Una de las alegrías que me ha traído este renacer del Desafío del Nexus es la llegada de nuevos escritores. Es el caso de Xiomara Imanoni, originaria de Argentina pero residenciada en Chile, quien nos obsequia con una hermosa historia de Romance Sobrenatural:
Blue Moon
Una vez al año Lartigau volvía a aparecer en el mapa, y es que era una de las tantas pequeñas localidades que fueron fundadas con la construcción del ferrocarril y junto con él, olvidadas en el tiempo. La razón del súbito despertar del lugar era un festival de blues que reunía a varias bandas del suroeste de la provincia, literalmente en medio de la nada, donde las construcciones podían contarse con los dedos de la mano y una en particular –con más de cien años— cobraba vida hasta el amanecer por los cientos de personas que llegaban en sus vehículos.
La noche no tardó en caer junto con las primeras bandas en subirse al escenario, quienes iniciaron las jornada con reconocidas canciones del rock nacional para encender el ambiente, mientras fuera del recinto algunas nubes oscuras amenazaban con ensombrecer la velada ocultando un cielo densamente estrellado que solo podía verse en un lugar como ese, rodeado de campos y planicies.
Aun cuando ya casi todos habían entrado, en el portal del edificio un par de hombres tomaban cerveza y justamente comentaban –entre otras cosas— sobre el clima a lo que aguardaban su turno para subirse al escenario. Su conjunto se hacía llamar “Blue Moon Blues Band”.
—Aunque nunca me ha molestado la lluvia, esta noche en particular quería ver la luna— Se lamentó Eric, el saxofonista, quien estaba en su cuarto de siglo y aunque aparentaba una menor edad le gustaba vestirse anticuado y con su infaltable sombrero negro.
—Bueno, es cierto que no todas las noches tenemos una oportunidad como esta, pero a pesar de no ser capaz de verla, la siento más cerca que nunca— Mick era la voz y también el bajista, alto, delgado y de cabellos canos, no se sabía de dónde sacaba tanta jovialidad.
No se encontraban allí, en el portal, solo porque adentro hacía mucho calor, sino que estaban esperando a Celina, la artista invitada que los acompañaría en un par de temas. Su auto se había averiado a unos cuantos kilómetros del pueblo, y si bien los organizadores enviaron ayuda, estaban preocupados porque su participación había sido algo inesperado y no habían tenido tiempo de practicar juntos, ni conocerse.
Eric aun estaba impresionado, empezando porque la cantante era una famosa artista y siguiendo porque fue ella misma quien solicitó acompañarlos, en un evento tan modesto a su parecer y que en esta ocasión destacaba porque habían arribado unas trescientas personas –cuando normalmente eran la mitad—, como si hubiesen olido o adivinado la participación de la vocalista.
Las luces de una camioneta los encandiló y del asiento del acompañante una silueta femenina se bajó. El mayor recibió a la joven mujer con cordial abrazo, mientras que Eric eclipsado por la presencia de la mujer se tomó su tiempo antes de reaccionar, hasta que por fin encontró una torpe frase que soltar.
—¿Nos conocemos?
Celina era una cantante reconocida y no se habían visto nunca en persona, por lo que a pesar de que la pregunta sonase como un bobo intento de flirteo, para el hombre la inquietud nació de una profunda sensación de familiaridad, como si la conociese de toda una vida y de todo el tiempo, como si algo arraigado muy dentro de él hubiese sido arrancado hace años y el vestigio de esas raíces resonaran con la presencia de Celina…
—Quizás— Respondió ella sonriendo y siguiéndole el juego, mas no hubo tiempo para resolver esa inquietud, dado que ingresaron para que ella conociese al resto de la banda y así afinar los instrumentos al tono de la cantante.
Sobre el escenario ya a través de temas propios “Blue Moon Blues Band” capturó la atención de todos los oyentes con ritmos más sosegados y profundos, esparciendo una sensación de atractiva melancolía sobre la masa de personas que se apiñaban en una suave marea oscilante que no quería que esto terminara jamás.
Cuando la cantante —de blancos cabellos— hizo acto de presencia desde el fondo del escenario e iluminada por reflectores azules que ocultaban al resto de la banda, se veía incluso aun más pálida y delicada, mas esa sensación de fragilidad murió en el instante en que su voz resonó. Ella poseía esa clase de voz potente y ronca que no dejaba de ser en lo absoluto femenina, con la cual condujo al público por una carretera extensa y amplia llena de recuerdos de antaño.
—Un viejo blues, me hizo recordar… Que estábamos unidos…
En el momento en que su canto se unió al rugir del saxofón todo cambió. La batería se convirtió en un trueno, el bajo amplificó sus notas y la guitarra dio un paso atrás adaptándose al cambio de ritmo y es que la química entre ambos jóvenes era innegable, volviéndolos protagonistas del escenario. No importa cuando podrían haber ensayado, jamás se hubieran escuchado mejor. Los cuerpos de ambos se arrimaron seduciendo con sus melodías a la audiencia, embelesándolos a tal punto en que los seguirían hasta el mismísimo fin del mundo de ser necesario. Entonces un resplandor inundó el escenario, uno que no se originó por los efectos de iluminación, ni por alguna falla eléctrica. Todos notaron que se originaba alrededor de la banda, aunque no solo eran los músicos, si no que estaba en todos ellos. Los espectadores lo sentían dentro de sus pechos, algo oculto y salvaje que de manera inconsciente sabían que aguardaba dentro de ellos.
“Blue Moon Blues Band” continuó tocando hasta que Celina y Eric se tomaron de las manos, saltaron con facilidad del escenario y corrieron. Nadie los cuestionó ¿Quién habría de oponerse al reencuentro de dos eternos amantes? Las memorias de generaciones pasadas volvían a ellos a todos ellos. Ni aunque los planetas se hubieran alineados tal sucesión de hechos habría sido posible, la reunión y resurgimiento de toda una manada al mismo tiempo.
Sus ropas humanas cayeron mostrando su verdadera naturaleza. Los lobos con la capacidad de convertirse en humanos aun caminaban entre nosotros. Aquellos conscientes de su origen se ocultaron hasta el renacer de sus líderes, otros nacidos y criados como humanos aun estaban impresionados, pero en el fondo siempre supieron que eran diferentes al resto.
El aullido de los lobos, tanto hombres, mujeres e incluso niños, se alzó al unísono rompiendo el silencio de la noche. La pareja los escuchó a los lejos, habían llegado hasta las viejas vías cubiertas por la maleza y sin mediar palabra alguna unieron sus labios con desbordante pasión.
—¡Eres tú! ¡La Luna, mi amada Luna!— Exclamó el hombre contemplándola con sus ojos llenos de amor y sorpresa, recordando la primera de todas sus vidas, aquella que había sido salvada hacía tantos siglos atrás por el encanto y cariño de ese ser especial que bajó del cielo en auxilio de un pobre cachorro de lobo herido y abandonado.
—Y tu mi Lobo, mi inspiración y secreta añoranza— Aquel que fue bendecido con el don de mediar entre ambas especies —Humano y lobo— y guiar a la manada en tiempos de conflictos, cuando el mundo era un lugar lleno de diversas criaturas, misterios y magia.
Al momento en que recuperaban sus formas verdaderas, lo imposible aun daría de que hablar. Sus pelajes blanco y negro, respectivamente, eran acariciados por una fría brisa, la llanura se abría ante ellos imperturbable hasta que una pequeña luz entre la pradera los detuvo, luego una segunda apareció cerca de ellos, después una tercera, una cuarta y así hasta que se convirtieron en un millar o incluso más.
Eran luciérnagas, las que no se veían con frecuencia desde hacía muchos años, pero allí estaban, volando y danzando, reuniéndose en torno a la pareja como una señal de buen augurio, como una señal de que la naturaleza podía ser reparada. Entonces, desde las gargantas de ambos brotó un aullido de tal intensidad que desgarró el mal tiempo disolviendo los nubarrones, permitiendo que el resplandor de la Luna llena bañara toda la pradera.
Un viejo cuento había pasado desapercibido, pero no ignorado, conocido como “La leyenda de la Luna y el Lobo” relataba el comienzo de su historia de amor en la cual “Se amaron de manera ardiente e incondicional hasta el final de sus días y aún más allá, transgrediendo las barreras del espacio y el tiempo”.
El amanecer estaba aún lejos de manifestarse y la música volvía a sonar.
Fin
Xiomara Imanoni
Muchas gracias por esta hermosa historia Xiomara, espero que te veamos por aquí también en los otros meses del Desafío.
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