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Los Cielos de Júpiter: La Determinación del Paladín

El plan se hacía añicos, por un lado el masivo crucero de Treviño no tenía ninguna oportunidad de alcanzar el ligero transporte de Rackham, pero por el otro no necesitaba alcanzarlos cada minuto lanzaba una horda de incontables misiles, y no parecía que hubiera algún final a sus municiones. En el pequeño y viejo transportes Diana en el timón se afanaba en encontrar una órbita que los mantuviera con vida unos momentos mas mientras que Rackham, Pasternack, Meyers y el resto de la tripulación desde la sala de artillería no cesaban de disparar los pocos cañones para hacer volar los misiles antes de que los alcanzaran, pero los proyectiles parecían acercarse cada vez mas.

Mientras tanto las treinta corbetas que se habían posicionado para defender el transporte se habían enfrascado en un combate con los destructores y ya varias habían recibido daños graves que las habían obligado a huir, quedaban todavía veinticinco, de las cuales cinco estaban a punto de huir también.

Sheila y el grupo de corbetas que se había quedado atacando al cargamento de cerebros abandonaron la misión de inmediato cuando escucharon la transmisión de Treviño, se hacía evidente que todo aquello había sido una trampa, sospecha que se hacía mas clara cuando las supuestas escoltas del cargamento también lo abandonaron a su suerte y se lanzaron en persecución del grupo de corbetas comandado por Sheila. Aquellas cincuenta corbetas podrían hacer una ventaja significativa si pudieran unirse al grupo que intentaba proteger a Rackham, pero el pequeño transporte perseguido por el crucero continuamente se alejaba mas.

—Diana, tienes que intentar aproximarte a nosotros, si continúas alejándote no podremos auxiliarte —Aquel era el tercer intento de Sheila de comunicarse, pero igual que en las dos ocasiones anteriores la muchacha no respondió.— Me pregunto si es que no puede responderme o será que la Inquisición está interfiriendo nuestras comunicaciones.

—La muralla de misiles que está lanzando el crucero es impresionante, dudo que alguien en esa nave pueda siquiera pestañear. —Le respondió Allan a través de las comunicaciones internas de la nave.

El nuevo reactor de la corbeta de Sheila estaba funcionando a la perfección, no se estaba forzando en lo mas mínimo, sin embargo el resto del sistema de propulsión de la nave estaba trabajando al límite si continuaba forzándolo mas era muy posible que se dañara. Sin embargo la Almirante pirata sabía que perder a Rackham sería trágico para la rebelión así que quitó las restricciónes que limitaban al sistema y aceleró un poco mas; la pequeña nave comenzó a sacudirse incapaz de controlar totalmente la cantidad de plasma que fluía por sus sistemas.

Waldemar, Violeta y los demás capitanes estaban en una situación similar; aquella persecución desesperada se había proglongado por poco mas de diez minutos, sin embargo para sus protagonistas aquello parecía una eternidad.


Desde la silla de comando del crucero «Absoluta Verdad» el Paladín Ferdinando Treviño observaba fascinado como la distancia con el transporte de Rackham se acortaba cada vez mas.

—¡Preparados los cañones! Quiero que abran fuego en cuanto nos encontremos a un 90% de rango óptimo.

—¡Sí señor! —Gritaron los artilleros por los altavoces.

Aquellos eran al menos dos docenas de hombres, controlando cada uno al menos dos cañoneras, cuarenta y ocho cañones que abrirían fuego sobre el pequeño transporte para pulverizarlo a nivel de moléculas.

—Señor un grupo de cazas se dirige hacia nosotros, ¿qué debemos hacer?

—No se distraigan con ellos, sabemos que el fuego de sus cazas no hace ninguna mella en contra de nuestra armadura, no quiero ni un solo caññon perdiendo su tiempo con ellos ¡enfocados en el transporte!

—¡Sí Señor!


Tal y como esperaba Alphonse los artilleros del crucero ni se dignaron voltear a mirar a los insignificantes cazas, si tenían dificultades causando algún daño a un destructor, suponer que podían causar el mas mínimo malestar a un crucero como aquel era absurdo, pero allí era donde se equivocaban.

—Necesitamos emparejar nuestra aceleración con la del crucero y entre nosotros, un cambio brusco a esta velocidad puede ser mortal.

—Ya casi, solo dame un par de segundos —le respondió Genevieve posicionando su caza sobre el de su hermano.

Alphonse sabía que tenía que ser muy cuidadoso, respiró profundamente un par de veces para conseguir mayor concentración, se fijó por enésima vez que todos los componentes de su traje estuvieran en perfecto estado, y finalmente abrió la cabina, el vacío del espacio arrastró la mínima atmósfera que quedaba en su interior tras lo cual Alphonse saltó hasta el caza de su hermana, los pequeños propulsores de su traje poco podían hacer para emparejarlo con la aceleración de las naves, así que por mucho que intentó evitarlo se golpeó, y con mas fuerza de lo que había anticipado, aferrado al fuselaje del vehículo se preguntó si se habría roto una costilla, pero no era momento de preocuparse de eso, tenían que concentrarse en mantener el control de su propio caza.

—Muy bien Genevieve, preparada, todo mundo preparados.

Tanto Genevieve como los demás dieron respuestas afirmativas. De inmediato Alphonse a través de su control subconsciente cambió la dirección de su caza y lo hizo chocar contra la compuerta de una de las bodegas de carga del enorme crucero. Pero ni siquiera aquel golpe consiguió abrir la compuerta por completo, pero al menos allí donde la armadura se había separado un poco, todos enfocaron sus armas y consiguieron que la puerta saliera disparada hacia el espacio, sin esperar ni medio segundo Genevieve y los otros introdujeron sus cazas en la bodega.

No había manera de hacer un aterrizaje bonito moviéndose a semejantes velocidades así que Genevieve ni lo intentó, se ejectó del caza y dejó que este se estrellara contra la pared del lado opuesto de la bodega de carga, los otros pilotos que venían detrás de ella hicieron mas o menos lo mismo, el interior del crucero no poseía la armadura del exterior así que cada nueva colisión se transformaba en un desastre cada vez mayor, la pared de la bodega quedó destruida, y detrás de ella otros muros y corredores, el inmenso navío perdía atmósfera a una velocidad tremenda.

Genevieve recuperó la consciencia que había perdido levemente durante unos segundos, recuperó el aliento y miró a su alrededor, estaba flotando cerca del techo así que supuso que se había golpeado con él. Mas abajo pudo ver a a Alphonse quien al parecer lo había tenido mejor pues ya tenía una pistola en una mano y una daga en la otra.

—¿Qué hacemos ahora? —Le preguntó acercándose y alistando sus armas ella también.

Alphonse la miró y sonrió.


Las sirenas no paraban de sonar, las compuertas del puente se habían cerrado automáticamente, pero los instrumentos mostraban que el aire había desaparecido de grandes sectores de la nave, sin embargo al mismo tiempo se registraban fuegos en muchas otros lugares donde aún quedaba oxígeno. Treviño no daba crédito a sus ojos.

—¡Que alguien apague esas malditas alarmas! Ya sabemos que hay una emergencia. ¡Quiero todos los escuadrones de seguridad interna protegiendo artillería y el puente! ¡Rackham no escapará de esta!

—¡Sí señor de inmediato!

Cinco escuadrones salieron al instante a defender al crucero de la molesta invasión.


—¿Quieres saber que hacemos ahora hermanita? Nos divertimos haciendo lo que mejor sabemos…

Alphonse se lanzó en la dirección del caos.

 

Los Cielos de Júpiter continua este Viernes 18 de Abril de 2014

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