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Los Cielos de Júpiter: De vuelta al Vacío

Alphonse sintió como si el foco de gravedad cambiara súbitamente en diferentes direcciones y cayó hacia todas ellas golpeándose en todas partes en el proceso, cuando se dio cuenta que iba a caer obre su cabeza intentó reorientarse, pero la gravedad volvió a cambiar de dirección, afortunadamente no se golpeó la cabeza, pero igual perdió el sentido.

Cuando recuperó la consciencia, continuaba golpeándose, pero mas suavemente, la dirección de la gravedad continuaba cambiando pero también mas lentamente. Miró a su alrededor y descubrió que no todos habían corrido con tanta suerte como él, dos sujetos habían «caído hacia el techo» y se habían golpeado contra un borde que los había dividido en partes desiguales. Intentó ponerse de pié pero fue inútil, su mente era incapaz de adaptarse a los constantes cambios en la orientación de la gravedad.

Entonces vio a Genevieve acercarse dando pequeños saltos, el lugar parecía girar en torno a ella, estaba dando vueltas mirando todo a su alrededor, intentando ubicarse, lo encontró en medio de aquel caos.

—¡Salta Alphonse! ¡Salta con fuerza!

La obedeció y descubrió su secreto, se encontraban cerca del eje de rotación del cilindro y al saltar se acercaban al punto de ingravidez que había en el centro, la caída era suave y le permitía algunos instantes para ubicarse antes de volver a saltar.

—¿Donde aprendiste este truco?

—No es la primera vez que estoy en una nave que se vuelve pedazos.

—¿Es eso lo que ocurrió?

—Creo que Fernandez expulsó este cilindro de la nave —explicó Genevieve— sin un eje fijo sobre el que girar, el cilindro está dando tumbos en el vacío y el efecto de gravedad artificial generado por la inercia deja de funcionar ordenadamente.

—¿Has ubicado a alguien mas?

—Los tendría saltando también.

Pero no pasó mucho tiempo para que encontraran a Sheila, Diana y los soldados sobrevivientes. En efecto Genevieve puso a saltar a todo el que estaba en condiciones de hacerlo, pero había algunos que estaban demasiado golpeados o inconscientes, con ellos era mas difícil, Diana por ejemplo estaba inconsolable pensando en la suerte de su padre, si ellos en el centro del cilindro habían sido golpeados de aquella manera, solo había que imaginar lo mal que lo habían pasado quienes se quedaron abajo en el extremo del cilindro donde la aceleración y la gravedad se percibían con mas fuerza.

—Diana tienes que controlarte —le decía Sheila abrazándola e intentando saltar con ella, pero era difícil controlar la inercia de ambos cuerpos.

Diana por su parte solo respondió con mas sollozos.

—Tienes que componerte Diana —la voz de Genevieve aunque mas suave y femenina tenían algo de ese componente que había en la voz de Louis que hacía que la gente le obedeciera sin realizar demasiadas preguntas.

Diana se limpió las lágrimas en intentó seguir el ritmo de los saltos de Sheila con mediano éxito, pero al menos se estaban golpeando menos.

—Tenemos que encontrar una cápsula de escape y salir de aquí —Apuntó Alphonse señalando lo que era obvio mientras sostenía el cuerpo inconsciente de Silvio Díaz.

Todos se dirigieron en dirección a uno de los extremos del corredor donde se encontraban, allí encontraron varias cápsulas de escape, Diana tuvo bastantes dificultades haciendo que se abrieran las compuertas, no porque la seguridad en las compuertas fuera mejor si no porque simplemente era difícil conectar los cables a la terminal con todo aquel bamboleo.

De todos los hombres que habían venido con ellos solo habían sobrevivido cuarenta y tres golpeados y magullados sujetos que difícilmente podrían presentar batalla alguna. Se dividieron en tres grupos para abordar las cápsulas, pero justo cuando iban a subir el cilindro comenzó a sacudirse nuevamente y un ruido infernal se escuchó por todo el lugar.

—Parece que Fenandez quiere asegurarse que estemos bien muertos, nos están disparando desde la Nave de Batalla. —Explicó Sheila quien reconoció el sonido de inmediato.

—¿Qué pasa si nos disparan cuando estemos en las cápsulas de escape? —Preguntó Genevieve perdiendo la calma fría que la caracterizaba.

—Al menos presentaremos un blanco mas pequeño y nos moveremos mas rápido, no hay tiempo que perder, ¡vamos! —Alphonse no permitió que las chicas continuaran dudando y prácticamente las empujó a una de las cápsulas.

Las cápsulas salieron disparadas del golpeado cilindro, no muy lejos podían ver a la Nave de Batalla Supremo Conocimiento con solo uno de sus cilindros habitacionales mientras le disparaba al otro a quemarropa. No tardaron mucho en descubrirlos y las balas comenzaron a llover a su alrededor.

Sheila se había puesto a los mandos del aparato, pero los controles eran bastante precarios, podía evadir por supuesto, pero la pequeña cápsula carecía de potencia.

En el interior ingrávido de la pequeña cápsula Diana abrazaba sus piernas y se permitía sollozar silenciosamente mientras las lágrimas se acumulaban sobre su rostro, sin embargo no apartaba sus ojos del golpeado cilindro como quien espera un milagro, y entonces ante sus incrédulos ojos le pareció ver otra cápsula de rescate salir disparada. ¿Acaso iba su padre allí?

Pero entonces la pequeña cápsula fue golpeada por un disparo y comenzaron a perder atmósfera, Alphonse saltó con un parche metálico a reparar el escape, pero la pérdida de aire parecía ser la menor de sus preocupaciones pues Sheila había perdido el control de uno de los motores lo cual hacía mas difícil controlar el aparato. Sheila casi podía sentir las balas rozando la piel de la nave.

—Asegúrense a sus asientos este será un viaje accidentado. —les advirtió la D’Aramitz.

Justo entonces fueron golpeados por otro disparo que mandó a la nave en una barrena que Sheila tuvo dificultades en controlar. Cuando todo parecía perdido de entre las nubes de júpiter comenzaron a surgir multitud de pequeños cazas, detrás de ellos venían las conocidas corbetas de los rebeldes, y cuando todas las corbetas emergieron de entre las nubes del gigante gaseoso un objeto mucho mas grande surgió de la atmósfera, un impresionante crucero.

—Atención, a todas las naves de la Inquisición, retírense mientras aún conservan la vida, yo soy Louis Rackham, ustedes saben de lo que soy capaz. —La inconfundible voz se pudo escuchar en un canal abierto.


 

Al escuchar aquella voz el Gran Almirante Fernandez sintió que le faltaba el aire por un instante, pero rápidamente recuperó el control y comenzó a gritar órdenes.

—¡Todos los cañones enfoquense en la nave de Rackham!

—Necesitamos aproximarnos mas Señor, el crucero está fuera de rango.

—¡Entonces ponganos en posición a toda velocidad! Mientras tanto disparen misiles, háganlos trabajar por sus vidas.

La Nave de Batalla fue alcanzada por los disparos del crucero en ese preciso instante.

—¿Qué sucede? ¿Nosotros no tenemos rango para disparar pero ellos sí?

—Al parecer han modificado las armas del Crucero, Gran Almirante.

En efecto tenían que haber modificado todo el crucero y bastante si habían sido capaces de atravesar la atmósfera de Júpiter, Alberto no quería ni imaginarse la clase de herejía que Rackham tendría que haber realizado para conseguir que semejante masa volara en el interior de Júpiter.

—¡¿Por qué no estamos en posición de disparo ya?! ¿Por qué nos movemos con tanta lentitud?

—Lo sentimos mucho Señor, pero es difícil maniobrar con solo uno de los cilindros, la nave es inestable.

Mientras tanto el crucero de Rackham continuaba encajando disparos.

—Abra un canal —ordenó Fernandez, y fue obedecido de inmediato— No importa de que distancia nos puedas disparar Rackham, tus armas poco pueden hacer contra esta formidable Nave de Batalla.

La respuesta de Louis no se hizo esperar:

—Creo que tienes razón, y como ya he conseguido lo que venía a buscar, creo que mejor me voy, hasta luego Alberto, ya nos encontraremos en otra ocasión. ¡Caballeros, retirada!

Las tres cápsulas de rescate habían atracado con el crucero y este se retiró con parsimonia antes de que el Supremo Conocimiento hiciera un solo disparo.

 

Los Cielos de Júpiter continúa el Miercoles 7 de Mayo de 2014

 

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