Desde Guatire estado Miranda, vuelve a las páginas de La Cueva del Lobo nuestro amigo y colaborador, Guillermo Moreno, para participar en el Desafío del Nexus de Mayo con un relato que combina magistralmente un estilo cyberpunk, la fantasía urbana, y por supuesto, el Vampirismo:

Selene

Haga Honor a su Apellido

Autor: Guillermo Moreno.

Alfredo Caballero, caraqueño, rebotado y detective privado, nunca supo como cambiaria su vida, cuando escuchó aquellas oscuras palabras.

—En el palacio de las delicias— dijo—En el jardín de la noche, yo soy la rosa más hermosa, negra como el tiempo. Atractiva sin par, prueba mis pétalos, degusta mis espinas, porque yo soy la muerte.

Recorrí su espalda con cautela, deleitándome con la suavidad de su piel. Regodeándome en sus curvas y perdiendo la razón cuando posé la vista en su espalda baja. La cubrí con la manta, y me levante con sumo cuidado. No deseaba levantarla, la noche aun estaba por irse, y a mí se me antojaba un cigarrillo. Me fui directo al balcón.

La noche estaba inusualmente fresca y, por alguna razón, realmente calmada. Levanto la vista a los cielos y me sorprendo lo poco de este que alcanzo a ver. No puedo evitar recordar los cuentos de mi abuelo sobre las noches estrelladas y frescas, de una Caracas, que ahora, se me antoja de antaño. De verdad, ya nada queda de ella; pues mucho es lo que le ha pasado en un siglo y medio. Al fin y al cabo cruzamos por una cruenta guerra y el advenimiento de las Corporaciones que, como ángeles salvadores, llegaron para luego volverse nuestros verdugos y cobrarnos en especias. Delante tengo, una Caracas llena de letreros de neón, rascacielos y ruido. Todo opresivos, apenas puedo ver el Ávila, y mucho menos los cinturones de marginalidad, los cuales desaparecieron para tomar otra forma en las bases de este nuevo monstruo de concreto.

Doy una calada al cigarrillo para despejar tales pensamientos. Me abandonan las reflexiones sociales, pero vuelven a mí las imágenes de ¿Cómo llegue a dónde estoy? Lanzo, de reojo, una mirada a la habitación y no puedo evitar preguntarme ¿Cómo una mujer como ella, salida desde el Jardín de la Noche, llego a mi cama?

***

Los gorilas, porque no tienen otro nombre, me tomaron por los brazos y me arrojaron en aquella oficina. Allí pude ver a un señor mayor, tendría unos 60 o 70 años, pero en estos tiempos uno nunca puede estar seguro. ¡¡Gracias avances en la cirugía!! Sonríe mostrándome unos dientes perlados, y yo no puedo evitar evocar a los zorros. Todas mis alarmas se activan, este viejo se trae algo entre manos.

—Buenas noches, Señor Caballero— dice con una sonrisa que me parece artificial. Realmente ensayada.

—Buenas noches— respondo, mientras me masajeo el entumecido brazo, y a su vez, trataba de ubicar una ruta de escape. Recuerdo las palabras de mi papá: antes de emprender cualquier pleito, busca la ruta de escape.

—Veo que su viaje no fue cómodo.

—No, no lo fue— dije mientras me sentaba en el sitio que este me indicaba, con cierta cortesía.

—Sepa disculpar a mis escoltas—dijo— los implantes cibernéticos, y el cóctel de esteroides que les damos, parecen que anulan sus modales.

—Sí, ya me di de cuenta— repliqué.

—Se preguntara ¿Por qué esta aquí?

—Me pregunto más por su nombre.

—Me gustaría dejar ese tópico aparte.

—Mi madre me enseño, a fuerza de unos buenos coscorrones, que no debía hablar con extraños— respondí haciéndome el gracioso.

—James Dean—respondió— ¿le parece?

—Algo es algo— repliqué— Y, sí. Me estoy preguntando mucho sobre mi situación presente.; especialmente desde que vi su edificio a través de la ventanilla del Aerodeslizador en el cual me trajeron.

— ¿Qué pensó antes de ver el edificio?— me pregunta de nuevo, ahora sonriendo. Me da escalofríos, hago acopio de voluntad y replico.

—Lo usual— digo— que ese par de “gorilas” me llevarían a un sitio escuro y luego aparecería flotando en las playas de la Guaira.

—Ya veo— respondió pensativo y luego continuó— ¿Es algo de verdad usual en su ramo?

—Más de lo que usted cree.

—Ya veo—repitió— se encuentra usted aquí, porque en Angchun-Leib, deseamos que realice una investigación por nosotros.

— ¿Cómo?— pregunte algo asombrado.

—Tal como escuchó.

—Tengo un número telefónico en el directorio, y más de un perfil en la red. A través de los cuales me pudieron haber contactado— objete dejando patente mi indignación— no había necesidad de mandar a los gorilas tras mi.

—Sepa disculpar ese revés, es que… todo debía hacerse con el mas sumo cuidado— hizo énfasis en “cuidado” y no pude evitar sentir escalofríos.

— ¿Y esta empresa no tiene un cuerpo de detectives?

—Ya le dije que esto debe hacerse con cautela— replicó medió molesto— le ruego que nos comprenda. Sepa que, los agravios que le hemos causado, serán recompensados cuantiosamente.

—Me parece bien— conteste. Aquello me estaba dando mala espina. Generalmente estas corporaciones tenían sus propios cuerpos para-policiales y paramilitares; y nunca dudaban en usarlos. Así que, si estaba apelando a un pobre detective como Alfredo Caballero, este podría estar seguro de dos cosas a) no me mandarían a espiar a nadie, y mucho menos a matarlo y b) el caso era grave de verdad, especialmente si ellos no lo iban a resolver—Dígame, ¿Qué tengo que investigar?

Me facilitó una memoria desechable y respondió

—Le haré un resumen. Últimamente, en la ciudad, se han llevado a cabo una serie de asesinatos.

—Estoy al tanto de ellos— replique— tengo contactos en la policía.

Mi mente comenzó a volar, de nuevo las dos razones volvieron a atormentarme.

— ¿tendrá usted alguno detalle sobre ellos? detalles que no hayan salido a la luz.

—No, nada inusual— respondí.

—Bien, le daré una— dijo con calma— las personas asesinadas tenía algo en común. Algo único, pues todos ellos fueron drenados, y se le extrajo una serie de implantes sanguíneos. Nanobot para ser sincero.

—Estaba al tanto de ello— replique— no me es ajeno.

—Supongo que está al tanto de la marca de los nanobots— dijo y al ver mi cara de asombro— Las marca de aquellas implantes pertenecen a nuestra competencia. A nuestra más férrea competencia: Matsumoto Inc

— ¡Vale! Ya veo— respondí, mientras la luz comenzaba a hacerse en mi mente.

—Por eso el detective debe ser externo— agregó; su tono de voz me recordó al que solía usar mi madre cuando me explicaba algo obvio.

—Quieren que levante cualquier sospecha que haya caído sobre ustedes— dije.

—En efecto.

***

Iba a encender otro cigarrillo cuando escuche a Camila toser, e inmediatamente, deje de lado esa idea. Abandone el balcón y me fui al minibar de la casa. Un poco de licor calmaría mis nervios. Serví la bebida con mucha cautela, la verdad no deseaba despertarle. Me encontré, entonces, sonriendo ante aquel exceso de cuidado. Yo el hosco, el patán, el ermitaño, el lobo solitario, siendo considerado por un par de buenas piernas ¡Vaya que piernas! Suspiré, si los poco amigos que tengo me vieran, se carcajearían a mis costillas, y mi madre estaría medianamente orgullosa. Recuerdo que siempre, de chamito, me decía: “hazle honor al apellido”.

Tome el primer trago seco, y luego me serví otro… fui al balcón a seguir disfrutando del fresco, y me fumaré el segundo cigarrillo.

***

Empecé mi investigación por los bajos fondos de Caracas, conocido como las Mercedes, después que leí la información que James Dean me dio. Lentamente y con cautela pregunté por la mayoría de los locales, hasta que mis interrogantes y créditos me llevaron a un club nocturno.

Era un sitio modesto, pero atractivo, como todo en aquella vibrante ciudad llena de letreros de neón y sonidos estridentes. Camine con calma, eludiendo a vagos y mujerzuelas, evitando que todo lo chillón me distrajera.

—El Jardín de la Noche— alcance a leer, mientras me abría paso. Entrar al lugar fue fácil, pues no estaba muy concurrido.

Una vez adentro eludí las meseras semidesnudas, los paseantes y las mesas. Fui directo a la barra.

Con una actitud de pocos amigos, que es acompaña de mi aspecto, de mi barba de varios días, mis cejas pobladas, y mis ojos negros, logre llamar la atención del bartender.

Era un negro, obeso y con más mala leche que yo. Frotaba con fuerza una copa mientras lanzaba una mirada alrededor.

—Necesito hacerle unas preguntas— le dije mientras sacaba mi placa y permisos. En realidad mi identificación no me daba autoridad, pero la gente al verla, solían confundirse y se ponían nerviosas. Algunos levantaban sus defensas, otros la dejaban por el suelo.

—No tengo tiempo— replicó hoscamente. Aquella acción se acentuó debido al hecho de que sonaba una canción realmente estridente.

Volví a mostrarle la placa, esperando que se asustara. Tuvo cierto efecto, gruñó por lo bajo y replicó:

—Qué sea rápido.

Extraje mi asistente personal, y desplegué una fotografía holográfica. Era la de la última víctima, un chico rubio de unos veinte años, delgado, bien parecido.

— ¿lo has visto?

—Veo a muchos como él, todo el tiempo—respondió— y para ser sincero, la memoria me está fallando.

Típico, de repente sentí unas ganas de tomarlo por el cuello de la camisa y estrellarle el rostro contra la barra, pero al mirar alrededor me percaté de que había muchos guardias. Todos ellos bien fornidos. En estos días los gorilas abundan. Deje de lado la violencia, y saque mi tarjeta.

— ¡¿Créditos?!— Exclamó— eso no sirve aquí.

Rebusque en los bolsillos de mi chaqueta y extraje algo de papel moneda. Tomo los billetes y replicó:

—Es un traganubes.

— ¿Perdón?

—Hijos de papi y mami, que vienen de los sectores más altos, con sus créditos y papel moneda. Brindan a todos sin dudar— hizo una pausa y miró a los lados. Cuando estuvo seguro de que no le espiaban emprendió su charla— pero luego, dan un giro y deciden cobrarse su generosidad en especias. Abusan de mala manera de los demás. Al fin y al cabo, saben que estos pobres diablos, están desesperados por el dinero. Saben que carecen de dignidad.

—Menudo invento, la dignidad— replique. De repente casi pude sentir a mi madre dándome un coscorrón.

—Estos chicos suelen venir en manadas, como si fueran locos— reprimió un escalofrió— cuando deciden cobrarse en especie, les damos un cubículo. No hacemos preguntas, ni hacemos nada contra ellos, ni la policía hace algo, porque todo es consensuado.

— ¡Vaya! Son todas unas joyitas— dije, el tendero no capto que me refería a los dueños del local.

—Sí, no les deseo mal, pero si desapareciesen unos que otros, nos harían un favor. ¿Qué le paso a ese?

—Apareció muerto.

— ¡Dios santo!— dijo al caer en cuenta de lo que había dicho, pero aun así, no se amilanó— ese se llamaba Walter Smith.

— ¿Cuándo lo viste por última vez?

—Bebe algo o vete— replicó.

—Whisky, seco.

Una vez servido el licor continuó — El viernes pasado, estaba realmente raro y salía del patrón.

— ¿Cómo así?

—Vino solo esporádicamente, luego comenzó a venir solo con frecuencia. Mientras aumentaban las venidas, se veía cada vez más desesperado. Seguro se volvió adicto a alguna porquería.

—Lo dudo—repliqué— poseía un implante purificador de alto desempeño. Se podía meter cualquier porquería y no se volvería adicto— aquello era el epitome de la irresponsabilidad, pensé— además, tenía bichos en la sangre, y sabes que eso ayuda.

—Era de esperarse. ¡Malditos traganubes! ¡Mantuanos! ¡Oligarcas! Siempre con lo mejor— dijo— a lo mejor su purificador le fallo, porque parecía ansioso.

— ¿Alguna nueva roña rondando la zona?

—No, desconozco si hay alguna innovación medrando por allí.

— ¿Sabes si tenía algo con las chicas?

—Ellas tiene permiso para tratar con los clientes, siempre y cuando no se involucren mucho y no afecte su desempeño.

—Tendré que hablar con las chicas, entonces.

—No lo creo posible.

—Tú has dicho que ellas…

—Pero no eres cliente.

Levanté el vaso de Whisky —Este señor dice que sí.

A pesar de que yo pensaba lo contrario, hablar con las mesoneras fue más sencillo. No porque fueran casquivanas, o porque yo tuviese don de gente. Sino porque estaban asustadas y yo tenía intereses en asistirles. Me hablaron de Walter y de los de su tipo. También me hablaron de su giro radical, de cómo había usado y abusado de muchas de ellas, pero también de lo buena paga que resultaba ser. Me percaté de que lo amaban y odiaban a la vez. Al parecer eso aplicaba a todos los traganubes.

Sus comentarios me permitieron hacerme una idea sobre lo que estaba ocurriendo. Me pregunte si los otros tres que mataron pasaron por lo mismo.

Llamé a unos contactos y, por debajo de cuerda, en menos de una hora conseguí un permiso para ver los cubículos y los registros de este. Si, las muchachas me habían contado que el gerente del local, tenía cámaras por doquier. Que solía grabar lo que pasaba en los cubículos. Lo mejor quedaba para su consumo, lo más sórdido salía al exterior en diferentes formatos. Así pues, alguien en Berlín, Tokio, Moscú y en Johannesburgo estaba satisfaciendo sus sueños onanistas y su sadismo con estos pobres diablos caraqueños.

Ver los videos de las víctimas, me revolvió el estomago, pero constató mis dudas. Pude ver como sus caracteres fueron cambiando hasta rozar la obsesión propia del adicto. Y eso a pesar de los potentes implantes que poseían. Al final, después de muchas horas de videos internos y externos, encontré lo que yo pensaba era la raíz de todo mal, la zona de coincidencia forzada: una mujer.

 

***

Camila se movió de nuevo, tosió con más fuerza ¿será que el humo del cigarrillo entra a la casa? No sé, mejor no me fumo el próximo. Ya el alba está por llegar y el periodo de gracias que tenia para dejar Caracas, se va a acabar. Vendrán por mí y yo les daré pelea. Voy a ducharme, y luego buscare los implementos. Sé que cuando el agua helada me alcance, ella despertará.

Espero este mejor, si sigue herida será una carga para mí.

***

La mujer que enloqueció a los cuatro traganubes, era una habitual, tanto del local como de los alrededores. Pero, no era conocida por ningunas de las chicas. En los reportes de policía, la luz de los reflectores había caído sobre las meseras, las meretrices y los vagos del entorno; vamos, los sospechoso habituales. Eso en gran medida se debía al sector en el cual fueron hallados los cadáveres, y que la élite de Caracas, apresuró a la policía, para que el caso fuera cerrado, de cara al público. Se castigaría a los más débiles, y todos felices. Gracias a esta mentalidad, encontré mucha resistencia entre los vagos y mujerzuelas. Tuve que sacar, mas de una vez, mi arma y de vez en cuando parar en seco un botellazo. Al final logre que me hablaran.

Primero conseguí una descripción aproximada de la mujer: alta, pálida, cabellos lacios y negros. Vestía del mismo color, pero los ropajes eran sugerentes. Era solícita con algunos, y elusiva con otros. Apenas se le veía, casi era un fantasma; y por lo tanto para muchos no era un buen augurio.

En poco tiempo, saque un perfil de la sirena, y en uno o dos días conseguí determinar su coto de caza. Pesen en asentarme en los alrededores, exponerme como potencial víctima, pero yo no tengo ningún implante; y marca Matsumoto, menos. Distaba yo, de ser su presa, y de verdad no tenía conocido alguno, que encajara en su perfil. Así que, opte por medios más ortodoxos. Rápidamente me hice con un hacker, por suerte algunos me deben hasta el alma. Gracias a él cree una red de vigilancia. Me costó algo, pero mis jefes no estaban escatimando en los créditos invertidos. Aquello no me gustaba.

Ya con mi red lista, me coloque, cual araña, en el centro de la misma. Era hora de esperar. Contando los días de la investigación y los de preparación, llevaba ya una semana en ello. Tuve mucha suerte de que los asesinatos se hubiesen detenido, y la mayoría de los medios de comunicación guardaban silencio, solo unos pocos seguían con el tema. Cuando ya pensaba en dimitir, la mujer hizo acto de presencia.

Era tal y como me la habían descrito, y a mí me cautivó. Aunque ansioso, espere un tiempo a que se aclimatara, deje pasar dos días en calma y luego cuando volvió fui tras ellas. Me visibilice, la vigilé, estuve al tanto hasta que me percate de que se sentía segura. Al igual que yo, días antes, ella preparaba su terreno. Realmente cuando uno hace esto, se da cuenta de que, tanto en la cacería, la guerra y el amor, el territorio es clave. Así paso el tiempo y llego el viernes. Con él, los jóvenes de farra.

Al ver la algarabía y la actitud de estos, comprendí porque aquel día el Barman les deseo la muerte. Eran unos cretinos de primera. Tuve, a pesar de que no lo deseaba, que ocultarme entres aquellos que les adulaban. Otro pobre diablo, pero este un poco más tímido. He de confesar que fui lo suficientemente hábil para no llamar la atención de mi víctima, quien por su lado, supo jugar sus cartas y en poco tiempo ya había conseguido su objetivo.

Realmente la suerte estaba echada.

***

Cuando Salí de la ducha, el olor a café, tocino, huevos fritos y arepas asaltaron mi nariz. No pude evitar evocar a mi madre. Casi pude escucharla…

No llamé a Camila, no Salí a verle. Su actitud me dijo que estaba mejor, lo ideal sería apertrecharme. No puedo evitar pensar que lo bueno de que este país, como la mayoría del hemisferio, sino del mundo, fuese presa de los gobiernos corporativos era que el porte de armas se había liberado. Como ciudadano tengo derecho a portar armas cortas y de bajo calibre. Como detective, mi permiso subía un poco más la potencia de fuego, y como antiguo soldado de la República, amén de los contactos, tenía acceso de material pesado de verdad.

Me tomó un tiempo hallarlo todo, limpiarlo y cargarlo. Pero sobre todo, me tomo tiempo colocarme la armadura y otras defensas, no porque hubiese perdido la forma, sino la costumbre. Preparé a su vez algo para Camila, pero se, en el fondo, que no le hará mucha falta. Cuando termine con todo esto, ella me llamo a comer. Raudo y veloz, y realmente hambriento, Salí hacia la cocina.

***

Haciéndole, de nuevo, un honor a mi apellido, surgí de la oscuridad, en aquel callejón donde el traganube y la misteriosa dama se habían encontrado. En un tris lo tome por el cuello, con una velocidad pasmosa producto de la práctica, le realice una llave de lucha con la cual lo sofoque. Neutralizado lo deje caer entre unas bolsas de basura, donde, para ser sincero, merecía estar. Aquello fue tan rápido, que apenas altero a los vagos alrededor, y no afecto en lo mínimo a la mujer.

—Ese hombre no te convenía— le dije— Solo tiene cucarachas en la cabeza—agregué sonriendo, mientras sacaba las placas— ¿Me podrías facilitar un poco de tu tiempo?, necesito hacerle unas preguntas.

La mire, y me percate que la descripción que me habían dado era muy acertada, salvo por tres cosas. Sus ojos eran dos pozos de oscuridad, un implante típico de las meretrices góticas y de aquellos que trabajan con escasa o nula luminosidad. Sus labios eran rojos, como la sangre; voluptuosos, provocadores y no maquillados, cosa que en realidad era un implante casual. Pero lo único que se salía de la normal, era aquellos perlados dientes coronados en sendos colmillos. Por alguna razón, me paralice durante unos segundos. Pensé que tenía, ante mí, a una criatura de leyendas. Un ser folklórico y anacrónico en una era donde la ciencia es ley.

—En el palacio de las delicias— dijo—En el jardín de la noche, yo soy la rosa más hermosa, negra como el tiempo. Atractiva sin par, prueba mis pétalos, degusta mis espinas, porque yo soy la muerte.

—Un vampiro— respondí encantado. Volví en mí, cuando sentí que el aire en mis pulmones salía disparado al ser acorralado contra un muro de ladrillos; fue que salí del encantamiento.

La mujer me estampó un beso. Sentí su fuego recorriendo mis labios, y mi cuerpo reaccionó como era de esperarse. Más rápido de lo normal, si puedo ser sincero. Sentí su lengua moviéndose con furia en mi boca, hizo falta toda mi entereza para no ceder ante ella. En cuestión de segundos me percate de que mi mano izquierda, sin mi permiso, rebuscaba una abertura entre los ropajes de la mujer. Realmente sentía unas ganas brutales de tocar su piel. Conté hasta diez, y lancé mi mano derecha hacia el cinturón. Gracias a años de práctica, desenfundé mi automática, y con la mano libre, con cierta renuencia aparte a la mujer. Estaba realmente excitado; sudaba a chorros y la visión estaba fallando.

—Tú no quieres esto— dijo con su aterciopelada voz.

—Créeme que si lo deseo— dije con la voz entrecortada— Te dije, que tengo que hacerte unas preguntas.

— ¿Quién te mando?— preguntó, casi ordenó. Por alguna razón no me pude resistir a responderle.

—Angchun-Leib.

— ¿Qué desean?

—Que investigue la muerte de cuatro jóvenes.

— ¿Qué tengo que ver yo con eso?

—Eres el punto en el cual coinciden, aparte del hecho de que todos sus implantes eran marca registrada de Matsumoto inc—. me asombre ante el hecho de que le facilite información clave en un tris.

—Nada de eso— dijo—Tu vienes en realidad por la propiedad de Angchun-Leib, no pienso volver a sus laboratorios.

— ¿Cómo?

— ¿No sabes?— dijo sonriendo— soy propiedad de esa compañía, un prototipo.

La mujer comenzó a reírse y para mi aquel sonido fue el más hermoso y excitante del mundo. A pesar de ello, se hizo la luz en mi mente, el viejo zorro estaba al tanto o tenía una idea en mente, de lo que yo iba a enfrentar.

— ¿Entonces, Angchun-Leib, si lleva a cabo practica desleales?

—No exactamente— dijo— en realidad soy el resultado de un experimento inicial; que buscaba emular los nanos de la corporación Mastsumoto; pero algo salió mal. Mis nanos son defectuoso, y se dañan con facilidad, cuando lo hacen comienzan a matarme, revierten las mejores hechas. Para no morir debo hacerme con mas nanotecnología, como sabrás los nanos Matsumoto no son baratos.

Me percaté de que estaba contándome su situación y plan, aquello no me gustó porque indicaba una cosa: esta mujer me mataría.

 

***

 

Bella y buena cocinera ¿Qué más podía pedir un hombre? Sencillo, que su mujer se vistiese rápido, y aunque no lo puedo creer, Camila coincide. Después de comer, se ducho en un tris, y en menos que eso, se vistió con los ropajes que le facilite. Aprestó las armas, las cuales maneja con eficiencia, y para cuando el ariete de las fuerzas especiales golpeo por primera vez mi puerta, Camila estaba ya a mi lado, cual una amazona, lista para la batalla.

—Te amo— le dije.

***

Hablando se entiende la gente, solía decir mi madre. También decía que el coco me llevaría si no me tomaba la avena. Solía decir muchas cosas, y no siempre tenía razón. Supongo que si se hubiese enterado, que iba a luchar con un vampiro, me habría dicho que hablara con él. Y si era una dama, que hiciera honor a mi apellido. Suspire a evocar esa frase, me había marcado sin duda, me había demostrado que apellidarse Caballero era un riesgo ¿o no?

—Señorita— alzando la voz, mientras sentía que el efecto de los nanos iban cediendo— le hare un favor, y me hare uno a mí, le hare honor a mi apellido, me comportare como un caballero.

Cuando dije esta frase la mujer sonrió y yo también, no como reflejo por el efecto que sus nanos tenían en mi. Sino porque el implante que, la mayoría de las personas tenemos casi por ley, en el cuerpo, el cual tiene el mismo efecto que los antiguos teléfonos inteligentes, comenzó a vibrar, mientras transmitía una señal que le decía a mi hacker y los hombres de Angchun-Leib donde yo estaba y que necesitaba ayuda.

—Eso es algo difícil en estos días.

—Cierto.

—Y por eso, no te creo.

—Eres realmente cruel— dije.

—No te imaginas— replicó, y acto seguido tomo una actitud feral, vi como sus colmillos crecieron, sus uñas también, gruñó y se preparó para atacarme.

Apenas la vi venir, pero dado que tengo mucha practica, pude disparar más de una vez. Consciente de que era un peligro, la mujer me evadió.

—He quemado muchos nanos en vano.

—Lo siento— replique. E inmediatamente nos vimos envuelto en una extraña danza, en la cual ella trataba de acercarse, y yo de mantenerla a raya con la pistola. Cuando las balas se agotaran, mi suerte con ellas.

El infortunio no tardó en llegar, y me halle sin balas. Cuando la vampiresa se percató de ello arremetió contra mí con mucha celeridad, realmente no tuve tiempo de recargar. Si yo pensaba que había sido rápido y muy fuerte, al incapacitar al traganubes, me percate en ese momento de lo errado que estaba, esta mujer resultó ser superior.

Sin importar lo bella o fuerte que fuese, yo no me iba a dejar apabullar por una chica, así que trate de resistirme. Pero seguía siendo superior, temía yo que me derrotase y me diese muerte, cuando de repente. Escuché el sonido de una turbina y la luz de un reflector cayó sobre nosotros. Sentí un golpe eléctrico recorriendo mi cuerpo…. No tarde en perder la conciencia.

Recobre la conciencia lentamente, y me halle amarrado a una camilla, traté de forcejear. Inmediatamente, se acerco a mí un soldado, vestido de verde oliva, de no más unos veinte años y me aplicó una caricia eléctrica. Todo volvió a oscurecerse.

—Despierta, cretino— escuche la voz de la vampiresa, al abrir los ojos la encontré a mi lado.

— ¿Dónde estamos?

—No es obvio— replicó, no lo era. Me tomo unos segundos en deducirlo.

— ¿Qué nos harán?

—A mi me aplicaran una placentera vivisección — dijo— a ti, borrarte la memoria, tal vez implantarte unos recuerdos falsos y no pagarte ni medio.

—Era de esperarse, sé mucho— dije— pero no es mejor de lo que tú me habrías hecho.

— ¿Qué te habría hecho yo?

—Matado.

—Pude hacerlo desde que te bese, y no lo hice.

—Touche— respondí ¿Por qué no lo hiciste?

—Quería saber quién te enviaba— dijo— además me gustan feos, formales y estúpidos y… tu calzas.

— ¡Ouche!— conteste— Alfredo Caballero, un placer— dije mientras le tendía la mano.

—Por eso lo de hacerle honor al apellido— dijo y comenzó a sonreír, aun libre del influjo de los nanos, su sonrisa era preciosa.

—Camila.

— ¿a secas?

—A secas— replicó.

— ¿Y mis cosas?— pregunté, su mirada me respondió. De repente, escuchamos que unos pasos se acercaban. Y la joven comenzó a llorar, pidiendo que la salvara.

De nuevo escuche la voz de mi madre resonando en mi cabeza, y no pude evitar pensar: ¡Que jodidamente difícil es apellidarse Caballero!

— ¿Tienes fuerzas y nanos?—asintió—. Actívalos y prepárate para obedecerme sin rechistar.

Volvió a asentir, su actitud había cambiado. Ahora era una chica frágil, me cautivo. Decidí en ese momento, que salvaría a esa chica, la haría mía, y me vengaría de estos malditos. Ya entiendo porque de la insistencia en un detective externo.

Lleve mis manos a los tobillos, y cuando sentí el mango de diez centímetros pegado a mi piel, supe que Dios estaba de mi parte.

— ¿En serio?— preguntó el autonombrado Jean Dean cuando le plante cara en aquel pasillo. Estaba franqueado por dos soldados, que vestían una armadura ligera, y un casco táctico que dejaba solo al descubierto su boca. Detrás, al fondo del pasillo vi a los gorilas.

Los soldados sonrieron, al ver como del mango salía una hoja metálica. Se burlaron aun más cuando la misma comenzó a vibrar.

—Una vibro- daga— dijo uno de los soldados.

—No, una Koschei original, fabricada en Rusia, ensamblada en Maracay— le corregir como si de verdad importara— con ella mande al más allá, a varios rebeldes, y a los paramilitares de Wallenstein Inc cuando se alzaron contra la República.

Los soldados corporativos comenzaron a reírse, y contra las órdenes de su jefe, desenfundaron unas dagas, que no tenían hoja de metal, sino de energía. De verdad eran superiores, pero…

—Las armas son tan buenas como quien las maneja— replique, y en un tris me lance contra los hombres.

Dado el espacio reducido, la victoria dependía en gran medida, de quien tuviese los mejores reflejos, pero sobre todo, de quien fuese más experimentado. Ellos tenían la ventaja en el primer punto, yo en el segundo. En un tris me deshice de uno, y en ese momento… ordené.

—Camila, captura al viejo zorro.

El soldado se distrajo un segundo, cuando percibió que la inusual chica, ahora con los ojos negros y las manos transformadas en garras, abrazaba al hombre. Aquello fue suficiente para mí, logre asestar un golpe preciso, y los días de aquel soldado se acabaron, tome con presteza las armas de estos últimos, y no dude en disparar contra los gorilas, que aun estaba estupefactos. Al verlos caer sentí mucho placer, me había desquitado.

—Bien, señor Dean, usted y su corporación me tendieron una trampa— dijo— y yo me voy a cobrar, en especias sobre todo.

—No saldrás vivo de aquí.

—Sí, saldré, usted me ayudara.

—No…— no alcanzo a terminar la frase, pues Camila apretó su llave. Solo bastó un gesto con los ojos.

—Vio, como si es posible— dije— iremos a por mis cosas, luego por algo de potencial de fuego— le hice otro gesto a Camile, que hizo chillar al autonombrado James Dean— luego por un medio de transporte, para que los tres nos vayamos. Tengo ganas de charlar y estar con este bomboncito.

Camile sonrió, y donde una chica convencional se sonrojaría por tremenda patanería, ella siguió el juego con mucha lascivia. Realmente me sentía cautivado ¿Seria ese el glamour del vampiro? ¿Tendrían razón los cuentos?

Salir con James Dean fue fácil, a pesar de que, no era el corporativo con más rango en Angchun-Leib, si era un hombre importante, especialmente para el proyecto Eros2121, o como fuese que se denominara a Camila. Por esa razón, ningún ejecutivo con ganas de ascender rápido, opto por descargarnos su arma de fuego. Gracias a eso, pudimos tomar un deslizador y salir como alma que lleva el diablo, y después de muchos rodeos, dejar el auto y al ejecutivo, malherido, en la zona más paupérrima de Caracas. Pero eso no significó que no nos atacasen, Camila resultó ligeramente herida, pero no era mal de morir. Una vez que nos deshicimos del equipaje. Partimos con presteza, hacia uno de mis pisos francos, a esperar que la venganza prometida de James Dean se cumpliera.

 

 

***

El humo que lanzaron poco nos afecto. Yo sabía a dónde disparar, y algo en Camila le indicaba también como hacerlo. Tal vez eran los bichos, que afilaban sus sentidos. Que la ponían al tope de sus habilidades. He de confesar, que amo a esta mujer tan… tan… tan dialéctica, con una curva de aprendizaje tan alta.

Comienzo a lamentarme por no haberla conocido antes, pero no importa. Morir a su lado será un placer. Descargó una y otra vez mis armas, mientras le voy indicando el camino a seguir.

—Te amo, te amo— le grito entre el rugido de las balas, que destrozan mi apartamento.

—Yo también te amo, cretino— replicó con su voz aterciopelada. Siento que algo vibra dentro de mí, ¿Sus nanos habrán entrado a mi cuerpo cuando cedimos a la lujuria?—Sera un placer morir a tu lado— dijo, y me asombre, pues aquel pensamiento había cruzado mi mente hace mucho ¿Cuál sería el alcance de esos malditos nanos?

Tomé una granada, mientras le indicaba que retrocediese y se pusiese detrás de mí. Apenas tuve que gesticular. La arrojé y estalló con fuerza, haciendo temblar todo.

— ¿Quién hablo de morir juntos hoy?— le pregunté, mientras le facilitaba una ristra de granadas. Ella sabía qué hacer, llevé mis manos a mi cinturón de soldado, que es el objeto más fantástico que militar alguno puede tener. Saqué un equipo para escalar y hacer rapel. Tome a aquella mujer por la cintura, prepare todo, mientras ella lanzaba la ristra de granadas. Salte con ella por el balcón…

Lo que paso a continuación se me antojo complicado. Tuvimos suerte de que los ganchos consiguieran donde afianzarse; y sobrevivir. El edificio tembló y una gran llamarada alumbró todo el lugar. Los soldados que enviaron, seguro murieron. Y los que estaba en los pasillos seguro estarían atrapados en un infierno o tratando de subir a ver qué pasaba.

Llegamos al suelo, y la gente ya estaba en los alrededores, algunos movidos por el morbo, otros tratando de rapiñar. Suerte para nosotros, nos perdimos entre toda esa gente. Con la gracia que caracteriza al depredador que emula Camila, nos perdimos entre nuestras presas. No me costó hacerme con un vehículo.

Manejó ahora a gran velocidad, me alejó de Caracas rogando que me den por muerto. Mi destino Guatire, y de allí tal vez el oriente. La Isla de Margarita es buena opción, aunque playa y sol, no vayan con vampirismo. ¡Qué diablos! Tengo a mi lado a la Rosa más hermosa del Jardín de la Noche, la flor más importante del palacio de las Delicias. Alguien voluble, que me necesita, y que yo necesito; todo ello por culpa de la educación, que mi adorada madre me inculco, esa frase tan odiosa y divertida que decía.

— ¡ALFREDO JOSÉ CABALLERO, HAGA HONOR A SU APELLIDO!

FIN

 

Muchas gracias Guillermo, la calidad de este relato demuestra lo mucho que te estás beneficiando de tu esmerado trabajo en Action Tales y con tu webcomic, Los Pistoleros del Infortunio. Te deseo mucha suerte con este concurso y espero que veamos mas de tus historias por estos lados.

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p>Les recuerdo nuevamente que Guillermo está participando en el Desafío del Nexus de Mayo con este relato, así que si disfrutaron de esta historia, no olviden pulsar el botón “Me Gusta” de facebook.

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Guillermo Moreno

Escritor de Ciencia Ficción y Fantasía, autor de Los Pistoleros del Infortunio, colaborador en Proyecto Pulp y Administrador del Blog "En la Antesala al Portal oscuro". Entre otros muchos proyectos.

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