Juventud Eterna No 82

Un insignificante detective tiene nueve años fracasando con un caso de múltiples desapariciones misteriosas. Sin haberlo deseado logra la juventud, tal beneficio trae aparejada una muerte horrible porque un asombroso azar lo designó como carnada en una cacería sorprendente. El escenario de su batalla es un súper edificio en una mega metrópoli sobreviviente a la guerra y otro lugar donde habita quien él nunca imaginó.

Joseín Moros vuelve nuevamente al Desafío del Nexus, en esta ocasión con una muy interesante historia policial, no se la pierdan.

Juventud Eterna No82

Karkmon está agazapado sobre el lomo de una gárgola de piedra, alrededor hay hermosas mujeres abrazando los brazos y piernas del monstruo, también ellas fueron labradas con roca, ahora opaca por siglos a la intemperie.

Desde aquella altura la distancia podría hacer ver las personas más pequeñas que un grano de arroz, pero no hay gente.

Llueve, de las fauces de la gárgola un chorro de agua se confunde con la tormenta.

Karkmon no tiene frío aunque las aves de rapiña bajo los salientes de la arquitectura tiemblan. Bostezó, pasó su lengua roja por los filosos labios y probó el sabor de la lluvia.

Los niños desnudos salieron del edificio y comenzaron a deambular por el jardín. Todos parecían menores de seis años, había incluso algunos —los más pequeños— con dificultad para caminar como si estuvieran intentando recordar la manera de dar otro paso. Tienen cabelleras largas, en toda una gama de colores, desde el negro hasta rojizo y amarillo. También sus pieles poseen divergentes matices, de oscuros a muy blancos.

Los mayores miran al cielo, hay cara de terror en cada uno, es un miedo adulto sorprendente en aquellas fisonomías tan jóvenes.

El detective Zardine tenía años fracasando con el mismo caso, o serie de casos interrelacionados. Aunque la cantidad de víctimas aumentaba casi todos los días, en la ciudad más insegura del continente seguía siendo un número ínfimo y despreciable en relación al total.

Las bandas delincuentes han penetrado en las filas de la policía desde tiempo inmemorial y muchos ciudadanos optan por hacer justicia con sus propias manos, esto por supuesto aumenta la cantidad de muertos cada día y cada noche.

Todo comenzó en un bar denominado «El Alquimista Soñador», a Zardine se lo había recomendado el último de los criminales que en esa época mandó a prisión y luego escapó.

Esa noche, mejor dicho esa madrugada de nueve años atrás, el gigantón Dior Ojo de Vidrio después de preparar un cóctel Sueño Multiorgasmo se lo dejó en la barra de ónix marciano. Un momento después le llegó el primero de los espasmos y oyó gritos.

<< ¿Dónde es? ¿Dior se equivocó en las proporciones? >>

Bizqueó hacia el ventanal detrás de la barra. La ciudad, Karcasa, se veía oscura y llena de rascacielos como siempre. No divisó vehículos volando hacia el edificio Torrejuguetona donde él se encontraba.

Un rato después y todavía sufriendo sacudones en el vientre, oyó los interrogatorios de los oficiales entre la bruma de sus sentidos. Zardine se mantuvo al margen, era su día libre.

Dior Ojo de Vidrio contestaba preguntas, el ojo izquierdo parecía tener vida independiente, con él controlaba el local nocturno. Podía detectar armas ocultas, drogas ilegales, androides fugitivos, licor adulterado y tarjetas de crédito falsas.

¿Dice que ella tomó un cóctel antes de irse? —preguntó el policía.

Sí. Tomó mi especial de la noche, Juventud Eterna No. 82, lo tengo patentado.

Lo anterior ocurrió hace nueve años, por mala suerte —pensaba Zardine—a él le asignaron el caso, estuvo allí esa madrugada y a la jefa le pareció importante

Hoy, a casi medianoche y de nuevo en su día libre, Zardine hablaba con Dior Ojo de Vidrio en El Alquimista Soñador, piso doscientos dos de Torrejuguetona.

Entonces, Zardine, ¿dices qué vienes a celebrar el noveno año? ¿Qué vas a tomar? Tengo descuento con el Resaca de Enamorado, llorarás como un niño.

Quiero un Juventud Eterna No 82, tengo curiosidad y para celebrar otro año de fracaso me parece el indicado— al finalizar sus palabras lanzó la americana y el sombrero a la percha más cercana. Estaba de moda que los detectives lucieran de esa manera como una especie de uniforme para fomentar el turismo.

Dior bizqueó hacia Zardine, su estatura de dos metros diez centímetros y ciento cuarenta kilos de peso quedaron inmóviles como la piedra ónix del mesón. Tenía mucha experiencia con la gente normal, trescientos años de vida lo hacía casi un sabio y dentro de su local nocturno, bastante amplio y lleno de bailarines y bailarinas haciendo contorsiones dentro de cilindros transparentes, su tamaño lo hacía visible para todos.

Ese cóctel aumentó de precio, detective Zardine —murmuró el androide, mirándolo con el ojo detector.

Estoy de suerte. Perdí con los gladiadores androides. Mi luchador fue decapitado, me quedó dinero para la celebración.

¿Si perdiste porqué lo llamas suerte?

Porque mi jefa apostó diez veces más que yo.

Dior ni siquiera sonrió. Los androides rara vez tenían buen humor y menos Dior, fue soldado más de dos tercios de su vida. Mientras Ojo de Vidrio tecleaba en la máquina dispensadora no dejó de mirar a Zardine por el reflejo del tablero vertical.

Dame una muestra de saliva —dijo Dior.

¿Para qué?

Mi Juventud Eterna No. 82 trabaja con tu ADN. Sentirás los resultados en un instante.

Zardine escupió en un pequeño plato de vidrio y Dior lo deslizó por una ranura al interior de la máquina.

Treinta segundos después el artefacto sirvió una copa larga, hermosa como un tulipán, el líquido espumante proyectaba un dorado similar a oro diluido en Agua Mágica y tenía hermosos remolinos. Un rocío de perlas amarillas se formó en la superficie exterior de la copa y el aroma de un bosque lleno de frutos dulces y frescos llegó hasta la nariz de Zardine.

Siento la lengua tibia y los dientes fríos. Mi cara se está encogiendo. ¿Qué es eso?

Un espejo, para que te mires.

El detective soltó una tonta risa de adolescente ebrio.

Tengo años menos y me siento alegre. ¿Cuánto tiempo dura la juventud?

Veinte minutos, con el segundo cóctel se amplía hasta una hora. También es un afrodisiaco. ¿No sientes el efecto?

Sí, no es como el de tu otro cóctel Sueño Multiorgasmo, sus espasmos secos ni tan siquiera aumentan la salivación. Este no, estoy produciendo jugo…jajaja. Sí, me siento joven…jajaja.

Siguieron hablando, otros barman atendían el resto de clientes. Aunque la noche estaba muy activa Dior no se apartó del lado de Zardine y su conversación de joven alegre.

¿Otro, detective Zardine? Las chicas te miran.

Sí. Dame otro. ¿Necesitas más saliva o algo? Ahora tengo mucho…jejeje

No. Ya estás en la base de datos.

La última respuesta hizo brillar los ojos de Zardine.

¿Tienes los datos de tus clientes?

Es confidencial, secreto barman-cliente protegido por ley. En este rascacielos Torrejuguetona poseo ciento cuarenta y siete máquinas en otros tantos locales nocturnos. Cobro beneficios por cada una de mis patentes.

Zardine tomó el primer sorbo del segundo cóctel Juventud Eterna No. 82. Sintió estremecer las piernas y miró de reojo hacia las muchachas. Sin embargo el detective no perdió el hilo de la conversación.

¿Sí te doy nombres y números podrás decirme qué bebieron esas personas la noche de su desaparición?

Dior unió las gruesas cejas amarillas.

Recítalo en voz baja, mi máquina te dará la respuesta en esta otra pantalla virtual. Sólo para tus ojos y oídos, recuérdalo.

Zardine no se preguntó el porqué de tanta colaboración, un adolescente ebrio no piensa tanto. Susurró nombres y números, su buena memoria era legendaria en los casinos. Entretanto Dior Ojo de Vidrio oyendo con expresión indescifrable estiró un brazo y tecleó en el tablero, cuando la bella copa emergió, despacio pronunció las palabras: «Va por la casa». La mala cara del barman estaba peor. Entretanto Zardine continuaba susurrando información y mirando la pantalla flotante, de vez en cuando lanzaba su risita de muchacho. Al final, mientras sorbía de la tercera copa habló con lengua pegajosa.

Sorprendente, amigo Dior. Hombres y mujeres, todos, bebieron tu cóctel Juventud Eterna No 82 la misma noche de su desaparición en Torre Juguetona. Los cuerpos no cayeron abajo en la calle y ese es el mayor misterio, tú lo sabes. Pero claro, otros miles de personas lo bebieron el mismo día aquí mismo en Torrejuguetona y no desaparecieron…jajaja…me parece gracioso.

Ojo de Vidrio miró hacia la sala y luego al detective.

Siempre se lo dije a la policía, desde el caso cuando estuviste aquí ya tenían incluida la pregunta para los testigos, además pagué por eso.

¿Porqué?

Me gusta la publicidad barata. En los noticieros lo mencionan y viene gente a tomar el mismo cóctel bebido por alguien famoso, aunque sea un muerto en circunstancias extrañas. Por cada desaparecido al menos llegaron cuatro centenares de curiosos a los bares de Torrejuguetona. Dinero fácil, Zardine.

El detective Zardine tomó doce cocteles Juventud Eterna No 82, la mitad obsequiados por Dior. Traía el sombrero al revés y la americana amarrada en la cintura. Volver a la adolescencia le resultó una grata experiencia, en especial con la muchacha en las habitaciones decoradas para el amor; Dior Ojo de Vidrio las facilitaba a los más importantes y con suficiente dinero. A Zardine nada le costó y la embriaguez tampoco le permitió preguntarse por qué tanto halago sí Dior era conocido por su tacañería. Dio otro salto para no pisar las rayas de las baldosas en el largo pasillo con total ausencia de peatones. Torre Juguetona siempre fue un rascacielos muy concurrido, en la actualidad no mucha gente se arriesgaba por las áreas comunes durante la noche, los prudentes preferían pagar el uso de ascensores y bandas rodantes. Zardine iba en dirección a los taxis aéreos ubicados a medio kilómetro de allí, en ese mismo nivel.

Hacia bastante frío, vio a lo lejos otro súper ventanal roto, escena común debido a la falta de mantenimiento, vandalismo y negligencia policial; la crisis posguerra se acentuaba cada año.

<< Mi abuela decía que Torre Juguetona fue el edificio más hermoso de ciudad Karcasa. Ella trabajó aquí y estaba orgullosa. Todavía en esa época las cortesanas tenían buen prestigio, al menos en mi barrio >>

Se distrajo mirando una vidriera mal iluminada llena de artículos deportivos, había muchas de las armaduras utilizadas por androides gladiadores profesionales.

<< Esos tipos fueron nuestros soldados, ahora los vemos matarse en los coliseos. Dior Ojo de Vidrio fue de los pocos con inteligencia: se dedicó a los negocios >>

Un ruido desconocido lo hizo voltear con rapidez. Una sombra inmensa había estado oculta en un recodo y saltó hacia él. Zardine se movió rápido, el cuerpo de adolescente lo ayudó bastante, pero fue infructuoso, no llegó a desenfundar la pistola porque la americana enrollada en la cintura le impidió encontrarla. Tiró una patada, suficiente para romper el costillar de cualquiera, un dolor en la rodilla le advirtió sobre el poder del enemigo.

Una mano de tres dedos lo golpeó en el hombro izquierdo. Zardine rebotó contra la vidriera y cayó medio desmayado. Luego sintió como lo arrastraban por el suelo, percibió la corriente de aire frío y comprendió.

<< Me lleva hacia la ventana rota, estamos en el nivel doscientos dos >>

Perdió la consciencia unos segundos, cuando recuperó la visión y el oído sintió vértigo.

<< Estoy en el aire >>

Un tentáculo alrededor de su cuerpo le impidió mover los brazos. Comenzó a temblar de frío. Hizo intentos de mirar hacia arriba, no pudo, el apéndice también rodeaba su cuello y tenía la cabeza inmovilizada; el murmullo de aletazos le informó sobre qué lo había secuestrado.

<< ¿Y no todos murieron en la guerra? >>

El secuestrador debió percibir los temblores y lo atrajo hasta ponerlo en contacto con su cuerpo caliente en extremo.

<< Me quiere vivo. No distingo hacia dónde vamos, sólo veo el mar >>

Debió transcurrir largo tiempo, tal vez cuatro o cinco horas y Zardine en contra de su voluntad se había dormido. La sensación de caída lo despertó. Ya era de día y vio el suelo boscoso subir a gran velocidad.

<< No pude ver si llegamos a una isla o continuamos en el continente. Me duele la cabeza y el hombro. ¿A dónde vamos? >>

Demasiado tarde comprendió. Vio la superficie cristalina y las piedras del fondo. A menos de un metro los tentáculos lo soltaron. El agua resultó tibia, cuando intentó nadar descubrió que no era profundo y quedó de pie con el líquido hasta la cintura. Volteó a lo alto y vio a su secuestrador, ya estaba a cientos de metros de distancia.

Cerca de la orilla y con disimulo escondió la pistola bajo las piedras debajo del agua, sabía que el líquido no podía afectar su arma ni perjudicar las balas explosivas.

Cuando se puso de pie el sol ya estaba en el punto más alto. Sintió con agrado la flexibilidad de sus músculos.

<< No recordaba cómo es un cuerpo joven. Ya no estoy borracho y lo percibo con claridad >>

Entonces descubrió a su alrededor la ciudad abandonada de característica arquitectura.

<< ¿Estoy en Isla Perla? ¿Para qué me trajo aquí? >>

La Isla Fantasma era el otro nombre con el cual se denominaba a Isla Perla desde el final de la contienda mundial. Sus ciudades abandonadas permanecían erguidas luchando por no desaparecer en la selva. Los rascacielos poseían verdaderas vestimentas de jungla y la fauna había invadido cada piso, cada sótano. En estas ciudades imperó una extraña arquitectura, la representación de bestias rodeadas de bellezas femeninas fue uno de los temas en muchos de los edificios.

<< Este lugar era el parque central de la ciudad. El riachuelo es artificial y funcionan algunas las bombas de agua. ¿Por qué me dejó aquí? >>

La respuesta llegó sola. Vio una fila de máquinas dispensadoras de comida, cubiertas de enredaderas y barro seco. Varias de ellas tenían despejados los accesos por el pisoteo de mucha gente.

<< Durante la guerra repartían comida gratis a las multitudes. Alimentos para astronautas, incorruptibles por siglos. ¿Soy un prisionero? ¿Y de quién? >>

Entonces vio acercarse un grupo de muchachas y muchachos, sólo uno de ellos caminó hasta él. Sus ropas parecía que fueron haber sido de su padre o de alguien mucho más grueso.

¿Cuántos años tienes?

Zardine contestó, había intuido la forma rápida de obtener información.

Cuarenta y seis, y ¿tú cuántos tienes?

Cincuenta y ocho.

¿Cuándo te trajeron? ¿Y cómo llegaste aquí? —agregó el muchacho casi a punto de llorar.

Hace menos de una hora. Un androide volador me secuestró. ¿Y a ti?

Hace una semana y media. Voy lento, quiero que esto termine, ya no puedo más. Aparecí en un jardín, estaba demasiado borracho y no me di cuenta de nada —y lloró sin esquivar la mirada.

Todavía no comprendo qué pasa.

¿No te has visto en algún reflejo? Estamos regresando a la infancia, unos más rápido que otros —las manos del joven acariciaron la cabellera con movimientos espasmódicos, tal vez fue calvo antes de rejuvenecer.

¿Estamos regresando a la infancia?

Sí. Mira hacia allá. En los jardines.

Más de un centenar de niños silenciosos deambulaba entre los árboles, estaban desnudos. Parecían aturdidos, sus expresiones de interrogación y miedo aterrorizó a Zardine.

¿Por qué están asustados?

Cada noche los más pequeños desaparecen, en la oscuridad oímos gritos. Hablan de un diablo pero ya casi no tienen memoria ni lenguaje.

El detective Zardine sintió terror de preguntar, pero lo hizo.

¿Cómo llegaron aquí?

¿No te has dado cuenta? Eran como nosotros. Cada momento somos más jóvenes, cuando comencemos a olvidar buscaremos la compañía de más niños, nos dejarán la comida a la mano, en los jardines hay pequeños refugios como casas para perros, allí dormiremos hasta que algo venga por nosotros, en la oscuridad.

Zardine recordó su pistola y decidió regresar por ella.

En el trayecto una idea martilló su mente.

<< ¿Todos los que estamos aquí tomamos el Juventud Eterna No. 82? >>

Entonces oyó aletazos como explosiones de un arma de fuego en la distancia. Zardine saltó a los matorrales y escrutó las alturas. Muchos rascacielos obstruían su visibilidad, logró ver pasar entre un par de ellos a la figura de su secuestrador.

<< Maldito androide. Sé que puedes volar en total silencio, lo haces para aterrorizar >>

Tardó arrastrando su cuerpo entre plantas muchas de ellas espinosas. Tenía picaduras de hormiga, rasguños largos y sangrantes por la púas de las plantas y barro hasta los ojos. Había llorado cuando debió enrollar las mangas de camisa y pantalones, ya la americana la había abandonado. En su caso el proceso de rejuvenecimiento no era tan lento como el del hombre con el cual habló.

<< Primero disparo a su estómago, allí la coraza es menos gruesa, el segundo a la cara, si no baja la frente lo dejaré ciego, el tercero a un ala, tal vez no podrá volar y lo remataré…o tal vez el tercero a mi cabeza…sí no acerté con los dos primeros…esas bestias las hicieron para resistir balas más poderosas…estoy soñando con lo imposible >>

El tiempo siguió transcurriendo, el engendro seguía por encima del arroyo y Zardine titubeaba en lanzar una carrera hasta el lugar donde su pistola se encontraba escondida. Hasta qué vio sus propias manos.

<< ¡Por todas las maldiciones! Si se hacen más pequeñas no podré disparar >>

Su reacción fue instantánea. Se despojó de la ropa ya demasiado grande para correr con soltura y desnudo emprendió la carrera sobre la pequeña explanada cubierta de barro. Desde lejos otro grupo de adolescentes vio un niño de doce o trece años corriendo bajo el sol.

Zardine oyó la detonación de más aletazos, resbaló, rodó como un ovillo, se levantó y siguió corriendo. Ya en el arroyo el agua le llegó hasta la cintura, su magnífica memoria le indicaba el lugar donde había dejado la pistola. Metió las manos bajo las piedras, contuvo la respiración y trabajó a fondo.

No encontró el arma, resoplando sacó la cabeza y vio a su enemigo a unos cincuenta metros de distancia, acurrucado en el agua, con las alas plegadas y los cuatro tentáculos retraídos en el cuerpo rojo oscuro, veteado de negro como un tigre de bengala. Tenía el doble de tamaño que Dior Ojo de Vidrio, figura humanoide y cola rematada en una porra espinosa. Cuando miró la enorme cabeza con mandíbulas de tortuga, cuernos de búfalo y ojos de águila, se sumergió de nuevo para escarbar otra vez debajo de las piedras. Vio su propia sangre tiñendo el agua, dos de sus uñas se habían despegado y una tercera colgaba de un pellejo.

No pudo continuar y emergió para tomar aire. Allí estaba el androide, poderoso y sanguinario. Entonces vio cuando estiró un brazo, mostró la diminuta pistola y la envió con un movimiento de muñeca hacia Zardine. El detective, en el cuerpo de un flacucho niño, la vio hundirse a unos cuatro metros de distancia. Saltó y la sintió enorme cuando logró encontrarla, pero aún podía accionar los dos gatillos.

Cuando la sacó del agua rugió de rabia, le faltaba la carga de balas. Nunca había oído reír a un cocodrilo gigante —si es que existían y además podían reír—, así le pareció el sonido del androide. Y después la voz, fue el rugido de un león modulando palabras.

Soy Karkmon, hombrecito. Te arrancaré las piernas y me las comeré.

Zardine sabía de la crueldad de los androides de guerra y de esta clase había oído lo peor. De nuevo observó cuando lanzó otro objeto cerca de él, distinguió la carga de balas. Saltó adelante para bucear y atrapar los proyectiles. Aún sumergido oyó la explosión de un aletazo contra el agua, sus oídos casi estallaron, una ola golpeó su cuerpo, lo revolvió varias veces y cuando logró ponerse de pie vio a Karkmon avanzando hacia él. Zardine apretó los puños, la pistola se había desprendido de sus manos.

Desde lejos los adolescentes vieron al niño sacando piedras del fondo y lanzándolas contra el demonio volador, maldiciendo como un adulto.

Zardine ya sabía que iba a morir. Entonces vio una figura surgir de los matorrales, detrás y a la izquierda de Karkmon. Reconoció la situación y se movió hacia la derecha, como si pretendiera huir. Karkmon giró y quedó de espaldas al recién llegado.

Al menos sonaron treinta tiros seguidos.

<< ¡Balas explosivas y de las grandes! >>

Zardine se hundió en el agua, estaba en la línea de tiro y corría peligro, sabía que vendrían más ráfagas. Desde allí siguió oyendo las explosiones.

Karkmon se volteó enfurecido, tenía las alas destrozadas pero las placas de su espalda eran muy resistentes. Saltó hacia el atacante, las descargas continuaron una tras otra: cuatro, cinco…nueve andanadas. Y Karkmon cayó lleno de agujeros, los muñones de sus aletas se continuaron agitando por varios segundos y la sangre roja manchó hasta las piedras de la orilla.

Zardine emergió y nadó hacia el recién llegado, le era más fácil porque el agua ya le llegaba hasta el pecho. De repente una mano enorme lo levantó, el individuo se había adelantado hacia él y sin preguntar le clavó una aguja en la nalga desnuda y luego lo dejó caer en el arroyo.

¡Maldito! ¿Qué fue eso?

Dior Ojo de Vidrio no lo volteó a mirar, estaba cortando con un cuchillo enorme la cola del muerto Karkmon y dijo cortas palabras.

Es el antídoto, dejarás de rejuvenecer. En veinticuatro horas serás el de antes, a menos que de verdad seas un tipo con suerte.

¿Cómo me encontraste? ¿Cómo supiste que me atraparon? —la voz atiplada de niño temblaba de ira.

Mi chica te puso un faro electrónico en los calzoncillos, te seguíamos desde tu salida del bar. A medida que rejuvenecías tus células eran cada vez mejores para fortalecer esta clase de androide, Karkmon sólo tenía que esperar hasta que fueras un bebé lactante porque tu cuerpo envía una feromona a la cual parece que estos androides son sensibles a kilómetros de distancia. No ocurre con todo humano, es un porcentaje ínfimo de casos y te conviertes en un pequeño bocado pero muy poderoso. Es ahora cuando sabemos todo esto, por eso desde las alturas Karkmon esperaba otra víctima y lo descubrimos gracias a ti. Imaginábamos otra clase de asesino, tal vez una Rata de cañerías o algo así, fue una desagradable sorpresa para mí.

¿Me utilizaste como señuelo?

Fue tu noche de suerte, durante años intentamos conseguir ese costoso faro electrónico inaudible para casi todo androide, cesaron de fabricarlos al final de la guerra y llegó esa tarde, además resultaste ser el único con el ADN adecuado entre los clientes de la jornada. Lo dijiste, fue tu día de suerte.

Aunque Dior no estaba ni tan siquiera sonriendo, Zardine sabía que el androide reía. Se sintió extenuado, cayó sobre las piedras secas para observar cómo Dior Ojo de Vidrio desprendía la cola y los cuernos del cadáver de Karkmon. Miró sus propias manos, las uñas desprendidas ya estaban casi completas.

Tengo mucha hambre y sed.

En aquella bolsa hay comida especial, necesitas crecer —de nuevo Zardine sospechó que Dior estaba riendo.

El detective con cuerpo de niño saltó hacia la bolsa y comenzó a succionar uno de los contenedores, tragó más de tres litros de pasta, la sensación de hambre era gigantesca.

Me sorprendió cómo decidiste morir: luchando aunque fuera inútil. Habrías sido un buen gladiador. Tengo una oferta de trabajo para ti, Zardine, en las Autodefensas de Torrejuguetona.

¿Qué pasará con todas esas personas? —prefirió preguntar el detective y señaló hacia los adolescentes, ellos miraban desde lejos.

Ya viene un equipo de paramédicos, son de nuestra gente. La policía nunca se enterará, firmaremos acuerdos con las víctimas, todos serán indemnizados en secreto, incluyendo los familiares de los fallecidos. A nadie le conviene publicidad de todo esto.

Dior se levantó con la cola y los cuernos en sus manos. Eran sus trofeos de combate.

Aunque la guerra terminó los sigo persiguiendo, ellos asolaron medio continente y terminaron con todos los androides de mi generación, quedé sólo en el mundo. Es un asunto personal, algún día te lo contaré.

Zardine presintió llanto en la cara y voz de Dior Ojo de Vidrio. Pero nunca se manifestó.

Un año después estaba Zardine bebiendo jugo de fruta en la barra de El Alquimista Soñador. Vestía ropas de primera calidad y bajo el abrigo dos pistolas eran su compañía.

En el hueso parietal izquierdo Zardine lleva un chip de telecomunicaciones, incluso puede recibir imágenes. Las áreas comunes de Torrejuguetona han mejorado en cuanto a seguridad desde que a Zardine le fue asignada esta misión.

Ya transcurrió un año —dijo Dior Ojo de Vidrio—, ganaste quince años de juventud. Eres un tipo con suerte, hay sólo dos casos entre todos los que tomaron Juventud Eterna No 82, y fueron miles. Además existe una remota posibilidad de algo bueno para ti: tal vez permanezcas así por decenas de años; será necesario esperar.

Digas lo que digas nunca tragaré otro de tus bebedizos. Traje mi propia botella de whisky, te invito un trago.

Sabes que no bebo nada aparte de agua. Brindaré con jugo de fruta.

Juventud Eterna —dijo Zardine, y levantó su vaso de jugo luego de agregarle un poco de whisky.

Una muerte rápida —dijo Dior, y chocaron los vasos.

Fin

Muchas gracias a Joseín por compartir con nosotros una historia tan bien realizada.

Y ustedes amigos no olviden que Joseín participa con esta historia en el Desafío del Nexus de Junio, así que si ustedes también la disfrutaron, no dejen de votar por ella con el botón compartir de facebook.

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