La Cueva del Lobo

Crónicas de Pil, El Círculo Mágico

Joseín Moros nos envía el tercer capítulo de su saga Crónica de Pil, la historia toma vueltas inesperadas y se vuelve cada vez mas interesante:

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CRONICAS DE PIL

El círculo mágico

Cuando todavía nos sentimos jóvenes, el pasado va desapareciendo, al momento de sentir el paso del tiempo, los acontecimientos pretéritos surgen como enredaderas germinando entre las grietas de una pared rocosa.

Hoy en mi pensamiento emergió Be, aquella muchacha misteriosa, varias veces al día cruzaba el pasillo, para entrar en el antiguo recinto donde estuvimos encerrados más de tres meses en medio de la oscuridad y el terror. El gran almacén había sido reabastecido, con seguridad por maquinaria robot, y la compuerta, destruida con el ariete de los bandoleros, parecía no haber sufrido nunca rasguño alguno; además, los interruptores de pared sí funcionaban y teníamos iluminación.

Una vez, en la oscuridad de la noche, vi a esta muchacha cruzar en aquella dirección, llevando una linterna al mínimo de intensidad. En el gigantesco salón el centenar de niños y niñas dormían en sus bolsas de campaña, mientras que yo todavía utilizaba el colchón de la máquina médica, debido a mi estado convaleciente.

Ya podía moverme sobre mis propias piernas, y la seguí. No necesité linterna alguna, porque desde el día cuando encontré el objeto azul, comencé a gozar de visión nocturna, ahora lo sé, superior incluso a la de un felino depredador.

Be llegó hasta el lugar donde yacía el esqueleto de aquel desconocido, frente a la estatuilla de una mujer amamantando un niño, y comenzó a entonar, en voz muy baja, una letanía. Era música adormecedora, primero se puso de rodillas y luego se tendió boca abajo, similar a los santones que deambulaban entre los rascacielos de la mega metrópolis donde nos encontrábamos.

Pocos minutos después Be comenzó a emitir una conversación entre varias personas, o por lo menos con diferentes voces en cada momento. El temor supersticioso me invadió y me preparé a girar para correr de regreso a mi cama, pero entonces el zumbido familiar sonó en mi cerebro. Decidí acercarme a ella, y ocurrió algo extraño, todavía al recordarlo parece un sueño.

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p>Era de día, yo estaba en el mismo almacén, faltaba una pared, y podía ver a la perfección el ventanal desde donde una vez observamos el desarrollo de una feroz batalla entre navíos de guerra. Ninguno de los gigantescos vidrios faltaba, y estaban tan limpios que eran casi imperceptibles. La mayoría de los edificios se veían más bajos que la torre donde me encontraba, la cual contaba con cerca de quinientos pisos de altura; hasta ese instante siempre había estado entre las menores construcciones de la ciudad. La urbe se veía muy diferente a la mega metrópolis donde nací, además los miles de edificios no se perdían en el horizonte, parecía como si muchos de ellos se hubiesen evaporado. En el lugar donde habían desaparecido los mayores rascacielos que allí conocí, pude ver el comienzo del océano, reflejando luz del sol como un espejo verde esmeralda.

Miré alrededor y me descubrí frente a un retablo, con la misma imagen de la dama y el niño pero en tamaño natural, elaborada en algún tipo de mineral translúcido color ámbar.

— ¿Estoy en un templo prohibido? —me pregunté.

Vi, arrinconados, decenas de bancos y reclinatorios, al parecer estaban embalando adornos y accesorios de culto; la puerta hacia el otro salón no estaba, en su lugar sólo había una pared llena de imágenes representando algún cielo o paraíso. Me pareció abrumadora la cantidad de caras femeninas, en cualquier momento llegaría la policía para destruir todo aquello, me dije de manera automática.

Por ningún lado estaba la joven Be, y mucho menos alguno de los huesos de su profeta, como llamaba ella al esqueleto.

Yo vestía una bata blanca y estaba descalzo. Todavía en mi cabeza quedaba parte del vendaje, cubriendo la herida de la operación quirúrgica efectuada por la máquina Visdom y la joven Vell. Ella me había robado el corazón, me cuidó durante meses, mientras estuve inconsciente, pero su amor pertenecía a otra persona, lo descubrí al ver sus lánguidas miradas hacia mi amigo Rask, el líder de nuestra pandilla. No comprendí entonces la indiferencia de Rask hacia ella.

— ¿Estás perdido niño? —apenas comprendí las palabras de una voz femenina con extraña pronunciación.

Había surgido a mis espaldas y creí reconocerla en el primer instante. Al voltear quedé sorprendido, aquella dama era Mor, o por lo menos la madre de Mor, si los seres virtuales pudieran tener padres. La vi idéntica, pero con más edad, tenía el pelo gris y vestía una toga celeste, adornada con pequeñas piedras brillantes. Nunca en mi vida había visto una mujer engalanada de esa manera, estaba acostumbrado a las batas marrones, verdes y azules, y la capucha negra con malla tupida sobre la cara.

— ¿Estás herido? ¿Quién eres? —casi parecía otro idioma.

En el primer momento sentí algo de miedo, sin embargo su apariencia, y el tono de voz, me inspiraron confianza.

—No sé cómo llegué aquí — dije y sonreí.

Ella intentó acariciar mi hombro, oí el chasquido de una descarga electroestática y ambos dimos un salto. Se recuperó y volvió a poner su mano sobre mi cuerpo, esta vez la chispa fue más intensa, dio un pequeño grito, yo estaba preparado y no me moví.

— Estás cargado de electricidad. ¿Dónde estabas?

Entonces dije algo que todavía me sorprende.

—Usted para mí es un fantasma, y yo soy un aparecido.

Ella retrocedió hasta el retablo, en verdad la había asustado. Tocó los pies de la mujer sobre el altar y se cubrió con ademanes mágicos, muchos de ellos nuevos para mí. Respirando casi ahogada, miró hacia los lados y me di cuenta que en cualquier momento saldría de allí a toda carrera.

Tuve miedo de quedar solo en aquel lugar, conocido y desconocido al mismo tiempo.

—Espere, necesito ayuda, estoy perdido.

Ella cambió su actitud, su naturaleza bondadosa la había dominado. Indecisa dio un paso al frente, al recordar la descarga eléctrica se mantuvo a distancia.

Disparé palabras con la esperanza de retenerla.

—Somos muchos niños y niñas, estamos escondidos detrás de esa pared, en un salón enorme. Antes aquí había un depósito de alimentos, donde está esa figura tan grande estaba una más pequeña, sobre una caja, y en el suelo el esqueleto de un hombre que murió rezando.

— ¿Detrás de esa pared, en el salón? ¿Cómo entraron?

—Por varias compuertas, se abrieron en un pasillo que ahora no veo. La pared es muy gruesa. Lo hicimos cuando los bandoleros tumbaron la entrada del almacén, además en este lugar falta un muro.

La señora me miraba con ojos redondos por la sorpresa. Varias veces volteó hacia la pared y luego hacia mí.

A varios metros observé cajas alineadas. Sin pensarlo avancé hacia allí, el hervidero de chispas eléctricas en las plantas de mis pies me produjo un hormigueo desagradable, pero no llegó a quemarme. Trepé en la primera, debo haber parecido un gato enfermo subiendo escalones. Cuando llegué a la última caja, miré hacia abajo y la señora estaba observándome, ahora con cara dolida, creo que le había conmovido verme tan débil y tembloroso, pero no se atrevió a detenerme o ayudar.

—Mire —dije, muy jadeante por el ejercicio—, sobre esta pared había un mapa, mostraba el lugar hacia donde queremos escapar, deben haberlo borrado.

El resto de miedo desapareció en su cara, dio varios pasos hacia mí y habló.

— ¿Un mapa? ¿Cómo es ese mapa?

—Déjeme recordar, ya verá.

Acerqué la punta de mi dedo a pocos milímetros de la pared, y saltó una chispa continua de electricidad estática. Fui desplazando mi mano, dejando un trazo oscuro en la superficie.

Oí la respiración de la mujer, parecía mantener una exclamación de sorpresa, igual a un cantante sosteniendo la misma nota por largo tiempo.

Cuando finalicé me di vuelta y su cara me alarmó, parecía estar viendo algo horripilante, creí que se desmayaría y le hablé en tono calmado, con la intención de ayudarla a recuperarse.

—No se preocupe señora, esas manchas son una quemadura fácil de quitar con algo de pintura.

Entonces comenzó a llorar, y también me brotaron lágrimas.

Bajé despacio y me acerqué a ella, sin llegar a tocarla. Era muy alta, levanté la cara y de nuevo hablé en tono apaciguador.

—Sólo quiero que usted me diga dónde estoy.

Ella se arrodillo despacio, por un momento miró hacia el altar con la enorme figura y me habló en tono emocionado.

—Fuiste enviado para demostrarme que no estoy equivocada. Ahora sé qué debo hacer. Mi nombre es Esens, y tú ¿cómo te llamas niño?

—Pil.

—Por favor Pil, cuéntame de tu ciudad, porqué se esconden, y cómo piensan escapar.

Yo estaba cansado, me senté en el suelo y ella imitó mi acción, quedamos frente a frente. Mirándonos a los ojos inicié mi historia.

Le hablé de aquella tormenta de arena y sobre la huida de nuestra pandilla, entre los edificios, cuando nos perseguían los cazadores de niños. Le describí el ascensor por donde subimos al rascacielos, el hueco en la escalera, la puerta del almacén, la batalla aérea sobre la ciudad, la llegada de las niñas y me detuve un momento.

— ¿Y qué pasó Pil?

—Maté dos bandoleros, para evitar que descubrieran nuestro refugio.

Su expresión no mostró desagrado por mi acción y continué.

Le narré sobre la operación quirúrgica en mi cabeza, hablé de Vell y Rask. Luego la manera en que los bandidos nos encontraron y mi estado de inconsciencia.

Cuando le dije sobre las compuertas hacia el otro salón, ella miró hacia la pared, donde ahora sólo habían pinturas sagradas.

Lloró conmigo al explicarle porqué tomé la decisión de arrasar con medio millar de hombres. Y luego le hablé de Be, quien estaba tendida en el suelo, cuando de alguna manera fui transportado hasta ese lugar.

— ¿Dónde estoy señora Esens? —pregunté al finalizar.

—Pil, es increíble, parece una locura, estás en el mismo sitio.

Miré a los lados y no hablé.

—Viajaste al pasado. No sé cómo Pil, estás en el pasado de tu época. En mi presente.

La cabeza me zumbaba y se me ocurrió una pregunta.

—Yo no había venido antes, el mapa estaba en la pared cuando llegamos al depósito. ¿Cómo es posible que existiera si yo no lo había dibujado todavía?

Esens miró hacia el altar, meditó un instante y su cara se iluminó. Sus ojos brillaban cuando habló con emoción.

—Tal vez sea como un círculo Pil, un círculo mágico, sagrado, no podemos ver unión entre un comienzo y un final.

Dejé de pensar en aquella locura y pasé a otro punto.

— ¿Y el almacén, la puerta, el otro salón?

—El otro salón existe. Nos ordenaron eliminar todas las iglesias. Ya tenía planeado construir un depósito de suministros en este lugar, y una compuerta al refugio secreto que hicimos hace poco.

— ¿Porqué un refugio secreto? —pregunté.

—Vienen terribles persecuciones Pil. Hay un gobierno totalitario central, para todo el globo, ya es un hecho. Las mujeres deberemos permanecer encerradas y ocultar cuerpo y cara. Yo era una de los arquitectos de esta ciudad, tenía programada la construcción de cientos de edificios más altos que éste, y por tus descripciones veo que lo harán. La guerra en Marte aceleró las cosas, perdimos y ésta es la consecuencia.

— ¿Contra marcianos?

—No hay marcianos Pil, desaparecieron hace miles de años. Fue entre nosotros, en parte debido a la riqueza del subsuelo. Ahora las súper estaciones espaciales, alrededor de Marte, serán regidas a la manera de los nuevos gobernantes.

De repente me observó con más atención.

— ¿Dime Pil, qué año es en tu época?

—Según Mor, la inteligencia artificial que nos atiende en el refugio, es el Glorioso dos mil quinientos ochenta y seis de la Nueva Era.

Esens tapó su cara con las manos y lloró de manera inconsolable. Yo esperé en silencio.

Levantó la cabeza y dijo varias palabras entrecortadas.

—Hoy se inició el Glorioso Año Uno de la Nueva Era —y continuó llorando.

Un rato después inspiró profundo.

—Mor, ven aquí —dijo en voz baja.

A nuestro lado apareció un holograma, en persona yo nunca había visto algo así, los noticieros de las pantallas públicas los mostraban con frecuencia, por supuesto sólo figuras de hombres.

Allí estaba Mor, igual a como la veíamos todos los días en el muro del gran salón. Sentada en el suelo, mostraba piernas perfectas, enfundadas en un ajustado pantalón color negro. La camisa blanca se esforzaba para sostener sus senos.

—Mor, tengo instrucciones para ti. Este niño es Pil, y regresará dentro de dos mil quinientos ochenta y seis años. Te explicaremos en detalle nuestros planes.

Ella sonrió como siempre y me saludó.

—Hola Pil. Te esperaré con interés.

Transcurrieron largos momentos, no sé si fueron horas o minutos. Hablamos mucho y de repente Mor levantó una mano.

—El campo gravitacional está cambiando a tu alrededor Pil.

Apenas Esens y yo tuvimos tiempo de mirarnos, el depósito de materiales reapareció a mí alrededor. En la oscuridad, frente a mí, estaba Be, sentada en el suelo, en el mismo lugar que antes ocupaba Esens. Be se puso de pie y volvió al sitio donde estuvo acostada en el suelo, al lado de los huesos de su profeta.

¿Cuál habría sido el papel de esta muchacha en lo ocurrido?, me pregunte, y recordé la frase de Esens: “Tal vez sea como un círculo Pil, un círculo mágico, sagrado, no podemos ver unión entre un comienzo y un final”

Temblando de frío, y en plena oscuridad, regresé a mi colchón de aire. Antes de acostarme detrás del biombo, a lo lejos vi a Rask, mirando hacia la puerta que daba al lugar de donde yo venía.

Un instante después alguien se tendió a mi lado.

—Te vi llegar temblando de frío. Te calentaré con mi cuerpo.

Era Vell, sin hablar me dejé abrazar, ella me rodeó con brazos y piernas, y mis temblores se fueron calmando con la tibieza. En mi somnolencia la oí gemir y caí en un sueño profundo.


Al día siguiente dormí hasta muy avanzada la mañana.

Cuando abrí los ojos allí estaba Be, de pie frente a mi colchón.

—Hola Pil. ¿Cómo te sientes? —me preguntó la muchacha, moviendo los pies como si pensara escapar.

—Bien. No fue nada. ¿Quieres algo?

—Vengo a explicarte lo de anoche.

—Te oigo Be.

—En mi familia fuimos adoradores de la Madre, teníamos imágenes con milenios de antigüedad. Yo iba ser ordenada sacerdotisa, pero nos descubrieron y los mataron a todos. Pude escapar y me introduje en el campo de concentración para huérfanas, no había registros y nunca me descubrieron. Fui la primera a quien te apareciste en sueños. Anoche tuve una revelación, te vi rodeado de estrellas, en el centro de un círculo mágico, intentabas encontrar dónde se unían el principio y el final.

Su expresión serena, como casi siempre, emitía paz, en tanto yo sentí aumentar mi atención.

— ¿Y lo encontré?

—No lo sé Pil. Cuando desperté vi que te alejabas, y yo continuaba tendida en el suelo. Me pidieron decirte unas palabras.

— ¿Sí?

—Son estas: “No lo intentes más Pil, quienes se esforzaron por conseguirlo enloquecieron. Sólo aquellos iluminados con luz azul en sus huesos pueden lograrlo en el momento adecuado, no se deben adelantar”

— ¿Luz azul en sus huesos? ¿Qué significa eso Be?

—No lo sé Pil. Así me lo dijeron.

Be hizo una reverencia y se retiró. Quedé muy desconcertado, pero al cabo de un momento la olvidé. Ahora sus palabras tienen para mí un sentido muy diferente al que por momentos le atribuí.

De inmediato llegó Rask. Se aproximó despacio, parecía arrepentido de algo, todavía no me daba cuenta que yo estaba desarrollando la facultad de leer con claridad las emociones.

—Hola Pil. ¿Estás bien?

—Sí.

—Quiero pedirte perdón.

Me incorporé un poco.

— ¿Y por qué?

—Anoche te seguí, creí que ibas a encontrarte con Be.

—No entiendo.

—Tú sabes —titubeó antes de continuar—, los muchachos y las muchachas, puede ocurrir.

Reí con debilidad, pero de repente caí en la cuenta de algo más.

—Despreocúpate Rask, no fue nada de eso. ¿Y ella sabe que la amas?

Retrocedió varios pasos, como si yo lo hubiera golpeado. Su ira repentina se transformó en tristeza y apenas murmuró pocas palabras.

—No, no. Sólo fue curiosidad.

—Y qué viste Rask.

Quedó sorprendido, pero contestó.

—Bueno Pil, cuando la vi hablando con otra voz salí corriendo. No soy tan valiente como todos creen.

En ese momento pensé que era una lástima no haber tenido un observador, tal vez me habría aclarado algunas cosas.

—Eres muy valiente Rask, esa gran cicatriz me lo recuerda. Me salvaste la vida y me permitiste entrar a tu pandilla, pude conseguir comida de allí en adelante para mi familia. Eres un gran líder.

Arrugó la cara, luchaba por decir algo y no se atrevió. En su lugar retrocedió mientras se despedía.

—Que te mejores pronto Pil.

Dio un salto y se fue.

En ese momento surgió del lado exterior del biombo la dueña de mi corazón. Mi alegría se redujo, mostraba señales de pesadumbre, y no pude adivinar la causa.

—Hola Vell. ¿Por qué tanto silencio en el salón?

—Están muy preocupados. Hoy dormiste hasta el medio día. Recuerda, estuviste así por tres meses y todos temen lo peor.

Le sonreí, con toda la intensidad de mi alma.

—Estoy bien Vell. Tu presencia me llena de energía —lo dije sin pensar.

Ella enrojeció mucho, y habló con la misma voz que utilizaba con los demás.

—Aquí está tu comida.

Abrió el recipiente y esperó un momento, mientras funcionaba el auto calentamiento.

No hablamos durante mi desayuno, me observaba con mirada profesional, creí que analizando mis reacciones, ella pasaba horas recibiendo respuesta a sus preguntas por parte de Visdon, la máquina médica.

De repente recordé algo y hablé.

—Tengo una sorpresa para todos Vell. Diles que se quiten los zapatos y despejen el lado norte del salón, mientras me ducho. Mor te ayudará con las instrucciones.

Cuando estaba en las regaderas oí la gritería, secundando el ruido de paneles del piso al deslizarse. Luego el sonido de una cascada enorme ahogó las voces de todos.

Al salir, ataviado con un pantalón corto y sin camisa, allí estaba la piscina que Esens y yo habíamos ideado. Era enorme, con un tobogán y tres aéreas de diferente profundidad. Ninguno de los varones sabía nadar y la miraban con regocijo y temor, muchas niñas sí sabían, pero adiviné su pensamiento: nunca se bañarían allí en presencia de ellos.

Di una corta carrera y me lancé de cabeza a la zona más profunda, mis amigos gritaron con horror.

El chapuzón fue maravilloso, algo inolvidable, todavía mi cuerpo se estremece de placer al recordarlo. De alguna parte de mi mente surgieron las órdenes a mis músculos y comencé a nadar. Cuando miré a los lados, todas las niñas mayores estaban en el agua, venían a salvarme, el aullido de mis compañeros las impulsó sin tiempo para pensar y allí flotaban, vestidas y enfurecidas conmigo.

Vell era la más cercana.

—Debiste avisarnos Pil. ¿Ahora qué hacemos?

Salpiqué su cara y grité.

— ¡Divertirnos!

Fue como si un dique se hubiera roto. Los varones fueron entrando con mucha precaución y luego el resto de las niñas. De allí en adelante creamos reglas de seguridad, y horario de práctica, para los que no sabían nadar. Las niñas usaron bata y los niños pantalón corto.


Varios días después yo estaba en mi cubículo, separado con biombos del resto del salón, el uso de ellos se había multiplicado.

De improviso apareció en el suelo la mitad superior de Mor, era un holograma perfecto, hasta podía ver los pequeños poros de su piel, bronceada por algún sol virtual, que imaginé sobre su cuerpo desnudo; al parecer le gustaba cambiar de aspecto, como una muchacha coqueta.

—Hola Mor —dije con seriedad—, veo preocupación en tu cara.

Fueron señales casi imperceptibles, las utilizaba para anunciar un estado de ánimo.

—Tengo preguntas Pil. Es algo grave.

Aunque me estaba cambiando de ropa detuve mí tarea.

— ¿Pil, eres humano?

Me puse de pie, yo estaba desnudo, y la miré a los ojos, quería permitirle la lectura de todo mi cuerpo. No sabía cuál sería su acción si concluía que yo no era humano. Recordé la manera como había eliminado medio millar de hombres, en pocos minutos, y las viejas historias de la guerra contra los “dukke”, seres orgánicos artificiales, creados por los humanos y que resultaron rebeldes y peligrosos.

—Sí Mor, soy humano. ¿Por qué esa pregunta?

—Pil, en secreto Visdom ha seguido el curso de tu recuperación, le faltan datos para concluir un veredicto. Desde el inicio de tu intervención quirúrgica tuvo dudas, había un cuerpo extraño incrustado en tu esternón, y en la actualidad se ha filtrado por todos tus huesos. No es un ser vivo, tampoco una máquina. Si pudieras verlo te parecería sólo una luz azul.

Yo estaba muy asustado, tal vez eso me salvó, en gran parte con el miedo le demostraba mi condición humana. Parpadeó y sonrió un poco.

—Tengo otra pregunta Pil.

Me sonó diferente, como si estuviera hablando con alguien superior, por un momento pensé en una trampa, la experiencia en luchas callejeras me había convertido en un niño desconfiado.

— ¿Es magia Pil? Todavía cualquier cosa que no logro explicarme lo confundo con magia. No capto la diferencia.

Casi me caigo sentado por la sorpresa. Estuve a punto de reír y preguntarle si ella creía en brujería. Por instinto me contuve y le abrí mi alma.

—No lo sé Mor, mi corazón dice que es algo bueno, y por eso no lucho.

Me estuvo mirando varios segundos, yo estaba seguro que sobre mi incidían toda clase de sensores de alta tecnología, pero ahora sé que la decisión definitiva la tomó basada en su intuición. Sí, Mor, la inteligencia artificial, había evolucionado de manera independiente y personal, como nosotros lo hacemos, y confiaba en sus sentimientos.

Entonces dijo algo curioso.

—Pil, estuve inmersa en un círculo de dudas. Con esa frase me ayudaste a encontrar un punto dónde puedo iniciar un razonamiento, necesitaré tiempo para pensar. Mientras tanto debo investigar acontecimientos recientes que amenazan tu viaje, hay peligro de muerte inmediata en el trayecto.

Ahora sé que cuando una inteligencia artificial habla de tiempo, lo percibe diferente a nosotros, la impaciencia es un defecto humano y por ello algunas veces los segundos duran siglos. Mor podía esperar milenios, hasta encontrar una respuesta en su círculo de dudas y yo, debido a sus últimas palabras, quedé acosado por la incertidumbre.

Para este momento las cosas son diferentes, también evolucioné con los años, pero como dije al principio de esta crónica: al momento de sentir el paso del tiempo, los acontecimientos pretéritos renacen con toda su fuerza.

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