La Trampa de los Siete Magníficos

Regresa a nuestro concurso mensual nuestro amigo Guillermo Moreno. Lo hace dentro de una temática que el es familiar, el Weird West. Estoy seguro que disfrutarán esta historia:

La Trampa de los Siete Magníficos

Todo ardía a su alrededor, y ´ña Licha seguía sin entender como había pasado. Se arrastró un poco por la polvorienta calle de Santo Tomás, mientras maldecía por lo bajo, con todo su ser. Siempre odió aquella forma, nunca le pareció coherente ni eficiente…. Y desde que se vio forzada a habitar dentro de uno de ellos, los detestó aun más.

—No huyas, india mugrosa— cuando lo escuchó ´ña Licha dio un respingo que la hizo avanzar unos cuantos metros—. Es hora de que pagues todas las que me debes. Puerca traidora.

—El único traidor aquí eres tu— su voz grave y rasposa la asustó.

—Nada que ver, sucia india— frente a ella se encontraba un hombretón de piel curtida por el inclemente sol del desierto, que vestía como todo buen forajido, con ropas dispares, gastadas y cubiertas de una fina capa de polvo—. Aquí la única persona que ha faltado a la palabra empeñá eres tu— soltó un sonoro escupitajo café, señal inequívoca de que estaba mascando tabaco. El sonido perturbaba a ´ña Licha porque evidenciaba la ira que embargaba a aquel hombre.

—Tu mataste a mi reclutador, James Smith…. ¿Recuerdas?

—Los hijos de mammon son los más mentirosos en los 9 infiernos; yo no maté a tu reclutador.

—Sí, lo hiciste… sucio gringo.

— ¿Por qué habría de hacerlo? Yo estaba de acuerdo con mi parte del trato, las ganancias eran buenas. Aquí la ambiciosa eres tú, que diste muerte a varios de mis hombres. ¿Querías más pastel para ti, puerquilla?

—Yo…

—No lo niegues —el hombre perdió los estribos y lanzó un sonoro grito mientras desenfundaba y le apuntaba— ahora me vas a decir dónde está el Rosario de los Mil Penitentes y quedamos a manos.

´ña Licha comenzó a carcajearse, mientras se preguntaba <<¿Cómo había sido tan estúpida?>> era evidente, ahora al menos, para ella que un tercero se había inmiscuido en su estafa.

— ¿De qué te ríes, mendiga india?

—De que las cosas buenas nunca duran para siempre. Amonita imbécil.

El hombretón disparó al suelo, a unos cuantos centímetros cerca de su cabeza, mientras que le advertía que moderara su vocabulario.

— ¿No te has dado cuenta, Mister gringo, que un tercero metió su cuchara en nuestro caldo?

—Claro que sí, tu nuevo socio.

—Eres más tonto de lo que pareces.

—¡¡¡Que te dije!!!— aulló hecho una furia mientras le apuntaba. ´ña Licha cerró los ojos, pues estaba consciente de lo que vendría ahora. En cierto punto lo deseaba, llevaba mucho tiempo esperando ese momento, el librarse de aquella bolsa de carne donde estaba encerrada.

Escuchó el tronido, pero no sintió nada ¿Así se sentían los mortales cuando abandonaban sus cuerpos? no estaba segura. Esperó unos segundos, ya debía de estar escuchando el lamento de los condenados y sintiendo los lametones del fuego infernal, pero nada de eso pasó. Abrió los ojos con calma, justo a tiempo, para ver como sendas columnas de fuego infernal salían por los ojos y la boca del gringo.

El fuego se apagó y el cadáver se mantuvo en pie durante unos segundos, que a ´ña Licha le parecieron milenios. <<¿Qué mierda pasó?>> se preguntó después de atestiguar como aquel fuego abrazador había consumido a un demonio tan poderosos como el gringo.

—Este es el siglo de la furia, ¿Qué pudo matar a un amonita?

—Yo— le respondió una nueva figura, esta vez era un negro altísimo con un sombrero gris que le apuntaba con una colt— mi nombre es Jeremías Brown, y soy el tercero en disputa.

´ña Licha lo observó con calma, frente a ella estaba un simple humano, pero cubierto por un aura especial. De repente, la abrumó un pánico inaudito… estaba frente al….

—Cazarrecompensa del diablo, verdad de Dios— soltó otra figura, que parecía haberle leído la mente. Esta era una mujer rubia vestida como un hombre. De no haberla detallado, habría creído que se trataba de un jovencito.

—Una súcubo.

—Y el bicho que usa el diablo para cazar a los evadidos.

— ¡Oye!

—El Predicador te mató— soltó ´ña Licha mientras trataba de ponerse de píe—. Él y su engendro, Capullo[1].

—Capullito de Alelí— el negro avanzó unos cuantos pasos hacia la mujer— evite esa bala por poco— señaló a la rubia— pero ella fue quien mató al engendro. Al Mor….

—No digas su nombre….

—Lo detuvo alguien más— sonrió con cierta malicia—, y ahora te tocó a ti.

— ¿Cómo es posible? Este plan era perfecto, no pudo haber llamado la atención del carcelero.

—No trabajo para el carcelero, así que no llamaste su atención— Jeremías se quitó el sombrero y se abanicó para espantar el calor—. Pero si la mía. Verás, fue una sorpresa para mí cuando escuché a tu “reclutador” aquel hombre que con tanta vehemencia buscaba valientes pistoleros para defender al pueblo de Santo Tomás de una banda de cuatreros texanos. He de confesar que estuve tentado a unirme, pero ella me disuadió— la mujer rubia la saludó con una sonrisa—, algo furioso, comencé a indagar sobre el asunto, y descubrí que no era la primera vez que tu reclutador hacia acto de presencia. Fuimos a otros pueblos, y después de algunos tragos y que ella se valiese de algunos dones, tropezamos la misma historia …  variaban las temporadas o los años pero el cuento era siempre el mismo:  Un pueblo atacado por bandidos, a veces tejanos, a veces mexicanos, que deseaban robar los tesoros del pueblo, violar a sus mujeres y todo eso. Los pueblerinos siempre tienen poco que pagar, pero ofrecen techo, alcohol, comida y las mujeres de ser necesario, todo con tal de ponerles un coto a los bandidos. A parte de eso, los pistoleros se ganarían las gracias eternas de aquel pueblo. Lo cierto es que la recompensa es pobre, pero cuando se tiene hambre y no se sabe hacer nada más que disparar la propuesta no cae mal.

—Muy ingenioso— soltó la rubia.

—Sí, Lirio. Y como a nosotros nos quedaba de paso, no nos costaba mucho desviarnos un poco. Acapulco puede esperar un poco por nosotros[2].

—Yo no puedo esperar mucho por las costas del Caribe.

—Lo sé mi sol, te lo prometí— Jeremías sonrió y volvió a colocarse el sombrero—. Bueno, decidimos pasar a saludar, lo difícil era meterse en este juego tan ingenioso sin salir escaldados.

—Y por eso mataste a nuestros hombres

—Exacto— respondió el pistolero— estábamos al tanto de que no habían otros demonios, o al menos uno igual de poderoso que ustedes, en los alrededores, así que cuando aparecieran sus lugartenientes muertos no tardarían en señalarse el uno al otro.

—Yo pensaba que tu plan no tendría éxito.

—Yo tampoco tenía fe en mi— le replicó Jeremías— pero resulta ser que la desconfianza entre la ira y la avaricia era muy grande.

— ¡Maldito metiche! No te estábamos perjudicando.

—La verdad es que no. Pero, tampoco me agrada la idea de que los demonios hagan de las suyas. Mira, mandar a un hombre o dos, ocasionalmente, al infierno porque no puede dejar de pensar en el dulce manjar que tiene mi hermosa amiga —aquí presente—, entre las piernas es una cosa. Pero dejar que ustedes manden a decenas de pendejos, en masa al averno, sin contar los que pactaban por su parte con él o contigo, no sería correcto. ¿Me entiendes?

—No…

—Ambos se condenan, pero al menos los que caen presa de ella lo hicieron de forma consciente.

—Muy pocos mueren hartos de sexo la primera vez— soltó Lirio— mientras que tus siete magníficos mueren ciegos de ira o dominados por la avaricia, pero engañados víctimas de una buena estafa. Así el pecado no tiene gracia.

—Ilusos, esta es una nueva era, la era….

—De la Revolución Industrial y el Vapor, del crecimiento y el progreso sin fin. Sí, señora Mía, lo es… pero yo soy un hombre tradicional. Y ya el mundo se está yendo solito al infierno, no hace falta de su ayuda.

—Ya veo

—Además— comentó la Súcubo— si el mortal está consciente de que esta eligiendo el pecado y la condenación, la bofetada al altísimo es mayor, pues esta renegando de su gracia y perdón.

—Son asquerosos, par de románticos.

—A mi no me inmiscuyas en eso. Yo deseo liberarme de este yugo. Por eso, a lo que vine. ¿Dónde está Rosario de los Mil Penitentes?

´ña Licha sonrió, mientras se preparaba para atacar a aquel par con un oscuro sortilegio que estuvo preparando mientras ellos le daban aquel discurso. Eran sus últimas fuerzas, un último acto de desafío, pero valdría la pena.  Sintió el helor de la corrupción reptando por su cuerpo,  recorriendo su espina vertebral para salir por su boca como una oscura miasma de maldiciones, cuando el tronar del aquellas pistolas la detuvieron en seco.

—Tendré que averiguarlo por mi cuenta— soltó el negro, y ´ña Licha sintió lo que era el dolor de verdad, cuando el fuego del averno comenzó a consumir. En ese momento, se percató de algo terrible, algo que superaba los cuentos… la bala, que era producto del mismo infierno, no la estaba desterrando de aquel plano existencial, en vez de eso la estaba consumiendo… en ese momento estaba experimentando una muerte verdadera… y todo porque un metiche no había caído en su estafa; en su jugada perfecta.

—Nada tan bueno dura para siempre— soltó ´ña Licha mientras era obliterada.

***

El alba despuntaba en el lejano oeste, y el pueblo de Santo Tomás la recibía envuelta en humo y cenizas. Atrás quedaban los días de gloria cuando la misión española era un centro vibrante de cultura y civilidad. O cuando fue un paraíso para los viajeros y los campesinos de los alrededores… o la primera vez cuando un grupo de 7 pistoleros llegó conmovidos y dispuestos a ayudar a aquella gente y, a su vez, cubrirse de gloria. Ahora solo había muerte, no quedaba nadie que recordase al pueblo, todo culpa de un par de metiches que se dirigían hacia Acapulco.

—México, allá vamos— soltó Lirio con vehemencia y Jeremías la coreó con una sonrisa.

Fin

Muchas gracias a Guillermo por su participación, y le deseo la mejor suerte, espero que el público responda.


[1]              Ver Mordecai disponible en el Blog: la Antesala al Portal Oscuro, disponible en formato Cbr y descarga gratuita.

[2]              La razón de esto se encuentra en el Relato el Jiangshi disponible en la Antesala al Portal Oscuro en formato Epub y descarga gratuita.

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Guillermo Moreno

Escritor de Ciencia Ficción y Fantasía, autor de Los Pistoleros del Infortunio, colaborador en Proyecto Pulp y Administrador del Blog "En la Antesala al Portal oscuro". Entre otros muchos proyectos.

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