortándome cuando las patas tocaron un fondo firme. Ya decía yo que me iba a posar en un mar congelado sin fondo. No es que no pueda salir con mi nave de cualquier lado, pero prefiero no exponerla apenas iniciada la misión.

Bajo el portón y le ordeno a Suárez que explore el perímetro con los Mechas. Ocupa un terreno de 10 km2 que calculo son suficientes para la instalación inicial.

Su reporte indica un terreno plano con una cordillera hacia lo que designo el Sector 5. Diagramo el esquema de espaldas a esa cordillera, más por intuición militar que por certeza.

Los ingenieros instalan torretas de artillería antiaérea en los vértices y coloco la artillería pesada en el centro. Según el diagrama de las instalaciones, hay espacio incluso para un corredor amplio que me permita comunicarlo con las barracas y asegurar la administración de la munición.

Doy la orden y la Kratos después 48 horas, desciende. Un ejército de hombres de amarillo inician la construcción de la base. En una semana Hay dos hangares, un laboratorio completísimo y barracas para civiles y barracas para militares. Un enorme comedor común (este detalle es importante para armonizar), el inicio de un proyecto de cultivos hidropónicos, un criadero de pollos, un feed lot de vacas, y esto es maravilloso, una laguna con truchas. La Dra… Han me prometió que en unos meses me va a permitir ir a pescar…

Reconocimiento lejano.

Por esa cosa Napoleónica de que los hombres pelean más y mejor por un pedazo de tela de color,  nombro al escuadrón de Suárez como Húsares del Perú. Al fin y al cabo son la caballería. Vamos a ver si le hacen  honor al nombre y a la estirpe. Le comisiono una misión de reconocimiento lejano a través de la cordillera a nuestra espalda a la que bautizamos, en una gala de creatividad militar “La cordillera de los Mechas”.

De esa desventura, solo regresó el cabo 1º Sánchez Luna, que perdió la razón y también el destino de ser soldado. Es al día de hoy, la derrota más amplia  que haya sufrido el regimiento.

El siguiente es el informe que se pudo bosquejar a través de la bitácora de a bordo del mecha superviviente y del informe de un psiquiatra civil que trató a Sánchez Luna.

“En la mañana del 22 de octubre de 2074 la sección Tractor de la compañía 37 “Húsares del Perú” cruza la Cordillera de los Mechas. El terreno es un pliegue orográfico de origen secundario con frecuentes cuevas y terrazas. Una capa de hielo cubre las zonas más expuestas al  viento. Los Mechas viajan a media velocidad sin mucha dificultad.

En las vísperas de lo que conocemos como una tormenta metálica, dispongo un perímetro que incluye tres cuevas para estacionar a modo de hangar nuestros 4 vehículos y protegerlos de la corrosión inmediata que supone las esquirlas de titanio.

Envío dos drones  monitoreados por el soldado especialista Ibarguren.

Del informe de Ibarguren, se desprende  que el perímetro fue acechado por lo que parecen, a través de las imágenes térmicas, conejos gigantes.

Ordeno el despliegue de drones ofensivos y pongo a la sección en orden de combate pero dentro de los hangares para limitar la exposición a los elementos.

Los drones ofensivos son enviados en modo búsqueda y destrucción. Detectan 3 posibles objetivos, a los que atacan con éxito con fuego de cohetes y fuego automático de 20 mm. En respuesta son destruidos. Ordeno despliegue táctico en forma de cuña hacia el blanco. Lidero, con Ibarguren a la izquierda y los soldados de primera clase Ostrosky y Merkander a la derecha. No tardamos en detectar los blancos en los sensores. La visibilidad es mínima. En forma repentina, la tormenta desapareció y frente a nosotros aparecieron media docena de conejos gigantes (Nota del intérprete de video: en la imagen aparecen con claridad, media docena de conejos gigantes armados y con correajes militares).  No son seres que parezcan conejos. Son conejos, peluditos y lindos, pero están armados con fusiles de asalto. Ordeno fuego a discreción. Uno de los conejos cae pero el resto maniobra  y en dos saltos los tenemos encima. Los Mechas de Ostrosky e Ibarguren son impactados.

Ostrosky despliega cohetes y acaba con dos de los conejos. Ibarguren es arrancado de su cabina y muere inmediatamente. Merkander sostiene fuego reñido con dos de los conejos mientras yo maniobro para flanquearlos. Los acabo con fuego de lanzagranadas automático. Quedan 2 y 3 de nosotros. Ostrosky acaba con otro con arma blanca y rodeamos al último junto con Merkander. La victoria es repentina, pero también momentánea. En las estribaciones vecinas aparecen las siluetas  de 20 conejos más. Ordeno retirada a través de un valle que según las lecturas nos lleva a la planicie. Ostrosky es interceptado. Merkander y yo lo cubrimos con fuego automático, pero es tarde. Ostrosky es arrancado de la cabina del Mecha y arrojado como un muñeco hacia las rocas. Recupero, bajo fuego, su cuerpo que deposito en el espacio de los drones junto con el de Ibarguren. Como comandante de la sección entiendo que la retirada es imposible y le ordeno a Merkander que ponga espalada con espalda, cubiertos por una estribación rocosa.

Sostenemos un debate de fuego nutrido en el que le imprimimos bajas numerosas al enemigo. Una granada oportuna acaba con Merkander del que no quedan rastros, desapareciendo junto con su cabina. La misma granada arranca mi brazo armado y apresto fuego de lanzagranadas.  Mi Mecha es abordado por un conejo negro y blanco, con una oreja cortada en la punta. Es una herida que sangra,  hecha por nosotros. Oreja cortada me tiene contra el suelo, aplastado con una pata en el pecho y con la otra contra el cañón del lanzagranadas, casi  arrancándolo. Saca un cuchillo y hace una marca en el parabrisas de mi cabina. Dice algo que no entiendo. Los demás miran silenciosos. Oreja cortada hace una señal y los demás desaparecen en la orografía. Yo quedo solo con el conejo lacerado. Me mira como para dejar en claro que no me mata para que dé el mensaje y escucho el sonido increíble del transporte de tropas acercándose. Dos mechas me suben a bordo de “La mano de Dios”.

Conejos

Dicen que Sánchez Luna había visto todo antes. Me refiero a lo que concierne a combatir, claro; compañeros de regimiento partidos en pedazos, sus rostros atravesados por esquirlas y también esa desazón que da el instante inmediato al frenesí del combate en el que la adrenalina bombea en el organismo pero ya no queda a nadie a quien matar. Y sin embargo Sánchez Luna, que sobrevivió a una pelea con conejos gigantes, pidió la baja inmediata al regresar de la misión. El teniente Suárez, que habló con él, no lo entiende. “Que mierda, son solo conejos! Vamos y los matamos!!! El teniente no sabe que Sánchez Luna y Ostrosky llevaban una relación de 3 años.

Serán conejos, pero sé muy bien que si un conejo gigante raya el parabrisas de un Mecha con su cuchillo suena a desafío, acá, en la Tierra y en el resto del universo. O sea, o copamos la parada o morimos. Hablo con la Dra…. Han y le sugiero la evacuación inmediata del personal civil a una órbita cercana a  bordo de la Kratos. No tengo personal suficiente para organizar una incursión punitiva y a la vez asegurar la defensa. Me pide autorización para dejar personal mínimo de asistencia de sistemas. Acepto a regañadientes.

Por supuesto, Ayamiko (notarán que ya le digo Ayamiko a la Dra.. Han…) está entre el personal mínimo civil que se queda. Quiere ver a los conejos, se que quiere ver a los conejos. O sea; son conejos gigantes asesinos y ella se quiere quedar a verlos. Y sé que se va a arrepentir. Y Müller, también se queda Müller al que en su hermetismo germánico sigo sin logar captarlo del todo.

La hora de los hombres de acción.

Soy un hombre simple, que responde a estímulos simples. El desafío propuesto por el coronel de “Salir del sistema solar” era hasta ahora más de lo mismo. Un viaje espacial, pero más largo. Pero esto otra cosa. Esto me hace sentir una pulsión que no siento en años. Y preparo al regimiento para la faena. Envié reconocimiento con drones, sin resultados. Resuelvo salir a matar o morir. Es un reconocimiento en fuerza en el que la misión inicial dejó de ser la inicial. Si no volvemos, confío en que los demás regimientos de los Diosesmuertos van a tener suficiente información para venir y arrasar el planeta. En parte por venganza, claro, y en parte porque le hace mal al negocio que se sepa que nos masacran  y que no hacemos nada al respecto. Porque sí, vamos a salir y hay un probabilidad cierta que sean miles o infinitos conejos hostiles.

Incursión

Saco al regimiento completo, excepto a los ingenieros, a cargo de la defensa. El teniente Tartiagluzzi es un experimentado oficial de 27 años que entiende mejor que nadie como montar un esquema defensivo. Es un hombre conflictivo e intenso que prefiere desafiar a una pelea a puñal antes que cejar en un argumento o en un punto en discusión cuando se juega al truco. Ya debería ser mayor pero debe un par de vidas sin contar un par de incidentes que terminaron con heridos. Tartiagluzzi es una profusión de heridas de arma blanca; Pero en combate es profesional y criterioso. Solo hay que asegurarse de mantenerlo bajo el fuego enemigo de tanto en tanto y su vida irá bien.

Avanzamos en los transportes aéreos hasta una base  avanzada. Encargo a Suárez el reconocimiento por tierra, y a Baldovenito lo envío a flanquear la cordillera en los blindados. Lleva infantería suficiente para que lo apoye. Envío  drones aéreos de reconocimiento. Son los primero en reportar contacto y no son buenas noticias. Se ven conejos. Muchos conejos. Gigantes.

Me comunico con Suárez y claro, se lo escucha inquieto.

-Mi capitán, usted no me va a creer, pero estoy viendo miles. Muchos miles: le paso trasmisión de video.

Veo la pantalla y ojalá fuera una exageración; Una planicie helada en la que una multitud abrumadora de animales miran en dirección a los soles. En mi mente pasaron las mil y una posibilidades en las que una fuerza reducida como la nuestra podría vencer, pero también supe, entendí, que era el final.

Le ordeno a Suárez que se retire dejando un dron fijo de vigilancia. En la pantalla sigo viendo la misma imagen sobrenatural de una multitud de conejos desdibujada por la noche y la definición termal.

Me sincero, la misión inicial acabó. Me contacto con la Dra… Han y le ordeno que se retire con todo el personal civil, a la Tierra. Hablo con Tartiagluzzi y le doy la misma orden. Me mira como mira cuando está por desafiar a alguien a una pelea a cuchillo, inconfundible. Lo ofendo al obligarlo a dejar al regimiento pero necesito que alguien de un informe de situación claro al resto del cuerpo.

Avanzamos con la infantería adelante, como debe ser. Los conejos siguen en el lugar. Esta situación es intrigante y desconcertante. Hago lo que haría cualquier oficial con criterio:Artillería. Como se imaginan fue eso y fue ver el principio del fin. Los conejos saltaban en pedazos por el aire pero también los vi organizarse tácticamente. Y adivinen quien saltaba como endemoniado. Oreja cortada. Pistola al cinto y el cuchillo con el que marcó la cabina de Sánchez Luna en el correaje, invertido, para sacarlo rápido y sin confusión, más para que caiga en la mano y empuñarlo, antes que tener que buscarlo. Que tipo interesante.

Se vienen encima, en esa vieja táctica guerrillera de pelear en proximidad para entorpecer a la artillería. La infantería va con bayoneta calada más para darnos valor que otra cosa. Por Dios, los miro y es increíble. No veo ni un rostro de incertidumbre. Veo a hombres que entienden su destino.

El esquema es el siguiente. Anillo defensivo con los morteros en el centro. Ametralladores pesadas cada 100 metros. Los transportes de tropa en órbita dando apoyo con cañones de 20 mm. Drones ofensivos apoyando. Suárez en reserva para aprovechar cualquier brecha o retirada enemiga. El teniente Baldovenito y sus blindados vienen por retaguardia enemiga, enfrentado a nuestra posición. Ordeno a los transportes que le den apoyo cercano en cuanto se acerquen. Lo van a necesitar más que nosotros.

La primer oleada de conejos ataca el flanco izquierdo a cargo de la sección Carjal. El cabo primero Luciano Astrada queda a cargo luego de que el Sargento Mariano Asdrúbal es decapitado por un conejo que logra llegar a las líneas. La sección completa ensaña las bayonetas y la piel marrón se mezcla con sangre y músculos. La ametralladora pesada de la sección mantiene  a raya la carga. Los infantes practican una cacería de precisión sobre los enormes cuerpos peludos. No tardan en apostar cervezas en disparos a los ojos.

Los conejos se retiran y en 7 minutos atacan otra vez sobre el flanco derecho. Pongo en aviso a Suarez para incursionar cuando se retiren, ya que los drones me indican que se han retirado de la zona inmediata de combate. El ataque es feroz.

Mueren muchos conejos por la artillería y las ametralladoras hacen su trabajo. Los infantes hacen fuego de puntería y apuñalan cuando alguno logra llegar. Tenemos heridos menores que siguen luchando y matando. Me siento entusiasmado.

Suárez persigue a los conejos en retirada acabando a muchos con fuego de lanzagranadas automático. Le  ordené que traiga uno vivo. Y Suárez que es como una orden cumplida, me trae uno al que uno de sus jinetes derribó de un culatazo, arrastrando con un Mecha como una si fuera una bolsa de papas. Está herido por esquirla de granadas. Es un animal soberbio del tamaño de un hombre. Se me pasan ideas absurdas como crear un coto de caza o una generación nueva de ganado. El cirujano lo estabiliza y lo seda. Ordeno a uno de los transportes que deje la misión de apoyo cercano y cargamos al conejo herido, sedado y maniatado para llevárselo a la Dra.. Han. Confío en que lleguen antes de que logren desarmar la base. Quizás puedan enviarme información de provecho.

Mientras, los conejos ensayan otro ataque. Baldovenito está en las inmediaciones con los blindados en modo oculto. Lo dejo en reserva, para un posible movimiento ofensivo.

El tercer ataque deja también una carnicería. Organizo el avance. Nos movemos coordinados, cubriéndonos. Somos 3500 hombres y máquinas haciendo un trabajo que hicimos mil veces, y lo hacemos bien. El terreno es escarpado pero accesible, con estribaciones. A esta hora hay una luz que le da cierta belleza espectral.

En una de las estribaciones aparece la silueta de Oreja cortada, clarísimo a contraluz. Como un desafío. Los hombres hacen fuego y lo cierto es que no sé si acertaron porque desaparece en una cortina de fragmentos y polvo.

La cordillera termina abruptamente y encontramos una planicie helada.  Un terreno sin posibilidades de defensa alguna, a menos que aceptemos un combate abierto y descarnado. Juego con la idea, porque me molesta la cosa de alargar los finales. Pero lo cierto es que todavía no sé mucho de los conejos. Y no sé nada de Oreja cortada. Apenas les reconozco un esquema táctico elemental.  No conozco su base de operaciones, ni su jerarquía orgánica, ni siquiera sé mucho de su fisiología. Sé que pueden morir, que no es poco.

Organizo a tiempo un último anillo defensivo en las estribaciones más bajas que dan a la llanura. Digo a tiempo, porque los drones aéreos muestran conejos, viniendo por la planicie, en número arrollador. Quizás 10.000 . No crean que no lo pensé. Una emboscada. Siempre que avanzamos demasiado fácil es una emboscada. Hago maniobrar por el flanco derecho a Suárez. Tengo a Baldovenito a retaguardia del enemigo, listo para contraatacar. Así que los dejo venir.

Last man standing

El frente que presentan los conejos es de 1,5 km . Dispongo un frente similar. Los drones me dicen que no tenemos nada a retaguardia. Solo montañas. Igual estoy atento, porque lo cierto es que no tengo claro de qué son capaces.

El ataque es lo que preveo. Una carnicería de órganos y miembros por el aire. Llegan a las líneas, superficialmente, y los Diosesmuertos hacen lo que saben hacer; son impiadosos, metódicos y estrictos. La profundidad del ataque es agotadora. Y los morteros no dejan de a hacer blanco, con un ángulo mínimo. Los conejos llegan y llegan. Le pido a Baldovenito un ataque de diversión en el flanco derecho. Baldovenito ataca con fuego de cañones de 30 mm y lanzagranadas automáticos. Genera una brecha en el ataque de los conejos. Le pido a Baldovenito que se concentre en encontrar a un conejo negro con la oreja cortada.  Sé que oreja cortada está en ese flanco. A través de la brecha Baldovenito  se interna en el avance enemigo. Se está jugando mucho.  Quizás no debí pedirle lo que le pedí. Lo conejos se abalanzan sobre los blindados. Muerden los cañones de las armas y los neumáticos. Los destrozan las granadas y los proyectiles y ruedan en pedazos bajos las ruedas. Aun así la incursión de Baldovenito se hace más lenta y le ordeno retirarse. Incluso tiene media docena de infantes heridos, uno de gravedad. Le ordeno al Sargento primero Ovidio Magallanes que lo apoye. Magallanes sale de la línea de defensa apoyado por fuego de dos ametralladoras pesadas. Fue como un rayo en un día claro. Oreja cortada, apoyado por una guardia de conejos con fusiles, se abalanzó sobre el vehículo de Baldovenito y lo apuñaló. Así de simple ; apartó con una pata el lanzagranadas y con la otra el cañón de 30 mm. Metió la hoja metálica por el techo de APS 300 como si fuera una lata de duraznos. Estamos hablando de un blindaje capaz de soportar munición de 30 mm, el impacto de un misil AT y minas antipersonal con la suficiente solidez como para volver a seguro a la base. Lo vi a Oreja cortada mirar hacia donde tengo mi HQ, mientras arrancaba a Baldovenito y su tripulación del blindado. El teniente era un guiñapo en sus garras de animal y el hijo de puta me lo muestra. Y ahí si entendí que esto termina entre él y yo.

La infantería de apoyo pelea entre décimas de segundo con la guardia de Oreja cortada. Caen ellos y caen de los nuestros, cuando llega Magallanes Oreja cortada y su guardia se retiran. Solo quedan de los otros conejos, los que pelean con las garras y los dientes. Magallanes se retira con los blindados que quedan al mando del Sargento Gumersindo Santismuñez. Un tanquista experimentado y resuelto que sabe lo que tiene que hacer.

Escucho una voz exasperada en el intercom. Es Suárez que sabe lo de Baldovenito y me ruega, casi me exige, que le ordene una carga. Es necedad de jinete es lo que lo va a matar cuando no tenga al mando un oficial como yo. Le digo que se prepare y lo escucho resoplar, sin pudor. Se la dejo pasar porque sé que habían iniciado con Baldovenito una de esas amistades que se forjan en la juventud, que se templan en el combate y que no sucumben con  las distancias. Ordeno al transporte de tropas que haga un ataque orbital con cañones. El transporte descarga todo lo que tiene sobre el flanco izquierdo alejado de la línea de nuestra defensa. Si no regresa de la base el otro transporte y pronto, me quedo sin ases. Se genera en el ataque una situación de desconcierto. Le ordeno a  Suárez que entre por esa brecha, sin adentrarse  y que venga degollando hacia nuestras líneas. Hace lo que hace la caballería. Los mekas entran rápido a fusil y  sable matando los conejos sobrevivientes del ataque aéreo. Ordeno también un nuevo ataque de blindados a Santismuñez. Sin que se interne. Que haga daño y que se retire a nuestras líneas.

Suarez y Santismuñez hacen un trabajo perfecto. Ambos atacan los flancos izquierdo y derecho sin internarse, sin perder la posibilidad de retirada. No la necesitan. Avanzan desde el fondo a nuestras líneas, disparando y sableando. El ataque cede. Pero sé que vienen más, ya ni necesito ver el informe de los drones. Los hombres lo saben; recargan munición. Algunos miran los sables porque saben que la munición está siendo poca. Ninguno dice nada. Solo se cercioran que los sables no están atascados por el hielo en la vaina. De hecho la sección de blindados tiene la orden de iniciar la retirada a la base original. No tiene munición para otro ataque. Santismuñez ofrece a la sección para pelear como infantería. Le repito la orden y todo queda claro.

Suárez está en una situación parecida, pero no tengo alma para decirle que no puede pelear a sable. Hago aterrizar al transporte “ La mano de Dios” a retaguardia. Las secciones tienen orden de abordarlo en cuanto nos quedemos sin munición.
Se escucha un galope cerrado. Las ametralladoras pesadas inician su canción. Los infantes esperan a ver lo blanco del ojo. Le digo a Suárez que espere, otra vez. “El sur”, el otro transporte de tropas está en camino, listo para un ataque orbital.

Algunos conejos alcanzan las líneas y no duran mucho. “El sur” ataca dejando otra vez cuerpos, miembros y charcos de sangre. En ese latir se mete Suarez. Los veo usar más sable que otra cosa porque la munición que queda es nada. En esa desesperación del arma blanca Suarez se desvanece. Pierde a más de la mitad de sus hombres. “El sur” a mi orden, lo apoya con lo que le queda de munición y Suárez que sabe que se mandó una cagada me mira, cuando vuelve lamiéndose las heridas a nuestras filas. Le ordeno subir a “La mano de Dios” y no hace ni un gesto. Pero deja clavado el sable en un montículo y en el sable flamea aunque lleno de sangre la Pachmina púrpura que le dio su prometida. Un romántico Suárez.

La infantería en la defensa también ha tenido bajas. No han muerto menos de mil. Y no nos queda munición. Ordeno el repliegue total. Me coloco junto a una de las ametralladoras pesadas, para tener mejor visión y conecto mi intercom al canal de la cabina del artillero, para hacerle de observador y para darle un apoyo moral al muchacho que va a ser uno de los últimos en salir. Me señala a través del cristal el indicador de munición. Se está quedando seco y se que me lo muestra para que me vaya. Saco el sable, se lo muestro y dispara lo que le queda. En ese silencio, aparece en las líneas enemigas, como un cuchillo que corta la superficie de un plato  aceite, Oreja cortada. Se mueve esta vez sin apuro. Sabe que no tenemos con qué. Mi guardia personal apunta y les hago el ademán, de que lo dejen. El artillero sale de la cabina y se une a mi guardia pero ya todos saben. Salto de la  estribación de la defensa, sable en mano. Yo y mi 40, mis heridas, mis miembros metálicos, mis libros y las vidas que pude tener y no pude, vengo a terminar acá en una pelea de guapos con un conejo del tamaño de un oso. Y me digo, porqué no? No puedo figurarme una muerte mejor. No la que me depara una vida de pereza y sinsentido después de retirarme del servicio. Por eso, empuño el sable que me ha sido fiel, como solo es fiel el acero. Y Oreja cortada deja caer en su mano el cuchillo enorme e innoble. El blindaje de mi traje tiene poco que hacer contra eso. Como si me importara.

Oreja cortada es impaciente y da la primera estocada. Un lujo que apenas puedo permitirme con mi sable corvo. Tiene esos brazos cortos y rápidos de conejo, de bestia que conoce el tiempo de los otros animales. Pero lo esquivo y por Dios que le acerté el primer corte. Me miró sin sorpresa. Sabe quien soy, o lo intuye. Lo ataco y me esquiva. Empieza a motivarse. Lo ataco otra vez y recibo lo que merezco. Un puñetazo que me arroja a un par de metros. Siento un par de costillas que no están donde deberían. Me levanto. Me deja levantarme. El hijo de puta se permite la caballerosidad; Un lujo que solo se permiten los valientes. Esta es una buena muerte. Me ataca  y siento la hoja cortar el casco blindado de mi traje. Mi sable le corta bajo la axila y agarra el tirante derecho del correaje, donde estaba la vaina. Se deshace del conjunto con un gesto. No demuestra la menor molestia por la herida.

Lo ataco, muevo mi sable como lo hacemos los oficiales que lo hemos usado en combate, arriba, abajo, al centro, defensa. Entro por arriba estoqueando después de un mandoble lateral. Oreja cortada me ataja con su cuchillo o me esquiva. Me tira algún puntazo. Me está viendo. Y yo estoy sudando como el viejo que soy dentro de mi traje. Trabamos las armas y me empuja hacia atrás, como un desprecio, haciendo gala de su fuerza animal. Me recupero, resoplando como un motor de fusión. Me duele la mano del sable y alterno. Soy bueno con las dos. Los diosesmuertos peleamos con las dos manos. Pero ya sé que es el fin, lo que no quiere decir que se la vaya a hacer fácil. Y ahí es cuando lo veo saltar. Salta sobre mí como solo puede saltar un animal, y yo que a veces soy un imbécil, decido esperarlo con mi sable. Se lo clavo a través de un muslo, pero cae sobre mi con sus 800 kilos animales. Siento que pierdo todo el aire de los pulmones y que ciertos órganos se mueven de lugar. Las caóticas lecturas de mi traje lo confirman. Antes de desmayarme o morir, Oreja cortada hace el gesto de marcar el cristal de mi casco en el que vomité sangre y un pedazo de lengua. La misma marca que en la cabina de Sánchez Luna.
Suárez recupera mi cuerpo inerte, porque Oreja cortada se lo permite.

La “El Sur” lleva mi cuerpo a la “Kratos”. El incidente inicia una guerra de venganza y lucha por el prestigio en la que se envolvieron los principales cuerpos mercenarios del sistema solar. Los Diosesmuertos pelearon por uno de sus capitanes muertos. Los demás pelearon para decir que vencieron a la raza que venció a los Diosesmuertos. De esa debacle conocida como “Guerra de los conejos” o “Guerra del Capitán Lavalle”, se generó un vacío en las guerras comerciales. Los mercenarios peleaban solo para poder costear su guerra de personal. Para fines del XXIII,  un millón de hombres pelearon y murieron en Gliese 581 G. Curioso, esta belicosidad propició que las Empresas empezaran a arreglar sus cuentas pendientes por medios pacíficos. Así, los cuerpos mercenarios, por necesidad se convirtieron en corporaciones mineras de los planetas que conquistaban. Para principios del XXIV eran el poder económico y militar del espacio conocido. Una dictadura típica del mercado libre. Pocos recuerdan al Capitán Lavalle, ni a la raza extinguida de conejos espaciales. El Capitán, si, es una estatua en la escuela de cadetes de venusina.

FIN

¿Conejos? Eso es extraño ¿no? Pero bueno, si John Scalzi los utiliza en sus historias ¿por qué no va a poder Gustavo también?

Muchas gracias a Gustavo por su historia, y espero que pronto veamos mas de sus relatos por aquí.

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Lobo7922

Creador de La Cueva del Lobo.

Desde muy joven me sentí fascinado por la Ciencia Ficción y la Fantasía en todas sus vertientes, bien sea en literatura, videojuegos, cómics, cine, etc. Por eso es que he dedicado este blog a la creación y promoción de esos dos géneros en todas sus formas.

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