Crónicas de Pil, Kilde

Joseín Moros nos trae la parte final de esta primera etapa de Crónicas de Pil, pero no se preocupen, las Crónicas están lejos de terminar, este último capítulo solo es la puerta de muchas mas aventuras:

Crónicas de Pil Kild Portada

CRÓNICAS DE PIL

Kilde

Los recuerdos felices casi siempre son cortos y borrosos, y los tristes demasiado largos. Salvamos nuestra felicidad si nos aferramos a los buenos, para atenuar los malos.

El día que viene a mi memoria las circunstancias se agravaron y nos hundíamos en un lodo de tragedia.

Desde la madrugada los refugiados de Torre Kro nos preparábamos para la huida de Ciudad Himmel. Mientras tanto el refugio de veinte niveles descendía en el corazón del rascacielos, como antes imaginé, igual a un pequeño trozo de lápiz bajando por la garganta de una jirafa.

Al medio día embarcamos en un ascensor y un momento después surgimos en la parte alta de un hangar, situado por encima de las calles. La vibración del suelo nos aterrorizó, estábamos acostumbrados al silencio de donde acabábamos de salir. Vimos más abajo, a través de ventanales reforzados con malla metálica, el oleaje danzando como bestias de las profundidades, intentando desgarrar las paredes del rascacielos. A lo lejos, entre edificios, era fácil ver lejanas cordilleras al final del mar invasor.

Llovía y el sol estaba bloqueado por nubes tormentosas, los relámpagos penetraban hasta nosotros y el centenar de niñas y niños brillábamos como figuras de metal. Aunque la temperatura no era tan baja, vestíamos cascos y trajes herméticos, estos poseían control térmico, incluso refrigeraban si hacía calor.

Quedamos petrificados con el aparato que vimos varios metros más abajo.

<

p>Era un enorme vehículo, similar a una lenteja alargada, naranja oscuro, sobre dos mecanismos independientes armados con ocho ruedas cada uno. Tenía pocas ventanillas, pequeñas y sombrías; el aspecto sólido y poderoso destacaba a pesar del enorme recinto.

El doctor Visdom, dentro del cuerpo de un kopi con figura de guerrero nisse, iba por delante en la pasarela metálica situada muy cerca del techo del hangar. Se detuvo y en voz alta, para dominar el ruido del oleaje y los truenos, habló del artefacto.

—Es un anfibio, la inteligencia artificial que lo habita se llama Padde. La cabina de pasajeros tiene compensación gravitacional, por lo tanto la mayoría de sacudones estarán amortiguados. Su fuente de energía y el empuje es similar al de estaciones espaciales, utiliza desbalance gravitacional, por supuesto millones de veces menos poderoso. Observen, hasta puede flotar.

El aparato, lento y silencioso como una piedra, sin tocar el suelo, comenzó a girar sobre su espalda y allí quedó, parecido a un cachorro mostrando la barriga. Volvió a su posición y cambió de color, imitó el oleaje marino, la vegetación selvática y las arenas de un desierto.

—Observen muchachos, cuenta con camuflaje óptico y electrónico, la mayoría de los rastreadores satelitales tienen dificultad para identificarlo sobre cualquier terreno, incluyendo bajo el agua.

El miedo se atenuó un poco en las mentes de mis amigos, bajamos por escaleras y caminamos alrededor y por debajo del transporte anfibio. Las ruedas eran mucho más altas que el doctor Visdom, y su elevación total me pareció casi cuatro pisos de un edificio. Una rampa surgió y la voz de Padde, el piloto interno, sonó gruesa en el interior de nuestros cascos.

—Bienvenidos, soy Padde, por favor suban y tomen asiento a su elección. Hay suficientes. No se quiten el casco, avisaré cuando puedan hacerlo. Cualquier pregunta háganla en voz baja, y tendrán contestación, sólo para sus oídos si lo desea el interesado.

Quedamos ubicados en un salón ovoide, sin ventanas, con pasillos entre las filas de puestos, cada asiento similar a una flor de tres pétalos abiertos. De manera automática surgieron cintas móviles, y con suavidad abrazaron a los ocupantes. El color dominante en el decorado era el castaño claro y las superficies redondeadas podían sentirse blandas al tacto, además el olor a desinfectante le agregaba un toque a enfermería. Suave iluminación indirecta provenía de ranuras en piso, techo y paredes.

Pude observar a Rask, aferrando el pequeño recipiente donde había guardado las cenizas del esqueleto que había yacido frente a la figura de la dama con el niño. Esa mañana él y Be realizaron una apresurada ceremonia, y con el horno facilitado por Mor calcinaron los restos, en presencia de unos pocos simpatizantes de las creencias de Be. Para ese momento ella se refería al difunto como Nuestro Profeta Desconocido.

—Siéntate a mi lado Pil.

Vell me señaló un asiento a su derecha en la primera fila, a su izquierda estaba Rask, seguía Valp y luego Be. Frente a nosotros se abrió una puerta estrecha y por allí penetró el doctor Visdom.

De repente sentimos como si bajáramos por un ascensor y la voz de Padde sonó en los cascos, haciendo pausas entre frases, esperando preguntas.

—Comenzó a funcionar la compensación gravitacional, los protegerá de los sacudones más peligrosos —dijo Padde—, en un momento bajaremos una rampa y saltaremos a través de una pared, antes será destruida para abrirnos paso. Quienes lo deseen bajen la visera y tendrán una visión virtual de nuestro alrededor, si les da vértigo pueden apagarla.

Cuando el anfibio se dejó caer, desde unos treinta niveles de altura, se oyeron alaridos de terror y el sonido de viseras de los cascos al ser levantadas con brusquedad. Ante mi vista tenía una visión total, podía mirar al cielo y hacia abajo, como si estuviera volando en un asiento de paredes transparentes, el resto de los pasajeros no figuraba en la representación virtual.

El agua oscura avanzaba hacia nosotros con cierta lentitud, el anfibio descendía por el aire tal vez a la mitad de una caída libre, de alguna manera supe que no podía frenar por completo, sólo desviarse un poco en sentido horizontal y además le era imposible retornar al punto de partida. Comprendí entonces las preocupaciones de Mor, con estas limitaciones gran parte de la ruta se convertía en una gran amenaza.

El torrente nos atrapó, los sacudones estaban atenuados de manera asombrosa por la compensación gravitacional. Percibí que para el piloto Padde no era fácil evadir las paredes de los rascacielos, si chocábamos sería un golpe mortal. Minutos después estábamos en una amplia garganta entre dos cerros, por donde el mar, a una velocidad increíble, continuaba penetrando al continente. Debíamos tomar rumbo sur este, pero se estaba haciendo imposible. De repente sentí el zumbido en mi mente, la visión virtual del agua oscura y el cielo relampagueante cambió ante mis ojos.

—Veo a través del agua en plena noche —pensé sorprendido.

Yo flotaba en un paisaje vaporoso. Podía ver con claridad el fondo del mar y los alrededores, miré hacia atrás y observé fragmentos de edificios siguiéndonos como una jauría deseosa de convertirnos en girones sangrientos. Padde intentaba mantenerse en la superficie, el zumbido continuó y vi el cielo, rayos y relámpagos aparecían disminuidos en brillo. Pude distinguir un nubarrón a kilómetros de altura. Entonces grité.

—Vienen meteoritos. Desciende. A dos kilómetros al frente hay una concavidad, allí lanza un ancla, los escombros pasarán a doscientos metros por encima.

No hubo titubeo. Padde realizó la maniobra a tal velocidad que el sacudón llegó hasta nosotros, los gritos, en el silencio de la sala de pasajeros, se convirtieron en un coro de lamentos desesperados. Vi cuando el arpón fue disparado y se aferró a las rocas, luego un segundo proyectil, el primero había comenzado a resbalar. Los sacudones aumentaron cuando la protección gravitacional de la cabina disminuyó, Padde concentraba la energía en contrarrestar el peso del vehículo y disminuir la tracción contra las cables, si se reventaban seríamos arrastrados sobre el fondo rocoso. Muy por encima de nosotros, el oleaje transportaba pedazos de edificios como si fueran hojas secas.

Ninguno de mis amigos mantenía encendida la visión virtual, sentí un apretón en mi mano izquierda, era Vell, su asiento se había movido cuando percibió el intento de tocarme. Luego supimos que cada uno de aquellos sillones tenía identidad rudimentaria, como una mascota bien entrenada y cariñosa.

— ¿Cuánto tiempo podemos estar sumergidos? —pregunté en voz baja.

—Cinco años, comida para seis meses, pero podemos pescar —contestó Padde, sólo para mis oídos.

Al menos la falta de aire no sería problema.

Intuí que la lluvia de granizo estaba localizada sobre la costa norte, en una extensión de cientos de kilómetros. En algunos momentos sentía como si estuviera mirando una súper pantalla sobre mi cabeza, con acercamientos vertiginosos. Vi bloques compactos como vidrio, más grandes que una persona. Entonces me llegó una certeza extraordinaria, aquel hielo venía del espacio y eran restos de masas tan grandes como continentes, habían estallado al recibir calor del sol.

Una voz me hizo volver al transporte anfibio. Era Padde, el piloto, con sus frases cortas y precisas.

—Pasaron los escombros, la corriente disminuye. El hielo cae por millones de fragmentos, flotan, ninguno podrá tocarnos a esta profundidad. Un cálculo, con los actuales datos, predice quietud en el agua en doce horas. No tengo información sobre la lluvia de granizo.

Hablé sin pensar.

—En ocho horas terminará. Esperaremos.

Gracias por la información Pil —dijo Padde.

En los asientos surgieron pequeñas pantallas, era posible seleccionar el tipo de espectáculo con sólo un toque o de manera verbal. Las cintas que aferraban nuestros cuerpos se aflojaron, y con aspecto de apresuradas y diligentes, aparecieron quince mesas autómatas, repartiendo alimentos y bebidas.

—Quienes necesiten ir a los retretes sigan las luces que parpadean en el suelo —continuó el piloto interno.

Varios de los niños y niñas más pequeños se levantaron.

Todos comenzamos a reír, la vida, de la peor manera, nos había entrenado para disfrutar cada respiro.


—Pil despertó —dijo Rask en voz baja.

Después de comer había dormido sin darme cuenta, la anterior noche de insomnio en el refugio exigió que descansara. Rask y Vell estaban de pie, al lado de mi asiento, con seguridad habían vigilando mi sueño durante horas.

Con su impresionante figura de guerrero nisse, surgió por la puerta frente a nosotros el doctor Visdom.

—Por favor Pil, ven al puente de mando.

Me estiré y de un salto quedé a su lado. Todos me siguieron con la mirada.

El recinto poseía cuatro butacas bastante altas, frente a un largo tablero liso y oscuro, con una gran pantalla curva ocupando la pared frontal. El doctor me señaló un puesto y se arrodilló en el suelo, quedó sentado sobre sus talones, con las manos sobre los muslos. Sus pupilas rojas estaban apenas unos centímetros por debajo de mí, en esta habitación el hechicero se veía más grande y temible.

—Debido a condiciones atmosféricas Mor no logra comunicación convencional con nosotros, mi otro yo, en la máquina médica, transmitirá.

Sentí bajar la temperatura de la cabina. El doctor cerró los ojos y de su boca pálida comenzó a surgir espuma, la materia blanca flotaba en el aire. La cara de Mor, ondulando como un dibujo en una bandera azotada por la brisa, apareció. Los colores desvaídos le daban aspecto cadavérico.

—Pil seré breve —surgió la voz de la boca del doctor Visdom—, Dolk viene en camino, trae otro anfibio de mejores prestaciones. Tuvo grandes problemas, te contará cuando se encuentren.

Percibí la sensación indescriptible de su presencia, a la que estaba acostumbrado cuando me hablaba de manera directa. Sin pausa continuó su informe.

—Estoy batiéndome en retirada. Torre Kro resistió el oleaje. Ya estoy bajo tierra. Una inteligencia artificial muy poderosa está destruyendo las demás, y viene por mí. Cambió su identidad y adoptó el nombre Huggorm, quiere absorber las infraestructuras sobrevivientes. Habita el mayor edificio gubernamental, abandonado el día siguiente a la tormenta de arena, estoy segura que recuerdas la flota de navíos escapando al espacio.

No se equivocaba, lo he rememorado toda mi vida, fue el mismo día cuando encontré el objeto azul.

— ¿Cómo ataca Huggorm? —se me ocurrió preguntar.

—Posee un ejército de infantería, autómatas de combate, mis trampas eléctricas nada le hacen. He conseguido crear barreras con las estructuras, pero también cuenta con grandes máquinas herramienta. Pil necesito tu autorización para atacar y destruir, también poseo guerreros, sin tu permiso me es imposible accionarlos.

— ¿Tienes posibilidad de ganar? —pregunté, mientras intentaba buscar solución.

—No. El enemigo es más numeroso.

Entonces un pensamiento creció en mi conciencia.

—Doctor Visdom. ¿Me oye?

Sin abrir los ojos me respondió.

—Sí Pil. ¿Qué deseas?

—Hablar con Huggorm. ¿Es posible?

La enorme cara se transfiguró, con una sonrisa de aspecto amenazador.

—Algo mejor que eso, puedo convocar su kilde.

— ¿Qué es eso doctor Visdom?

— Una colmena de abejas posee kilde, también un banco de peces. Puedo convocar el kilde de las inteligencias artificiales bajo el control de Huggorm.

— ¿Es como un fantasma doctor? —pregunté mientras el miedo retorció mi vejiga.

—Mucho menos que eso, tal vez uno de los errados pasos en el ascenso inmaterial. Se anida sobre grupos, desde allí experimenta la vida que no posee.

— ¿Y por qué es mejor traer el kilde en lugar de Huggorm?

—Sí le muestro su lado intangible será peor, descubrirá más caminos para obtener poder. Dejemos que lo ignore mientras sea posible.

Estas palabras reconfirmaron mi sospecha, el doctor Visdom tenía capacidad para mirar en la mente de otros seres; de allí en adelante, de manera al parecer defensiva, mi cerebro levantó una barrera sutil frente a él y todas las inteligencias artificiales a mí alrededor. De esto me di cuenta con el paso del tiempo.

Percibí que se había dado cuenta de mi desconfianza, pero continuó imperturbable. Yo seguí adelante.

—Muy bien doctor Visdom, traiga ese kilde. ¿Tiene nombre?

—No debo mencionarlo, le daría mayor fuerza. Ella lo dirá.

Esta vez la nube de vapor blanco surgió por el oído derecho del doctor Visdom. Si yo hubiera estado de pie habría retrocedido, aquella cara femenina, con las cuencas de los ojos vacías, parecía el peor de los fantasmas imaginados en mi primera infancia.

— ¿Quién eres? —preguntó una voz, similar a las guacamayas de los videos; había surgido desde la boca del doctor Visdom.

Controlé con éxito mi vejiga y también la garganta.

—Soy Pil. Dime tu nombre.

—Kone, la poderosa Kone. Sale de tus huesos una aureola de poder, pareces un niño, pero me siento frente a otra clase de existencia. ¿Para qué me llamas?

Sus palabras me desconcertaron, hice el esfuerzo de continuar la conversación.

—Finaliza el ataque.

— ¿Por qué?

—Si ni lo haces haré que Huggorm pierda muchos guerreros y tu grupo será débil. Volverás a la oscuridad —yo hablaba diciendo el primer pensamiento que afloraba a mi mente.

En el fondo de las cuencas oscuras oscilaron luces de fuego, parecía estar pensando con intensidad.

—¿Si quito poder a Huggorm qué pasará con los demás autómatas?

—Continuarán viviendo en la torre gubernamental, por siempre. Podrás permanecer en el mundo de los vivos.

La cara comenzó a sonreír de manera torcida.

—Acepto Pil. Un castillo y un prisionero, me gusta tener prisioneros —produjo un sonido chirriante y continuó—, dale un mensaje a este guerrero nisse: nunca esperé ver alguno vivo en este planeta, y que sacrifique en mi nombre, seré una aliada poderosa.

Sentí alivio y desconfianza, percibí que la palabra de este ser no tenía mucho valor.

—Muy bien Kone. Vete en paz.

La viscosa nube regresó por el oído del doctor Visdom y la cara de Mor continuó ondeando frente a mí, entonces ella habló despacio, con una sonrisa de inocencia infantil.

—Gracias Pil, te debo la vida.

Cuando Mor se mencionó como un ser vivo me hizo pensar si poseía engel, como el doctor Visdom, o si formaba parte de un grupo habitado por un kilde.

—Pil, antes de irme debo informar—continuó Mor—, capturé más noticias de Marte. La catástrofe es tan grande como aquí en la tierra, el agua volvió a lechos de océanos y ríos, secos desde millones de años atrás. Hay miles de ciudades subterráneas inundadas y en la superficie las cúpulas protectoras de otras tantas fueron perforadas.

— ¿Antes había agua en Marte?

—Sí Pil, sus habitantes se llevaron la mayor parte al dejar este sistema solar.

— ¿Cómo hicieron para llevar tanta agua hacia el espacio?

—De la misma manera que está siendo transportada esta otra y por desventura estamos en su ruta.

— ¿Por eso huyó tanta gente de la tierra? ¿Sabían que venía este desastre?

—Poco a poco la información se fue filtrando. Los gobernantes más poderosos estaban al corriente desde hace milenios. Cuando se descubrió el Tercer Polo fueron desarrolladas las súper estaciones espaciales, con capacidad viajera, el Tercer Polo sirve para utilizar la fuerza gravitacional como fuente de energía y moverse en el espacio. Millones de terrestres se alejan del sistema solar desde la Era de la Expansión Conquistadora; la conquista fue el inicio de la huida, muchos siguen ignorando la verdadera razón de esos viajes.

De repente Mor pareció estar mirando hacia los lados.

—Se retiran los atacantes Pil. ¿Qué contestas sobre el permiso para utilizar mis guerreros con libertad?

Respondí sin titubear.

—Ya no es necesario Mor. Reconstruye Torre Kro, pero sólo en su interior, continúa manteniendo la apariencia de rascacielos inútil, como lo ordenó Dama Esens. Conserva en correcto funcionamiento el vehículo aéreo. También repara, o perfora, túneles que nos permitan llegar hasta el refugio desde tierra firme.

La sonrisa de satisfacción creció en su bella cara, una tarea de tal envergadura la mantendría ocupada como le gustaba. En todo caso me propuse vigilarla, su insistencia por habilitar un ejército me había inquietado.

Se despidió y la nube regresó por la boca del doctor Visdom, quien de inmediato habló.

—Me siento agradecido de estar a tus órdenes.

Las palabras eran agradables, pero la expresión de la pálida cara de pupilas rojas no coincidía.

—Gracias doctor Visdom. Iré a dormir —necesitaba alejarme de la cabina, el frio de sepulcro continuaba y mi vejiga estaba desesperada.


Transcurrió el tiempo de espera, finalizó la lluvia de hielo y la corriente marina se atenuó bastante. Como una tortuga magullada el anfibio surgió por la orilla sur-este del nuevo mar interior. Arrastrados por el torrente habíamos penetrado tierra adentro una distancia enorme.

—Necesitamos buscar un lugar seguro para hacer reparaciones —dijo el piloto Padde, aunque su voz transmitía entusiasmo yo percibí algo similar al dolor físico en la interioridad de su mente electrónica.

Todos manteníamos encendidas las viseras de visión virtual. El paisaje era desolador, sobre el mar interior había innumerables bloques de hielo agitados por el oleaje. En las pendientes de los cerros se veían innumerables derrumbes, parecían arañazos de fieras titánicas sobre la verde piel de una bestia de igual magnitud. Aunque algunas veces era posible vislumbrar el sol entre nubarrones, la penumbra tenía una tonalidad triste y depresiva, a pesar de estar amaneciendo.

De pronto regresó mi visión total, no me quité la visera, había decidido ocultar mis nuevos sentidos de percepción, ansiaba ser aceptado igual a los demás en nuestro grupo de refugiados.

Vi a través de las montañas, a pocos kilómetros existía un pequeño valle con una laguna, las tormentas de granizo habían desatado su mayor furia sobre el océano y la costa, por lo menos en esa parte del globo terráqueo el paraje se veía casi libre de daños, apenas pequeños cráteres donde cayeron fragmentos de hielo. Parpadeé varias veces y la visión normal retornó a mis ojos, había comenzado a controlar aquello. Me levanté y fingiendo tranquilidad entré al puente de mando, el doctor Visdom estaba de pie, observando un mapa sobre la pantalla frontal. Se veía cubierto de nubes, al parecer era uno de los más recientes.

—Fue el único que conseguimos. Es una lástima, no lo hicieron en el espectro infrarrojo, la nubosidad obstruye aéreas importantes de nuestra ruta, y sería útil saber cómo ha sido afectada.

— ¿Sabe a dónde vamos doctor Visdom?

—Antes de salir Mor me lo dijo, era un secreto muy importante, sólo conocido por ella, Dama Esens y Dolk. Milenios atrás se decía que en esa zona estaba un lugar misterioso llamado El Dorado.

— ¿El Dorado? ¿De dónde son esas palabras?

—Pertenece a una de las grandes lenguas muertas.

— ¿Había varios idiomas?

—Sí, fueron desapareciendo con la decadencia de cada una de esas culturas, tales hechos se repiten una y otra vez en la historia.

—Dicen que en Marte hablan diferente.

—La diferencia es pequeña, igual que en las estaciones espaciales más antiguas, si es que sobrevivieron a la tormenta de granizo.

— ¿Y qué significa El Dorado?

—Se refiere al color del oro, también una ciudad o un individuo con ese color, tuvo muchas interpretaciones.

— ¿Ha estado usted allí?

—No. Durante la Guerra del Agua, antes de los grandes viajes espaciales, las potencias dominantes que hablaban los idiomas que te mencioné, por la fuerza de las armas desalojaron de habitantes este continente sureño. Permitieron unas pocas súper metrópolis en las costas. Cualquier navío o construcción tecnológica fue destruida sin preguntas.

Pensó un poco y continuó.

—Sólo se quedó un puñado de gente, decidida a vivir de manera arcaica, de la caza, la pesca y cultivos primitivos. Con gran seguridad pronto desaparecieron, porque al transcurrir del tiempo se implantaron nuevas especies vegetales, capaces de producir mucho oxígeno, también se crearon gran variedad de animales adaptados a la nueva ecología, algunos especializados en mantener a raya la presencia humana.

—Fue injusto para quienes nacieron en estas tierras.

—Estoy de acuerdo, pero gracias a esa medida sigue existiendo la humanidad.

— ¿Cuál de esas potencias desaparecidas influyó más en el actual idioma terrestre?

—Para este momento podría decirse que ninguna, son muchos milenios, sólo persisten como fantasmas en las raíces de algunas palabras. Culturas que se consideraban a punto de desaparecer como tales, tomaron fuerza e impusieron su lengua, su religión y actitud política. También nacieron otras, nuevas de manera asombrosa; es una historia larga y sangrienta, tendríamos que hablar durante semanas y creo que viniste aquí con una prioridad en tu mente.

—Sí doctor Visdom, quería decirle a Padde que hay un valle en aquella dirección —y señalé con el brazo—, a tres kilómetros. Allí podrá descansar y sanarse.

—Hablas como si Padde fuera un ser vivo.

—Para mí Padde está vivo doctor, y tiene alma.

Los ojos de pupilas rojas se entrecerraron y no contestó. La voz del piloto interno sonó en mi casco.

—Gracias Pil. Iremos hasta allí.


Crónicas de Pil Kild FinEra mediodía cuando el anfibio llegó hasta la orilla de la pequeña laguna, al salir lo miramos con tristeza, estaba lleno de abolladuras y las ventanillas rotas se veían obstruidas desde adentro con blindaje de protección. Las ruedas estaban desgarradas, parecía como si un banco de pirañas monstruosas había intentado devorarlas, también tenían clavadas innumerables piezas de metal, procedentes de los escombros de la ciudad. Por otra rampa vimos surgir cinco figuras, similares a enanos descabezados, eran los autómatas de reparaciones.

—La zona parece segura —dijo el doctor Visdom, en su rol de médico—, pueden pasear sin alejarse demasiado, en especial los más pequeños. Si piensan nadar, mejor no lo hagan, hay cascadas, son más seguras.

Salimos abrigados pero con los brincos y carreras fuimos entrando en calor, llegó el momento en que los varones nos quitamos la vestimenta superior y las niñas se aligeraron de ropa lo más que pudieron. Nos dispersamos entre las cascadas, sin perder de vista el anfibio.

Quedé solo en un prado, con mejor iluminación la hierba se vería color esmeralda, pero la nubosidad obstruía el sol del medio día. Lancé la chaqueta y me acosté bocarriba, mirando el cielo, no pensaba, sólo observaba las nubes como si fuera la primera vez. Entonces oí una risa conocida, me levanté y caminé en dirección a la laguna.

Surgí a un lugar donde una de las pequeñas cascadas caía sobre grandes piedras y en ese momento la luz del sol pasó entre las nubes. Quedé maravillado, como si estuviera observando una deidad.

Era Vell, desnuda bajo la cortina de agua. El sol dio sobre su cuerpo, su carne brillaba como salpicada por oro. Con los brazos levantados acariciaba su corta cabellera, los pequeños senos estaban endurecidos, con los pezones contraídos por el frío. Entonces volteó, quedó inmóvil un instante, luego sonrió. Despacio recogió su ropa y se alejó, para ocultarse tras las rocas.

Yo seguía petrificado cuando ella emergió tiritando, vestida por completo.

—Será mejor que te pongas la chaqueta Pil, hace frío.

—No lo siento, me estoy quemando —dije mientras sonreía con dificultad.

—Ay Pil, así estaba yo hace un momento. Tengo la solución —y me empujó bajo la cascada, lanzando una carcajada de felicidad.

Yo se lo había permitido, antes que comenzara a moverse presentí el movimiento de su cuerpo.

En ese momento aparecieron Rask y Valp, venían felices con sus cabelleras mojadas.

—Disculpen, equivocamos el camino de regreso —dijeron de manera simultánea.

Volvimos a quedar solos.

—Perdona Pil, fue un impulso. Vamos, te daré una bebida caliente.

Todavía era un poco más alta que yo, me arropó con mi chaqueta y me llevó abrazado hasta el anfibio. Yo temblaba de frío, pero estaba feliz, no podía olvidar su sonrisa cuando me descubrió mirándola desnuda bajo la cascada.


Recuerdo con afecto mi estado mental ese otro día, todo era color rosa. La mirada de Vell continuaba siendo enigmática, la descubrí varias veces observándome. No intenté percibir sus emociones, tenía miedo de sufrir un desencanto.

Las reparaciones del anfibio progresaban, el doctor Visdom estaba entregado a su labor de galeno y todos respirábamos felicidad, nunca antes habíamos estado fuera de la ciudad, y la sensación de libertad era indescriptible.

Al anochecer una oleada de interrogantes me atormentó. ¿Nos ayudaba el dukke Dolk sólo por un juramento de amor con casi tres mil años de efectuado? ¿Era el doctor Visdom quién decía ser? ¿Estaba Mor por el mismo camino que Huggorm, la inteligencia artificial ambiciosa de poder? ¿Qué sería de los seres humanos sobrevivientes en la Tierra, en Marte, en las estaciones espaciales perdidas en el espacio? ¿En qué me estoy convirtiendo y por mandato de quiénes?

Me erguí y los pétalos del asiento, convertido en cama parecida a un capullo, se abrieron. Me vestí y bajé por la rampa. La noche estaba clara y en el cielo serpenteaban luces iguales a la aurora boreal, el sonido de extraños animales llegaba desde lejos. Presentí al doctor Visdom al otro lado del pequeño lago.

Trepé por los andamios instalados por los autómatas de reparaciones, y llegué a la parte más alta del techo.

Aunque no la veía desde allí, percibí que Vell me había seguido en silencio y se encontraba al pie de la rampa. Luego se alejó del anfibio para poder verme en lo alto.

— ¿Qué miras Pil? —me preguntó.

—Hacia El Dorado. Sube, te hablaré de ese lugar maravilloso.

Ayudanos a continuar creciendo, comparte este artículo con tus amigos
Foto del avatar
Joseín Moros
Artículos: 59

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.