La Cueva del Lobo

Mas oscuro que el negro

Desde San Luis de Potosí en México nos llega otro relato para nuestro concurso, en esta ocasión de parte del escritor Dabel Morsan:

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Más oscuro que el negro

Autor: Dabel Morsan.

—¿Han visto al chico nuevo? —Preguntó Alice.

Esperaba que Grace la hubiera escuchado entre la estridencia de los casilleros de las duchas —. Ingresó avanzado el año y adivinen, es sexy.

Con un movimiento de su cabeza, Alice tiró de su rubio y sedoso cabello llevándolo hacia su lugar de siempre en su espalda. Después de todo, no quería tener aquel sedoso cabello hasta la cintura si es que lo iba a desperdiciar atándolo como las demás chicas lo hacían. Alice sabía que la única finalidad razonable de todo cabello largo sería la de ondear libre por la espalda, no aprisionado con un horrendo sujetador, ni mucho menos oculto dentro de alguna clase de gorro o de sombrero estúpido. Alice simplemente no podía soportar la idea.

Grace Sunderland estaba sentada a su lado, en silencio, haciendo lo suyo. Se preparaba para salir. Había acabado de secar su cabello y había doblado con paciencia la toalla que había usado. Después de extraer varias cosas de su casillero había vuelto el rostro y se había encontrado con Alice, parada a su lado. Su cabello era menos largo, pero tenía un brillante color castaño cobrizo que bien podría rivalizar con el de Alice.

Le regaló una mirada cómplice.

Alice nunca decía nada de un chico a menos de que este fuera lo suficientemente guapo o rico, o en su defecto, tenía un auto lo suficiente mente lujoso como para traerlo a conversación.

—¿Es guapo ese chico nuevo? —Preguntó Grace, después de un rato.— ¿Por qué será que estás obsesionada con los chicos menores?

Alice negó con la cabeza. Rascó su ceja. —Te equivocas. No es de primer grado, —se llevo las manos hacia sus anchas caderas y reprochó: — si no de tercero. Es de nuestra edad. Además, Grace, querida… tus eres la que anduvo con el tal Michael Soyer, no lo olvides. —Alice soltó una breve risita dirigida hacia sus adentros —así que no estás en condiciones de decirme nada.—levantó la ceja. —¿Entendido, nena?

—Los chicos menores son todos lindos. —Intervino Jesica, desde el otro lado, junto a Grace— aunque tontos. Todos son tontos. ¡Son las hormonas!

Ambas voltearon a verla.

Las había estado observando mientras bajaba la costura de su pantalón entre sus largas piernas bronceadas, para intercambiarlo, un momento después, por la falda y la blusa de acento casual que se había resguardado ese día para después de finalizar la práctica estudiantil.

Grace tomó la palabra.

—¿Dices que los hombres nos buscan inteligentes o que lo hacen solo por nuestro aspecto?. —Su tono, aun siendo en plan especulativo, era una forma de hacerla demorarse menos en lo que estaba haciendo. Clavó los ojos en ella por el momento.

—Por supuesto que no. —Concluyó Jesica —¿Por qué habrían de hacerlo? Los hombres no quieren una mujer inteligente porque no quieren tener cerca alguien mejor que ellos, eso es porque les gusta tener el control de la situación. Ya sabes, el cuento de nunca terminar. Les gusta adoptar la batuta del macho alfa.

—Vamos Jesica,—intervino Alice. —¿Te gustan o no los chicos rudos y salvajes? Me confundes. ¿O los prefieres lindos y menores?¿Podrías decidirte?

Tanto los ojos de Alice como los de Grace se abrieron a su máxima expresión. Ese tipo de preguntas siempre causaban expectativas altas en Jesica.

Jesica sonrió.

—Los prefiero fieles, como un lacayo. Mi propio esclavo para hacerle lo que yo deseé. Y fuertes, como un toro…en el amor….como un Shakespeare renegado y galante y que me salven del peligro. Y sexy, claro, no podemos dejar de lado que mi hombre especial tiene que ser sexy….

Alice torció la boca y desvió la mirada hacia al otro lado, a los casilleros. —Sueñas querida….

Grace sonrió. Había terminado de cambiarse la ropa deportiva de la escuela. Al parecer, y al echar una pequeña mirada alrededor, era Jesica la única que faltaba para poder retirarse de las instalaciones de la preparatoria.

—No suena mal, siendo franca. —Admitió Grace. —Pero un chico con esas características solo podría existir en un sueño.

—Para eso son los sueños, —interrumpió Jesica. —Para soñar, Grace. —Luego dijo—Estoy exhausta. —y terminó recostándose en la larga banca de madera a mitad de los vestidores.

Ambas miraron a Jesica y terminaron de recoger sus cosas. Jesica podría ser la más baja de las tres, pero era también la más inteligente, y ninguna de las dos quería tener una discusión interminable con ella acerca de chicos. Si se lo proponía, Jesica era la única persona en el mundo que podría convertir el tema de los chicos en un debate sin fin con puntos de vista objetivos, dejando de lado toda la diversión.

Cuando Jesica se había levantado y había recogido su bolsa y cerrado su casillero, ambas recogieron sus cosas. Tanto Alice como Grace sabían que esto era la señal diaria que indicaba el momento de partir.

Justo antes de irse, Alice se detuvo a la mitad de los vestidores.

Tenía la intención de frenarles el paso.

Las miró con ojos desafiantes en su mirada de pécadora sonsacadora. Jesica sonrió maliciosa. Luego, Alice exclamó casi con un grito:

—¿A dónde iremos hoy chicas?

Grace mordió su labio inferior. Esperaba tener el día libre para poder pintar algo en casa, lejos de la estridencia y la comida chatarra. Pero sabía por la expresión en la cara de Alice, que podía ir olvidándose de esa lejana idea. Luego volteó hacia Jesica. Estaba completamente abstraída, pensando con bastante interés en el lugar al que podrían ir. Grace estaba perdida.

Alice se había llevado a la boca una grande y amarilla papa frita. Justo a tiempo, se había dado cuenta del hecho de que la papa no tenía ningún rastro de cátsup. La remojó en la que tenía más cerca (la de Grace) y luego se la llevó nuevamente a la boca, esta vez masticándola con energía. En ese justo momento, Jesica se levantó y se dirigió al tocador.

La hamburguesa de Jesica aún permanecía intacta, pero había bebido el líquido de dos sodas y media, y Alice estaba segura de que al regresar Jesica se dirigiría al mostrador por otra más.

Grace la miró y le adivinó el pensamiento.

—¿Podría llevar algo de agua de su casa a los entrenamientos si lo deseara no? Yo lo hago.

—No le hace falta, —Dijo Alice, —cuando la necesita solo me la pide, porque yo siempre llevo una botella en mi bolso. Por mi está bien, prefiero darle de mi agua a que beba esas horrendas sodas. ¿Sabes a caso todo lo que contienen? Siempre le he dicho a Jesy que si sigue tomando tantas, algún día la mataran.

—Jesica se aprovecha de ti.

—¿Si? No me digas, —Alice había robado el jitomate de la hamburguesa de Jesica con gran rapidez, pero Grace había volteado y la había visto; sin embargo esto no le importó a Alice. Levanto el tenedor y se lo llevó a la boca—A mi me pide agua pero tú eres la que le ha prestado todo ese dinero…

Grace podía sentir la envidia en su timbre de voz.

—Sí, me ha pedido dinero, pero siempre me lo devuelve. Además, es mi amiga. Si tú me pidieras un préstamo, te lo daría sin dudar. Eso tiene mucha grasa…

Alice siguió comiendo, pero de un momento a otro, como un rayo de luz, paso por su cabeza la idea de poner a Grace a prueba.

—Hazlo.

—¿Qué haga qué?

—Veinte dólares, no, treinta. Préstamelos.

Grace pudo sentir el chantaje detrás de todo el asunto.

—No lo haré, solo me estás probando.

Alice sonrió con malicia.

—¿Qué paso con todo eso de que me prestarías en el momento que yo quisiera?

—Lo haría, pero sé que ahora no lo necesitas, solo me estas probando.

Alice le lanzó una mirada penetrante. —¿Qué no es ese el punto? —Grace suspiro.

Retiró treinta dólares del monedero dentro de su bolso. Lo volvió a introducir en el interior lo y serró, semejando un hecho que nunca debió haber pasado. —Tú sí que te aprovechas de mí. — Suspiró.

Alice volteó hacia el asiento de Jesica; nuevamente miró el raro espectáculo que eran las latas de Coca-Cola vacías. Parecía que era el asiento de un par de niños inquietos.

—Yo más bien creo que es adicta a las sodas. ¿Crees que se coma su hamburguesa?

—Lo hará.

—¡Hola!

Alice derramó la mitad del contenido de su agua al ver la cara sonriente de Jesica justo sobre su hombro, como un payaso malévolo, provocando una risotada en Grace.

—¿Eres tonta? ¡Derrame agua en mi pantalón!

Jesica se aprovechó de la situación. Su semblante era malévolo. Tenía que actuar con presteza—Pero que mal, —vociferó,—creo que habrá que….quitártelo!

Por un rato, Grace miró a Jesica manoseando las piernas de Alice, jugueteando a bajarlo, escuchando los exagerados y guturales gritos de Alice. Sin embargo, en un momento de descuido, Jesica le había levantado la blusa en venganza. Esto terminó con las carcajadas de un par de chicos sentados en una mesa al fondo como consecuencia.

Jesica se puso roja y no tuvo más remedio que detenerse y sentarse. En su cara parecía tener el semblante de una adulta, la cual descubrieron jugando videojuegos.

—Tú te lo buscaste. —Señaló Grace. La cara de Alice aun estaba roja cuando Grace escuchó el sonido de una canción que conocía en el aire. El hecho le pareció haberlo vivido antes.

Era la canción Money, de Pink Floyd.

Grace abrió su bolso con rapidez. Como lo pensaba, era su celular. Lo tomó y contestó con la calma que la caracterizaba. —¿Bueno?

—Buenos días, ¿Con la señorita Alice Swan?

En un momento de incertidumbre, Grace miró su celular dudando de que fuera realmente el suyo. Miró a Alice. Aun estaba tratando de limpiar la extensa mancha de su pantalón con varias servilletas de la mesa, todo sin poder lograrlo. Sin embargo, Alice pudo notar la seriedad impresa en su rostro. Jesica también, a lo que se manifestó con una señal con la mano que significaba “¿Quién es?”

Grace volvió al auricular.

—Lo siento, —Dijo con torpeza, —número equivocado. — Grace miró con extrañes el móvil justo antes de aplanar la tecla de colgar. No tenía ni la menor idea de que pensar. Hubo un pequeño silencio.

Jesica interrumpió. —¿Ya nos vas a decir quién era?

—Era un chico, pero es extraño, te buscaba a ti, Alice.

—¿A mí? —Preguntó. —¿Por qué alguien te llamaría a ti para preguntar por mi?

—Ni idea.

—¿Le colgaste sin más? —Inquirió Jesica,— ¿No le preguntaste quien era?

—No lo hice, tan solo colgué. Tal vez buscaba a otra Jesica. No estoy segura…

Jesica se fastidió en el momento. —Ok, número equivocado, fin del misterio. ¿Oigan, quien se robó mi jitomate?

—No me mires a mí, —reprocho Grace, —Yo aún no termino con mi hamburguesa….

Hubo un silencio sepulcral, de pronto, o más bien, un silencio forzado, como de ultratumba. Luego, un sentimiento de sorpresa. Las tres clavaron los ojos en el bolso de Grace. Alice lo miró como si hubiera visto de pronto lo más raro del mundo.

Jesica rompió el silencio. —¿Eso que está sonando es tu celular, Grace?

—Sí lo es, —apuntó Grace, con desconcierto. —¿Crees que sea nuevamente ese chico?

—Si no contestas tú, lo haré yo, —Expresó Alice, como ultimátum.

—Calma, —Grace sacó el móvil del bolso y se lo llevó al oído, —Estas cosas suelen pasar más de una vez. —Hizo un ademan con el dedo y sus labios indicando que mantuvieran silencio.

Alice tragó saliva.

—¿Bueno?

—Con la señorita Alice Swan por favor.

Grace abrió la boca sorprendida, por inercia. —¿Quién es? —Comenzó a disgustarse, —¿Por qué llamas a mi celular?

Del otro lado de la mesa, Jesica y Alice la miraron en silencio. Grace asintió con la cabeza para indicarles que era el mismo chico de hacía unos momentos.

—¿Qué deseas? —Preguntó al fin, con torpeza.

—¿Podrías comunicarme con la señorita Alice Swan por favor?. —La voz era de un hombre, definitivamente, pero no mayor, sino mas bien joven. Sonaba como a un chico de su misma edad.

—¡Disculpa! —Exclamó Grace, —Pero primero tienes que decirme tu nombre y porque llamas a mi móvil, ¿Qué no tienes modales?

Las chicas rieron atónitas ante sus osadas palabras. Luego, Grace añadió a manera de chantaje: —Si no me dices tu nombre, no te comunicaré con Alice.

—Lo siento, pero no estás en condiciones de amenazarme con nada, —Dijo la voz al otro lado del auricular. A Grace le pareció una voz decidida y despreocupada, —Lo cierto es que si no haces lo que te digo, lo único que obtendrás es ver morir a tus amigas…

Esas últimas palabras, como algo difícil de digerir, tardaron unos segundos en reacomodarse en la cabeza de Grace. Grace miró el móvil con semblante perplejo.

—¿Quién eres? —Pregunto. Su voz se le entrecortó y se torno lánguida y temerosa. —¿Es una broma?

—Antes que nada, —Aquella voz se desenvolvía cada vez más serena y estentórea —debería decir que escuchar esa pregunta es una especie de cliché ya muy viejo y usado. Que me preguntes si es una broma, estando tu en esta situación, y yo al otro lado del teléfono, es tan predecible como lo que estas a punto de hacer…

—Escúchame, —Grito Grace, perdiendo toda la paciencia ante la presencia de las chicas —IDIOTA, si no me dices quien eres y que quieres llamaré a la policía.

—Lo siento, —Grace calló por un momento, —pero así no funcionan las cosas. Mi nombre….no te lo voy a decir. No vuelvas a preguntármelo… a menos que quieras ver morir a tus amigas.

Cuando Grace colgó enojada, tanto Alice como Jesica contemplaron su semblante y pudieron darse cuenta de que algo andaba muy mal.

Jesica se acercó. —¿Era el mismo chico de antes verdad? ¿Qué quería?

—Debe ser algún idiota con mucho tiempo libre. —Explicó Grace, —algún acosador. Me dijo que si no hacia lo que él quería…Grace no pudo terminar la frase.

Alice la miró alterada. —¿Qué? ¿Qué pasaría si no?

—Dijo que las mataría.

—¿Qué? —Se espantó Jesica. No pudo ocultar el miedo. Luego hablo con acento decidido. —Vayamos a la policía.

—¿Así sin más? —Señaló Alice. ¿Crees que te crean?

—No lo sé, —Dijo Grace, —Pero creo que es lo mejor, el tipo se escuchaba raro, demasiado oscuro, como si fuera un asesino serial o algo así. Me preocupa.

Alice parecía a punto de llegar a la histeria —¿Dijo porque quería hablar conmigo?

—No, no quiso decirme ni su nombre ni que quería, lo mejor será que….

El miedo sacudió a las tres en un segundo, casi arrancándolas de sus asientos. Por tercera vez escuchaban el tono del celular. Sin embargo, era evidente en sus rostros que todas dudaban si Grace debía contestar o no.

—Dámelo, —Dijo Jesica, —Yo contesto si tú no quieres hacerlo.

Alice intentó detenerla. —¿Y qué le dirás? Ese tipo debe ser un maniático que me acosa, si te metes con él solo te pondrás en peligro.

—Alice tiene razón, —Dijo Grace, mordiéndose el labio. Luego decidió contestar.

—¿Bueno?

—Mira al camarero. —Era el mismo chico, sin duda, pero Grace no pudo entender en el momento a que se refería. Luego lo comprendió, aunque no tuviera mucho sentido. A tres mesas de allí, un camarero servía una orden de malteadas. ¿Se refería a ese camarero?

—¿Eres tu otra vez verdad? —Preguntó Torpemente. Luego, en un instante, sintió que había sido muy tonta al no darse cuenta de un hecho tan evidente frente a ella. Si quería hablar con Alice…¡sabía que estaban juntas!

Miró aterrada el móvil en su mano y lo pegó enérgicamente a su cara —¿Nos estas observando?

Grace miró alrededor, precipitadamente, con rapidez. El lugar era grande, y estaba rodeado de largas ventanas con una panorámica vista de la ciudad. Afuera había tráfico y había comenzado a caer la tarde desde hacía unos momentos. Si la estaba viendo podría hacerlo desde un auto, o desde algún de los edificios de enfrente. Podría incluso estar dentro del restaurante.

Grace se sentó. Trato de mantener la calma. Luego miró los rostros atónitos de Alice y Jesica. Comenzó a hurgar su bolso en busca de una pluma para poder escribir.

—¿Qué hay del camarero? —Preguntó Grace, —Acaba de servir unas malteadas y se ha retirado…

—Lo sé Grace, solo lo mencioné para que te dieras cuenta de algo obvio: te estoy observando en este preciso momento. No trates de hacer nada, no grites, ni pierdas los estribos, porque no lograras encontrar mi ubicación. Bien, estas son las reglas. No trates de buscarme, y no tardes tanto en contestarme. Ni se te ocurra mandar un mensaje de texto porque puedo ver todos tus movimientos y el de tus amigas desde donde me encuentro. En este momento, estas buscando algo en tu bolso. Lo acabas de encontrar; es una pluma y la estas usando —Grace había encontrado la pluma y había anotado en un servilleta “Esta cerca, nos está observando” con lo cual todas quedaron inmóviles y sin habla. Alice parecía a punto de romperse.

El chico prosiguió —No trates de escapar, o me veré obligado a matar a Alice, o a Jesica, tú decides. Por cierto. ¿A cuál quieres menos?

Grace guardó silencio. Sentía que el chico no estaba fanfarroneando, por alguna razón. Había algo en su timbre de voz que se lo decía. ¡Era demasiado oscuro e indiferente!

—¿Has escuchado el dicho te comió la lengua el gato?

—Escucha, —Dijo Alice, evitando llorar—Si me dices que es lo que deseas, lo haré, solo no lastimes a mis amigas…No me lastimes a mí.

—Me alegra mucho oírte decir eso, pero quiero que sepas que el miedo en estas situaciones nunca es suficiente y que me veo obligado a hacer algo al respecto. Mira al camarero; al parecer, alguien ha ordenado una hamburguesa doble con papas fritas y un refresco de Cola… Dile adiós.

—¿Qué?

Grace clavó la mirada en el camarero. Acababa de salir de la cocina con una gran charola sobre sus manos.

Alice la miró atentamente con la vista desorbitada, —¿Qué te dijo, que es lo que miras?

—El camarero…él… ¡lo va a matar!

—¿Va a matar al camarero? —Intervino Jesica, mirando en derredor sin lograr encontrarse con nadie sospechoso, ¿Cómo lo hará? —Comenzó a agitarse, —¿Es un francotirador?

Alice parecía a punto de levantar la voz.

Grace pudo prevenir el momento en que Alice previniera al camarero, tapándole la boca con una mano. Se agitó como una demente.

—¿Qué haces?—Disputó Alice en voz queda, ¿Acaso estás loca, dejaras que se muera?

—Tal vez solo es una broma, ¿no lo creen? —Señaló Jesica, incrédula. —Esperemos un momento.

Todas miraron al camarero.

Paso algo de tiempo. Los segundos corrieron. No ocurría nada. El silencio se hundía como un agujero en el pecho de Grace.

—¡No ocurre nada! —gritó Alice. Jesica alzó la vista sorprendida. Abrió la boca.

El camarero se había detenido en medio del pasillo.

Parecía haberlo hecho sin ninguna razón aparente. Tenía una expresión rara en la cara, como un muñeco ido, y había comenzado a tocarse el pecho. Todas clavaron la vista en él. Cuando soltó la charola todos fueron espectadores de verlo caer fulminado estrellándose de lleno con el piso; la orden que llevaba en la charola provocó un terrible estruendo en todo el lugar. Alice entró en pánico al instante.

—¡Lo hizo, lo hizo, lo hizo! —Gritó.

Jesica abrió los ojos despavorida, —¡No! esto está muy mal, ¿escuchaste algún disparo?—volteó hacia Grace y tiró fuertemente de su mano — ¡No hubo ningún disparo!

Grace puso el auricular en su oído.

—¡Basta, no lo hagas, no necesitas matar a ninguna otra persona, yo te creo!

Varias personas habían comenzado a acercarse hasta el camarero. Un chico vestido igual que él había surgido del fondo y había tocado su cuello. Por último, apesumbrado, el chico dijo—Está muerto.

. Luego se dirigió hacia un teléfono cerca de la barra y llamó a la policía. Todos pudieron ver la macabra escena. Atónita, Grace había observado el momento en que una madre tapaba los ojos de su pequeño hijo ante el horripilante espectáculo.

—Grace, ¿Sigues allí?

—Aquí estoy. —Grace sentía que en cualquier momento iba estallar en llanto.

—Bien, y antes que nada, quiero que sepas que no quiero que pierdas los estribos.

—Entonces no vuelvas a matar a nadie más…

—Grace, eso no puedo hacerlo.

—¿Por qué no puedes? No me has dicho que es lo que deseas de nosotras…

—Grace, lo cierto es que no deseo nada de tus amigas, si no de ti. Escucha con atención. Y quiero que comprendas una cosa desde este momento; tus amigas van a morir.

—No, no lo hagas….

Grace ahogo un grito de impotencia. Miró a Alice quien estaba inmersa en un llanto de terror que solo lograba ponerla más nerviosa y luego miró a Jessica, en las mismas condiciones.

Con toda la fuerza y valor que tenía dentro, Grace trato de sobreponerse y tomar el teléfono con su mano.

—¿Qué es lo que deseas de mi?

—No deseo nada que tú me puedas dar. Lo que deseo de ti es a ti misma. Tú serás mía. Quiero que seas mi mujer.

—¿Por qué quieres eso?. Eso no tiene sentido….

—¿Qué no lo tiene? —Dijo la voz—Mira el rostro de Alice, ¿Puedes sentir su temor? —Alice parecía petrificada, pero le temblaba todo el cuerpo, —Yo no deseo nada que el dinero pueda darme. En primer lugar, lo que deseo es hacer que experimentes los peores temores, uno tras otro, para que al final de este día tu respuesta única e inexorable solo pueda ser un sí. Hay criminales, y hay dementes. Por tu cabeza deben estar pasando muchísimas ideas contrastantes y quiero que entiendas que es por el terror que estas sintiendo. Hay una infinidad de cosas que puedo querer, eso es cierto, pero quiero que me creas cuando te digo que lo que yo realmente deseo es que seas mi mujer.

—Maldito demente…, —Grace limpio las lágrimas de sus ojos con la manga de su blusa. Tardó un poco en volver al teléfono. Apenas y podía hablar. —Jamás obtendrás eso de mí.

—Lamento decirte que te equivocas Grace. Yo siempre obtengo lo que quiero. —Hubo una pausa. —Creo que aún no has entendido el punto; tendré que demostrártelo nuevamente. ¿Podrías comunicarme con Jesica Asheton? es esa chica bajita del otro lado de la mesa, junto a Alice…

Grace miró aterrorizada los ojos ambarinos de Jesica. —No, —replicó, —¿Qué deseas decirle?

—Lo siento Grace, no puedo decírtelo, pero te advierto que si no me la comunicas en los próximos diez segundos morirá el chico que tocó al camarero. ¿Lo ves? Esta cerca de la barra, al teléfono, hablando con la policía…

—No, espera, solo prométeme que no le harás nada a Jesica.

—¿Quiere hablar conmigo cierto? —Inquirió Jesica, con la respiración acelerada.

Grace asintió con la cara. Volvió al móvil. —¡Prométeme que no le harás nada!

—Seis, cinco, cuatro, tres, dos….

—¡Espera!

—No me gusta que no me tomen enserio Grace. Ya que muy pronto serás mi chica, quiero que sepas que me gusta que la gente haga exactamente lo que yo quiero, y lo que quiero es que en este momento pongas a Jesica Asheton al teléfono. No me digas una sola palabra, solo hazlo.

Grace se levantó con las lágrimas comenzando a brotarle de los ojos. Se acercó hasta el otro lado de la mesa. —Quiere hablar contigo, Jesica.

—¡No!, —Explotó Alice enfurecida, —¡No contestes, es mejor que escapemos! —Dijo—¡Debe ser una trampa!

Grace sintió un vacio como si le hubieran arrancado el estómago de pronto. Sabía que podía ser una trampa, lo sabía. Lo temía. Podía sentir el miedo de Jesica a través de sus grandes y bellos ojos ambarinos al mirarla. Por algún motivo parecía lista para cualquier cosa.

—Él quiere hablar contigo.

Jesica dudó por un momento. Luego se levantó.

—¿Te dijo que desea de mi? —Grace no pudo contener el llanto. —No.

—Ok, dámelo.

—No, este tipo está loco, dice que ustedes dos morirán. —Grace ahogo un grito pero comenzó a llorar. —Rayos Jesica, no tienes que contestar.

—¡Dame el maldito teléfono Grace!

Grace se lo dio. Jesica se lo llevó hasta el oído. Contestó rápidamente. Ninguna de las dos se atrevió a acercarse a escuchar, pero en el momento en que Jesica guardó silencio, ambas intuyeron con terror que algo no andaba bien.

—¿De qué hablas?…—Comenzó a balbucear Jesica, al auricular, aterrada. —No es posible…¿por qué a mí?….¿por qué?…No…

Grace se acercó pero Jesica la apartó con la mano, evitando que escuchara. Esto sorprendió a Grace. Algo en la mirada de Jesica…había algo que era anormalmente perturbante.

—¿De qué están hablando Jesica? —preguntó Alice, pero Jesica parecía atónita, ida y tiritaba. Su cuerpo parecía estar catatónico, le temblaban las piernas y apenas podía sostener el móvil con su mano. Luego colgó y no dijo nada. Se sentó en silencio.

Alice estalló: —¡Jesica!, ¿qué fue lo que te dijo ese maldito demente?! ¡Jesica, contesta!…

Pero Jesica no contesto. Estaba en shock.

Se había quedado con la vista clavada en la distancia, como si ya no pensara y como si ya no necesitara pensar.

Grace se acercó presintiendo lo peor. —¿Jesy, que fue lo que te dijo? —La sacudió por el hombro. —Contesta, ¿Qué te dijo Jesy?

Las pequeñas y suaves manos de Jesica la tomaron por sorpresa por la cintura. Hubo una pausa silenciosa donde ninguna supo que pensar. Jesica, con la cara agachada, sumió la cabeza contra el regazo de Grace. Grace se quedó helada. Tanto Alice como ella miraron estupefactas el momento en que Jesica comenzó a llorar como una niña. Grace sintió un terrible sentimiento de culpabilidad.

—¿Qué te dijo Jesica? —Chilló, sin poder hacer absolutamente nada.

Un susurró se escapo entre el suéter de Grace. —Las quiero, chicas….las quiero…

—¿Qué fue lo que te dijo?, ¡Jesy!

Jesica levantó la mirada. Alice había abierto la boca sorprendida, pues Jesica tenía el ceño fruncido en una expresión que ninguna de las dos había visto jamás. Grandes lágrimas resbalaban por sus rojas mejillas como un rio. Parecía una niña pequeña. En sus ojos había una expresión cálida, pero estaba llena de tristeza. Parecía querer reírse de sí misma.

Al final expresó, —Soy una tonta….¡tan tonta!, —Luego sonrió lastimosamente—

me dijo, que no debí haber tomado tanta soda…—Grace sintió su abrazo. — Alice, tenías razón…eso me va a matar. —Una risita se escapó de su boca tan solo un momento antes de comenzar a escupir sangre por la boca.

—No, no no…¡Jesica! —Ambas se habían lanzado precipitadamente hacia ella pero ya era tarde. Jesica comenzó a sangrar profusamente por los oídos y los ojos y había comenzado a convulsionarse. Sus ojos se volvían blancas esferas desahuciadas. Estaba muriéndose. Un sentimiento de alarma las asalto.

—O por dios….¡por dios!…—Grace trató de tomar el pequeño cuerpo de Jesica con todas sus fuerzas. Era realmente más menuda y delgada de lo que aparentaba. Sin embargo, tarde se dio cuenta de que sus músculos no eran lo suficientemente fuertes para cargarla. La desesperación las invadió. Alice había intervenido levantándole los pies, pero cuando lograron sostenerla, Jesica ya había dejado de moverse. No había pulso en su cuerpo.

Ambas la dejaron caer al piso al mismo tiempo. Se alejaron sorprendidas. ¿Era real lo que estaban viendo? No, no podía ser. Cuando Grace vio aquellos ojos abiertos en aquella expresión silenciosa, no lo soportó más y estalló en llanto. ¡Su querida amiga se había ido para siempre! ¡Jesica había muerto!

Grace calló de rodillas. El estómago se le contraía de la angustia. Quiso vomitar. Ni siquiera escuchó el teléfono al sonar nuevamente y tampoco escucho como Alice había contestado llena de un temor expedito.

No podía dejar de ver en dirección de Jesica sin sentir que todo su mundo caía en un vertiginoso agujero de dolor. Su cara estaba recostada sobre la mesa llena de espeso líquido rojo. Grace estaba a punto de desmayarse.

De pronto, Grace sintió un jalón en su ropa. Era Alice, y estaba haciendo algo de manera desesperada: la estaba jaloneando, tratando de levantarla del suelo. De hecho, estaba gritando algo. ¿Qué era? En el segundo en que Grace enfocó su mente, sus apesumbrado sollozos cesaron y pudo escucharla.

—¿Me estas escuchando? —Alice la trajo de vuelta a la realidad. —¡Grace! Hay que salir de aquí maldición. ¡Rápido!

Sin entender del todo que era lo que hacía, Grace salió despedida como un rayo y atravesó el restaurante, ignorando a las personas y al mesero muerto en el suelo, mientras que seguía a Alice. Grace incluso no notó que había tumbado a una mujer en el trayecto.

—¿A dónde vamos?

No hubo respuesta. Alice corría demasiado rápido.

El mundo daba vueltas. Las personas en la acera caminaban como siempre, pero parecían ajenos al sufrimiento de Grace, y por lo tanto, entes indiferentes.

Una vuelta en una esquina, luego, varias salientes y caminos que desembocaban siempre hacia una misma dirección. Un semáforo en rojo cruzado a toda velocidad, largas zancadas evitando ser arrolladas y varios empujones a peatones que estorbaban en el camino.

—¡A donde vamos!

No había respuesta alguna de parte de Alice. Grace quiso detenerse, pero Alice corría demasiado rápido, y con mucha fuerza, tal como si su vida dependiera de ello.

La mano de Alice sostenía con tanta fuerza la muñeca de Grace que llegaba al grado de cortar su circulación.

—Alice, ¿me escuchas?—siguió preguntado Grace. — ¿A dónde vamos?

Harta, Grace se soltó como pudo, aunque casi cae el piso en el acto. Dijo. —Alice, dime a donde vamos, o dejare de seguirte.

Alice volvió el rostro colérica.—¡Al parque!. —reveló asustada. —¡Corramos hacia el parque! ¡Debemos ir allí!

—¿Y qué haremos allí?

La actitud de Alice la sorprendió. —¿No lo entiendes? —Su cara estaba sería pero parecía estar tan estremecida que había perdido la razón misma. —¡Hay que llegar exactamente a las cinco de la tarde o él nos matara!

—¿Eso fue lo que te dijo? —Preguntó Grace. —¿Por qué debemos ir al parque, porque no a otro lugar?

—Eso ahora no importa. —Debatió Alice con el rostro pálido. —Mira la hora, ¡tenemos menos de cinco minutos para poder llegar!

Grace tomó el celular de la mano de Alice. Lo miró. Tenía toda la razón; faltaban cinco minutos y el parque estaba a tres largas cuadras. Lo comprendió de inmediato. Comenzaron a correr como nunca antes lo habían hecho en la vida. Literalmente, la vida de ambas dependía de ello.

En una esquina, un auto casi las arrolla al querer cruzar al otro lado de la calle con la luz en rojo; sin embargo, ello no fue motivo suficiente para detenerlas. Faltaban ya dos minutos únicamente, y una cuadra repleta de personas los separaba de los altos árboles del amplio parque del centro.

Grace estuvo tentada a detenerse y buscar un policía, ¡pero ahora era demasiado arriesgado! Jesica había muerto, así el sujeto no estaba bromeando en lo absoluto.

Veinte segundos. Miraron los árboles aunque no se sintieron a salvo. Ya se encontraban allí. Grace se detuvo. ¿Qué debía hacer? ¿Internarse en el parque? Ella solo seguía a Alice.

—Por acá. —Alice ya se había adelantado y corriendo a su máxima velocidad se interno en el parque, dando grandes brincos cuando debía. Grace, ofuscada, hiso lo mismo mientras trataba de seguirle el paso.

Cuando Grace se dio cuenta, ya eran las cinco de la tarde pasadas. Lo había verificado en la pantalla del móvil. Alice se detuvo por fin algunos metros lejos de las calles, tratando de recuperar el aliento.

Solo entonces sonó el celular.

Alice contesto —¿Bueno?

—Bien hecho Alice, —dijo el chico misterioso, al otro lado del auricular—realmente no creí que fueras capaz de convencer a Grace de correr tanto, pero bueno, ¿Podrías pasármela por favor?

Alice alargó el brazo con el móvil en la mano. Grace observo aquel celular con tanto odio y asco como le era posible. Contestó al fin llorando. —¡Mataste a Jesica!

El chico rió en un murmullo. —Pero Grace, yo ya te lo había dicho, tus amigas tienen que morir, y por lo tanto no hice algo que no estaba planeado, así que pasemos a otros asuntos. Dime, ¿sabes que es la realidad virtual?

—No, —Gimió Grace desconcertada. –—desconozco que sea.

—A por favor, —protestó el chico—¿en verdad quieres que te crea que no sabes que es la realidad virtual?

Grace dudó. Sus sollozos eran sonoros y le dolía el pecho. Sabía que había escuchado ese término antes, y sabía que algo tenía que ver con las computadoras. Pero, era tan trivial ahora ese tema que solo sentía un profundo mareo clavado en la sien. ¿La realidad virtual? Si, lo había escuchado antes, ¿Pero acaso importaba?

El chico al teléfono se volvió de pronto un poco flexible. —Está bien, —dijo —como mi futura mujer te lo explicaré de forma sencilla, así que pon atención.

—¡No puedo! —Grace interrumpió repentinamente. —No lo soporto, ¡mataste a mi amiga! ¡No puedo seguir con esto!

—Oh vamos Grace, ¿Qué es una persona? Tan solo piénsalo. ¿Por qué puedo matar una cucaracha y seguir como si nada en mi mundo cotidiano, pero, en cambio, si mato un humano alguien se pone a llorar?

Grace escuchó y sin embargo seguía sollozando al otro lado. —Estás enfermo…

—Si eso fuera así, mi quería y hermosa Grace, entonces iría al manicomio, lo cual no es el caso. Mírate allí, en medio de la nada, pareces tan indefensa. ¿Qué tengo que hacer yo para que seas mi chica?

—¡Jamás seré tu chica!

—Te equivocas.

—¿Por qué haces esto?

—Me decepcionas Grace. —Dijo el chico, con una risita. Por algún motivo, parecía indiferente y divertido, ajeno a la muerte de Jesica. —Ya te dije porque estoy haciendo esto. Quiero que seas mi chica, y no hay nada en este mundo que quiera más que convencerte que lo seas. Pero volvamos al tema, ¿Qué tanto sabes de computadoras?

—¿Qué sé de computadoras? —Preguntó Grace, cada vez más confundida. —Se chatear con mis amigas, y sé que hay mucha información en la red y también que puedo ver algunos videos de mis artistas favoritos y además…

—Eso es de niños Grace. —La interrumpió. —Hay un universo de cosas que nos pueden ofrecer las computadoras más poderosas, más allá de lo que una vez el hombre arcaico creyó posible. Si aceptas ser mi chica, te mostrare que hay más allá del horizonte.

Ya no soportaba más. La expresión en el rostro de Grace había comenzado a denotar cada vez más frustración. Sentía que aquella desesperación iba más allá de lo que le era posible de concebir y sentía nauseas. El chico dijo. —Está bien, creo que habrá que acelerar un poco las cosas.

Grace sintió de pronto un mal presentimiento.

¿Qué es lo que había que acelerar? Miró a Alice como por reflejo. Seguía parada a su lado, con el maquillaje corrido en sus ojos como lagrimas negras. Parecía tan frágil como una rosa a punto de marchitarse.

El chico comenzó a decir—En este punto ya habrás sospechado que lo que estoy a punto de hacer. Pobre Alice, ella es realmente una chica hermosa. Pero no me malentiendas, yo sigo prefiriéndote a ti. Lo que va a suceder, sin embargo, es por tu culpa Grace, lamentablemente.

—¿Mi culpa? —Balbuceó Grace, perdiendo la respiración. Las piernas habían comenzado a perder su fuerza y temblaban—¿Por qué va a ser mi culpa? ¿Qué es lo que vas a hacer?

—Como decía, va a ser bastante triste y difícil de asimilar. Y por cierto, bastante sangriento, así que por favor, prepárate.

Grace se sintió hecha de piedra. Volvió la vista hacia todas direcciones encontrándose con los edificios a la distancia pero ni una sola persona visible, no podía pedir auxilio. Una bala, tal vez de alguna forma aquel demente podría disparar desde la distancia o usar alguna artimaña como la soda de Jesica.

Ya era tarde. Grace gritó a todo pulmón. —¡Alice, al suelo!

Hubo un rápido flash luminoso que la lanzó a Alice por los aires. Fue repelida casi dos metros antes de caer y golpearse la cabeza. Pedazos de tierra con pasto y carne tibia caían a su alrededor y en su rostro manchándola de rojo. La explosión la aturdió completamente dejándola noqueada. El mundo entero era un zumbido potente clavado dentro de su cráneo.

Grace se levantó pero cayó de inmediato. Temblaba todo su cuerpo y su rostro ahora estaba perdido en una vívida imagen completamente aterradora de su amiga, una que no podía siquiera el soportar ver.

Instintivamente, Grace tapó su rostro con las manos cayendo de bruces contra el piso. Simplemente no soportó ver la escena frente a ella. Luego volvió el rostro hacia lo que había quedado de Alice y esta vez Grace no pudo evitar vomitar.

El vomito fue momentáneo. El silencio era insoportable. Segundos después Grace sintió la necesidad de buscar el celular, recordando que aún no había acabado todo aquello. No importaba si no podía escuchar un carajo por la sordera. Ya nada le importaba, ¿Aquel maniático asesino quería que fuera su mujer? Muy bien, si estuviera cerca de él seguramente tendría oportunidad de vengarse, y Grace estaba muy segura de que lo haría.

Encontró el celular. Estaba dañado, pero seguía funcionando.

Grace seguía mareada. —Lo que acabas de hacer es monstruoso. ¡Quiero que lo pares ya!

—Perfecto —contestó el chico —entonces paremos esto. ¿Qué me dirías si te digo que puedo hacer que vuelvas a ver a tus amigas? Qué la realidad en la que vives es un lugar inventado, una farsa hecha con la única finalidad de…

—Por favor, para esto—Grace ya ni siquiera podía procesar lo que escuchaba, pues se encontraba en su límite. Siguió repitiendo en sollozos —por favor para esto, por favor, solo para esto…no mas…

En su mente, Grace continuaba observando el pálido rostro de Jessica cubierto de sangre y el cuerpo desmembrado de su querida Alice esparcido por el parque. Aun había manchas en su ropa de la sangre de ambas. Era insoportable; las imágenes no paraban de aparecer una y otra vez en su cabeza como fotos dispersas en una mesa.

—Solo tienes que decirlo Grace, ya sabes…y todo esto terminara. —Con voz clara y sombría, el chico añadió. —Solo di lo que deseo y acabaré con tu sufrimiento. Todo esto terminara. Dilo Grace.

Esta vez, Grace ni siquiera lo pensó. No había un solo gramo de ánimo en su roto corazón. Terminó diciendo —. Está bien, seré tu mujer.

Hubo un prolongado silencio.

Y luego, ocurrió algo inaudito. El chico misterioso salió caminando tranquilamente por detrás del árbol más cercano, quedando sus miradas enlazadas al momento.

¿Ese era el chico misterioso?

Grace sintió que en verdad dejaba de comprender lo más mínimo la situación, o cualquier cosa en el mundo. ¿Desde cuándo se encontraba allí? Vestía con una rara camisa abotonada y un pantalón de colores chillantes.

Grace estaba segura de no haberlo visto al llegar al parque. ¿Cuánto tiempo llevaba oculto en ese lugar?

Era imposible. Miró al chico con la mandíbula colgando y se sintió torpe, muy torpe y anacrónica, por algún motivo. La idea de lastimarlo se había esfumado enteramente.

El chico misterioso era un chico común y corriente de apariencia estrafalaria. De hecho, parecía algo joven para la manera en la que hablaba. Examino a Grace sin real interés por uno breve momento.

Era él. Llevaba el móvil en una mano pero no parecía llevar ninguna clase de arma oculta por ninguna parte.

¿Había bostezado?

Ahora el chico se ocupaba en algo; movía sus manos en el aire como si estuviera maniobrando algo invisible con el dedo índice. Grace se sintió extraña y algo la hizo sentirse renovada de inmediato. Sus heridas, su sordera. Todo desapareció. Incluso la tristeza.

Y luego, Grace comprendió que era lo que el chico hacía. Comprendió también que ahora ella era su mujer.

Y no solo eso. Lo sería junto con cualquier otra mujer que él deseara, y le serviría y complacería por el resto de su vida.

Aparecieron Alice y Jesica sobre el pasto. Todo se estaba reiniciando. Grace abrió los ojos. ¡Estaban vivas!

Y el chico misterioso, ya harto de tanto hablar y tratar de convencer a Grace, mandaba a volar todo aquello en un santiamén.

Con un movimiento de arrastre de su dedo, Grace, sus amigas y la ciudad entera quedaron en el limbo, quedando todo sumido en las tinieblas.

El chico simplemente se levantó y se estiró. Se enjuagó los ojos con los puños.

Había sido cortado la señal del neuro transmisor a su cerebro.

Alguien le preguntó. —¿Le ha gustado? Como ya sabe, esta consola es de última generación y es capaz de imitar la vida cotidiana del mundo humano del siglo veintiuno a la perfección. La realidad, como ya sabe, puede ser emulada con nuestra consola ya que….

—Es bastante real. —Admitió el chico misterioso, a regañadientes. —Las gráficas son fabulosas y la inteligencia de los personajes… todo es completamente realista.

Vaya, muy bien. —Dijo el vendedor, sobándose las manos. —Pero cuénteme, ¿pudo convencer a los personajes de hacer algo interesante? ¿Les contó que eran solo pixeles y sonidos procesados por una supercomputadora?

—Por supuesto que no, —dijo el chico misterioso. —Aunque no tuve que hacer demasiado para armar todo un alboroto. El juego está basado en una versión realmente arcaica de la humanidad.

—Lo sé, —admitió el vendedor. —El juego viene gratis en la compra de la consola, pero usted podrá comprar algún juego mucho más interesante, vendido por separado, por supuesto. En la época de este videojuego las personas aún usaban autos para transportarse de un lado a otro. Completamente lamentable ¿no cree usted?

El chico misterioso asintió y ambos sonrieron.

Estaba indeciso, pero al fin suspiró decidido. —Está bien, me lo llevo.

Fin

Muchas gracias por tu participación y suerte en el concurso.

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