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SOGEFA

Una brillante aurora boreal se retuerce sobre los edificios lisos como mercurio congelado. Parecen estalactitas ansiosas de tocar el cielo. En el amplio salón de fiesta de uno de ellos, casi en la punta de la formidable estructura, hay cientos de mesas triangulares, la casi absoluta mayoría tiene tres comensales con todas las combinaciones posibles de sexos. Una orquesta comenzó a tocar música y próximos a su propia mesa tríos de personas, bien apretados unos a otros, iniciaron la danza. Las caricias entre ellos incluyen besos, tacto por encima de los trajes de gala y variantes en las posiciones de danza, siempre con los cuerpos muy juntos.

 

En una mesa cerca del ventanal con vista a los glaciares hay un hombre y una mujer con las manos entrelazadas. El tercer puesto está libre con la copa tan vacía como la silla. Tres flores en un recipiente con forma de corazón es el factor común en la sala y en el techo hay racimos de luces parecidas a un trio de uvas cada una.

 

—Me siento ridícula, somos una minoría de anormales —murmuró la joven y soltó las manos del hombre— es una fecha tan importante y todavía seguimos solos. Sí, somos unos ridículos anormales como esos otros pocos que se atrevieron a venir.

 

—Lo ridículo es esta moda, querida Nebica. De nuevo se atenuará. Ya ocurrió varias veces desde que comenzó en Marte. Recuerda, entre tus antepasados está el General Arut Samzen, el héroe del Armisticio de Los Triples. Con ese acuerdo finalizaron la Guerra contra Los Invisibles de Marte y por siglos aquí en la Tierra esta misma moda sobrevivió porque los colonos la trajeron al abandonar parte de ese planeta. Casi había desaparecido pero ahora tenemos al, ¿cómo lo llaman? Embajador en Trinidad, Rutcel Samzen, parece un profeta loco de algún poblado primitivo en el otro extremo de la Vía Láctea.

 

—No lo insultes, también es de mi familia y lo admiramos, regresó después de cuatrocientos años de viaje. El Embajador en Trinidad Rutcel Samzen nació en Marte y aceptó ir hasta la Rregión Trinidad para concertar la paz con Los Invisibles. Gracias a Los Invisibles él ha vivido cuatro veces más tiempo que cualquiera de nosotros. Rutcel Samzen los vio en su propio planeta donde ellos tal vez se originaron.

 

El hombre cruzó los brazos.

 

—Todo eso es bastante confuso. De su planeta original nadie tiene idea de dónde queda. Debemos reconocer que son los dueños de toda la Vía Láctea. En Marte ese profeta loco sólo pudo ver lo que todos hemos visto en las pantallas desde que nacimos. Y lo de concertar La Paz es un cuento, Los Invisibles nos están diciendo dónde podemos formar colonias y cuáles de las establecidas debemos desalojar después de milenios de colonización en naves lentas como tortugas sobre un piso inundado de aceite. Y por último, él mismo confesó que nunca pudo ver a Los Invisibles allá en Trinidad.

 

—Puede ser, sabelotodo, pero ahora nos regalaron motores híper-lumínicos, habrá humanos en todos los brazos de la Vía Láctea y se habla de ir a otras galaxias. Algo temen de nosotros y por eso ocurrió el armisticio aunque tú digas que eso no fue un armisticio. No cambies la realidad.

 

—Vamos, Nebica. Son una cultura muy avanzada y así como nosotros no exterminamos todas las especies en la Tierra, por alguna conveniencia, ellos no matan sin razón. Hace un montón de siglos los colonos encontraron la ciudad subterránea en Marte y la creyeron deshabitada. Cada cosa que veían estaba por triplicado, las estatuas de vidrio mostraban figuras que nadie puede decir si eran plantas o animales y siempre en grupos compactos de tres. A mí esa ciudad la imagino así: una esponja o una colmena de cristal tan grande como la cuarta parte de la luna y habitada por almejas imitando corales. Además sus habitantes se saben esconder de nuestros sentidos y aparatos más sofisticados. Hay teorías sobre que ellos se desplazan en un tiempo transversal, no usan el nuestro: pasado, presente, futuro. Imagina, para ellos el tiempo es como una esfera y…

 

La mujer lo interrumpió.

 

— ¿Y la guerra? ¿No has visto los documentales?

 

—Desde niño y cientos de veces cada año. No es una batalla, solo veo nuestra maquinaria de guerra destruyendo estructuras de gran belleza, millones de estatuas de cristal derretidas por los láser sólo porque de repente nuestras ciudades en la superficie comenzaron a hundirse y fueron tragadas por la arena y la piedra. Cuando nos dimos cuenta que nuestros residuos orgánicos se habían estado filtrando a la ciudad como una marea de porquerías fue cuando tú antepasado el General Arut Samzen caminó solo y desarmado hasta lo más profundo de la ciudad, habló con las paredes, porque nunca nadie le contestó ni algún extraterrestre se dejó ver. Sólo dos tañidos de campana salieron del aire irrespirable, uno para Sí y otro para No fue la respuesta.

 

—Sí, está bien, fue así. Pero él tuvo el valor y la inteligencia para plantear la conversación que salvó al resto de los colonos, permitió a un grupo quedarse y a otro regresar. Vivimos en armonía hasta que hace cuatrocientos años apareció la nave piramidal y transmitieron un mensaje escrito en nuestro idioma. Pidieron un emisario para entregarle secretos tecnológicos y ahí fue cuando mi otro pariente, Rutcel Samzen, tomó la iniciativa y se ofreció por propia voluntad. ¿No lo ves? Necesitan nuestra ayuda.

 

—Muy bien, no estamos de acuerdo. Pero dime algo. ¿De dónde salió esta estupidez de hacer todo de a tres? Su tecnología es redundante pero puede ser un factor de seguridad y nada más. Su arquitectura, o lo que sea esa manera de representar cosas incomprensibles, tan solo una cuestión de gusto alguna clase de estética, y repito: nada más. No tenemos una mínima evidencia de un organismo o una maquinaria inteligente. No hay robots que hablen, por lo menos a la vista, no hay organismos paseando por sus túneles en Marte ni agitando sus manos en las ventanas de la nave piramidal, si tuviera ventanas. No veo que haya algo para imitar una conducta sexual, ni siquiera sabemos si ellos tienen sexo y menos sobre practicarlo en trío.

 

—Esto es algo espiritual, amado Ejbo. Tiene muy poco que ver con el sexo.

 

— ¿No? Mira a tu alrededor como se manosean hombres con mujeres, mujeres con mujeres, hombres con hombres. Mira sus caras, sus jadeos, sólo están esperando que termine la ceremonia para saltar a la cama. No veo las aureolas de sus espíritus que dicen ver los Triple Piaches que ahora están ganando poder una vez más.

 

— ¿No lo comprendes? Solo cuando entras en la Triple Comunión es cuando comienzas a percibir las aureolas. Debes intentarlo.

 

Ejbo se quedó mirando a su mujer. Tenían juntos más de dos años y eso era un récord en uniones de un hombre una mujer en los últimos tiempos. Ella, a pesar de pertenecer a una de las familias más poderosas de la Tierra y Marte permanecía a su lado pero ya él sospechaba un revés más en su vida amorosa. La resistencia a incluir una tercera persona en su cama lo estaba lanzando a un futuro solitario. Su trabajo como Ingeniero Aeronáutico en las empresas de la familia Samzen en realidad no estaba en peligro pero sí la posibilidad de conseguir pareja estable.

 

— ¿Estás pensando en presentarme otra persona? Sí es hombre ni me lo muestres, no acepto verte con otro y yo en actuar cariñoso con él. Y si es mujer puede que disfrute los primeros encuentros pero tampoco esperes que con ella sea como lo hago contigo y llegará el momento cuando ni la tocaré.

 

La muchacha tocó con el índice su muñeca izquierda, apareció un teclado luminoso en la piel y pulsó tres símbolos. De inmediato la epidermis volvió a la normalidad. Entonces miró a su pareja con una hermosa sonrisa.

 

—Está aquí y le acabo de avisar para que venga a nuestra mesa.

 

A unos dos metros de ellos se levantó un cilindro transparente con una dama en su interior, el uso de ascensores de esta clase ayudaba contra las largas distancias en las enormes construcciones.

 

Ejbo quedó paralizado un instante. Reaccionó y se puso de pie con gesto cortés.

 

— ¿Eres tú, Sogefa?

 

Sogefa, el primer amor de su existencia. Entre ellos nunca hubo contacto físico. Para esa época de su vida Ejbo tenía la cara llena de puntos rojos y una voz que a cada momento sonaba como un cachorro al cual le hubieran dado una patada. Aunque fue el mejor de la clase ni siquiera eso le dio valor para cortejarla puesto que Sogefa entró en una relación con otra muchacha y uno de sus mejores amigos. Ejbo se conectó con otras anormales como él pero al final siempre la sombra de una tercera persona lo obligó a retirarse.

 

<< Está más bella. ¿Qué hace aquí? No es posible que haya estado sola, no, no es posible. A su alrededor muchachos y muchachas soñaban formar trio con ella >>

 

Cumplieron varias formalidades y cuando ya estaban sentados un cuello de cisne surgió en la mesa y sirvió tres nuevas copas, cada uno pidió un vino diferente.

 

<< No coincidimos con el vino, mala señal >>

 

La conversación sobre el pasado de los dos antiguos compañeros de estudio fue muy breve.

 

—Por los noticieros te vi muchas veces al lado de Nebica, Ejbo. No me extrañó verlos solos, conocí tu faceta de solitario.

 

—Yo en cambio nunca más supe de ti de manera tan directa. Viejos compañeros me dijeron que habías tenido mucho éxito como Arquitecto en la construcción de estaciones espaciales. Pero de tu vida personal nada, imaginé que mantenías tu trio matrimonial en secreto.

 

—No hay secretos. Pregúntale a Nebica, con mucha facilidad me encontró por razones profesionales y desde hace unos meses hemos mantenido conferencias de trabajo a través de las pantallas. Se sorprendió cuando le dije que te conocía, no comprendió por qué no le habías hablado de mí si estudiamos juntos y varios de nuestros trabajos los hicimos en el mismo equipo escolar mientras que sí le contaste mucho de otras y otros compañeros de estudio. Ayer llegué de Marte para esta reunión.

 

El hombre tomó de la copa y actuó como siempre lo hacía en un momento infeliz, esgrimió la verdad como espada y escudo.

 

—Siempre estuve enamorado de ti, Sogefa. Me alejé porque no quise pasar por la experiencia de un rechazo. Siempre te vi feliz con tus tríos amorosos.

 

—Y yo siempre admiré tu inteligencia, Ejbo; luego poco a poco me enamoré de ti pero cuando pensé hablarte ya tenías compañera y me di cuenta que no te interesaba un trio.

 

La música comenzó otra pieza y Nebica tomó la mano de cada uno de ellos.

 

—Las palabras sobran. Vamos a la danza.

 

***

 

A la mañana siguiente las dos mujeres cantaban felices en la ducha, en dos oportunidades llamaron a Ejbo y el las acompañó. En este momento se estaba vistiendo para una reunión de trabajo.

 

Semidesnudas y todavía cantando Nebica y Sogefa desayunaron con él en una mesa sobre el balcón cubierto. Los glaciares brillaban deslumbrantes por el brillo del sol.

 

Al momento de levantarse Ejbo alzó su copa con jugo de fruta.

 

—Brindo por la noche más bella de mi existencia. Debo estar loco pero me gusta, veo una aureola dorada alrededor de ustedes. Me retracto de todo lo dicho contra los tríos en la cama, tiene razón el Embajador en Trinidad: la humanidad entró en una nueva etapa, nuestros descendientes serán diferentes, poblaremos las galaxias y cuando encontremos la civilización adecuada formaremos La Trinidad Universal: Los Invisibles, Los Humanos y aquellos que de ahora en adelante buscaremos en la profundidad del Universo.

 

Ellas se levantaron y con suavidad lo comenzaron a desvestir.

 

Muy lejos, en una galaxia con forma de triángulo inundada de sistemas solares con soles triples, y dentro de un planeta con una laguna espesa y oscura más grande que los continentes de la Tierra, hay tres colosales masas viscosas. Se estremecen de extraño placer. Perciben los millones de espasmos experimentados por cada trio de seres humanos en la suma de sus pasados, presentes y futuros.

 

Fin

 

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